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Dos hombres de pie juntos, ambos con trajes formales, uno de ellos sostiene un libro.
COLUMNAS

Entre Lorca y Alberti, el comunismo

Columna de opinión por Julio Merino

El pasado 28 de octubre de 2024, hacía 25 años justos que murió Rafael Alberti. Y en su recuerdo reproduzco unas líneas de la biografía que escribí del poeta del Puerto de Santa María.

Son las que le dediqué a sus encuentros y desencuentros con García Lorca.

RAFAEL ALBERTI

(1902 - 1999)

Antes de adentrarnos en la peripecia política y vital de Alberti me ha surgido una interrogante a la que no encuentro respuesta. ¿Qué habría sido de Rafael Alberti si no hubiese existido Federico García Lorca? Es verdad que durante un tiempo los partidarios del de Cádiz o el de Granada quisieron enfrentarlos como los taurinos enfrentaban a “Joselito” y Belmonte o a “Manolete” y Luis Miguel Dominguín.

En este caso se puso de moda la pareja Lorca-Alberti o Alberti-Lorca. Pero, en realidad no hubo tal enfrentamiento, aunque sí discrepancias entre lo que ambos pensaban sobre la Poesía. Para Alberti la poesía era compromiso, un arma necesaria para sacudir conciencias, una forma de cambiar el mundo. Para Lorca la poesía es un sentimiento y los sentimientos no pueden transformarse en compromiso.

Según Alberti, todos los grandes Poetas se han comprometido con algo o con alguien. Jorge Manrique con la brevedad de la vida; Calderón de la Barca, con la vida es sueño; Bécquer, con el amor; Machado, con el camino… Tal vez por esta primera discrepancia Alberti llamaba a Lorca en privado y entre amigos “El poeta gitano”. Cosa que molestó enseguida a Lorca en cuanto lo supo: “Dicen que yo soy un gitano por los poemas que escribí para el “Romancero gitano” pues, que lo sepan, ¡yo no soy gitano!, los gitanos son un tema del que me sirvo para mi creación poética”.

Una cosa esta clara, sin embargo, que las relaciones entre ambos sufrieron vaivenes y que es cierto que Alberti envidió siempre a Lorca. Tal vez, porque le admiraba más que a ningún otro de los del 27. Lorca y Alberti se conocieron en la Residencia de Estudiantes, aunque Alberti no residía con ellos. Pero se pasaba muchas horas y muchos días en la Residencia y se hicieron grandes amigos.

Lorca también admiraba a Alberti. La primera discrepancia seria entre ellos surgió con la llegada de la República. Y sobre todo cuando Alberti se casó con María Teresa León y se afilió al Partido Comunista y se hizo un defensor a ultranza de las ideas marxistas. Discrepancia que fue en aumento y puso en riesgo la amistad a partir de su primer viaje a la Unión Soviética (1932). Porque cuando Alberti volvió ya no era el mismo.

Se fue a Moscú siendo sólo un poeta comunista y volvió siendo un propagandista comunista con un Dios llamado Stalin. Como comprobarían todos los amigos cuando con su amada María Teresa fundaron la revista “Octubre” (como órgano de expresión de los “escritores españoles revolucionarios” y en recuerdo-homenaje del “Octubre Rojo” ruso de 1917) y vieron el “nuevo contenido poético” que la pareja introducía en sus pñáginas.

Tampoco a Luis Cernuda le gustó el nuevo Alberti. Y a pesar de colaborar en “Octubre” (en la revista de los Alberti publicaría algunos poemas de su obra “Donde habita el olvido”) un día dijo de él: “Rafael se fue a Moscú siendo un Poeta Grande y ha vuelto siendo un poeta menor. ¡Allá él!”. Luego, en sus “Estudios de poesía española contemporánea” dirá de él que si con “Marinero en Tierra” se hizo grande con “Consignas” (su primera obra comunista) se rebajó hasta hacerse "un escritor superficial acomodado en un formalismo hueco". Con lo que daba la razón a Lorca: “Está comprobado, cuando el poeta se hace militante de una ideología deja de ser poeta”.

Sin embargo, la ruptura entre ambos llegó durante la campaña electoral y las elecciones de febrero del 36 cuando venció el Frente Popular y las Izquierdas se hicieron con el Poder. El choque se produjo cuando, sin saberlo Lorca, Alberti montó un mitin en cuyo cartel figuraba entre las “figuras” de la corrida: Federico García Lorca, Rafael Alberti y José Bergamín.

A Lorca le fastidió mucho que Alberti le incluyera en la terna sin habérselo consultado antes y exigió que se le tachara del cartel. “Alberti quiere comprometerme –le dijo al periodista Luis Bagaria que le preguntaba sobre los poetas del 27– y yo no quiero compromisos políticos, yo no soy de ningún partido ya lo he dicho muchas veces, yo soy comunista, falangista, anarquista, monárquico, republicano, de Izquierdas, de Derechas… pero por encima de todo yo soy español, yo soy Poeta y ¡un Poeta, pienso,  no puede ser militante de un partido político!... porque está comprobado que cuando el poeta se hace militante de una ideología deja de ser poeta”.

Naturalmente, estas palabras de Lorca y el romperle el “Cartel” que había planeado para un mitin organizado por el Partido Comunista molestaron a Alberti. Y fue causa de un enfriamiento casi total de su vieja amistad. Alberti y Lorca dejaron de hablarse, tal vez, también, porque el de Cádiz no había digerido bien los éxitos teatrales que el granadino había tenido con su trilogía trágica: “Bodas de sangre”, “Yerma” y “La casa de Bernarda Alba”. Y él había fracasado con “El hombre deshabitado” y “Fermín Galán” (luego volvería a fracasar con “El adefesio”, “El trébol florido” y “La gallarda” pero eso fue ya después de la Guerra)

Eso sí, cuando Alberti se entera  de la muerte de Lorca no lo duda y se transforma en el gran defensor de su “amigo” y se vuelca. Y vuelca a los comunistas en su defensa, y el que pone la primera piedra del “mito Lorca”.

“Rey del monterío”

Sal tú, bebiendo campos y ciudades,
En largo ciervo de agua convertido,
Hacia el mar de las albas claridades,
Del martín-pescador mecido nido;

Que yo saldré a esperarte, amortecido,
Hecho junco, a las altas soledades,
Herido por el aire y requerido
Por tu voz, sola entre las tempestades.

Deja que escriba, débil junco frío,
Mi nombre en esas aguas corredoras,
Que el viento llama, solitario, río.

Disuelto ya en tu nieve el nombre mío,
Vuélvete a tus montañas trepadoras,
Ciervo de espuma, rey del monterío.

¡Ay!, llora a Lorca, pero no dice ni pio de la “matanza de la Cárcel Modelo”, donde mueren inocentes como Melquiades Álvarez, el exministro Rico Avello, y el general Capaz... Ni dedica un poema, ni siquiera un verso, a los también grandes escritores Ramiro de Maeztu o Pedro Muñoz Seca, ultrajados, torturados y asesinados en las tapias del cementerio de Aravaca o en el holocausto de Paracuellos.

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