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Vista del interior de un parlamento con asientos de cuero y detalles ornamentales en madera.
COLUMNAS

Igualdad y solidaridad

Columna de opinión por José Francisco Roldán

No debería haber dudas sobre el nuevo tiempo que nos está tocando vivir. Muchos ciudadanos españoles están experimentando un desasosiego original nacido en un comportamiento político, también, excepcional. Nunca como ahora habían soportado, conscientemente, el desgarrador poder de una mentira institucionaliza, perfectamente engarzada en el entramado de una maquinaria despreciable, muy bien construida para ganar de cualquier manera.

El despliegue de adeptos en el organigrama del gobierno ha secuestrado el sentido común y toda una serie de valores democráticos previstos en la Constitución Española. A esta la regatean con el apoyo inapelable del Tribunal Constitucional, que no forma parte del Poder judicial, pero tiene la última palabra.

Ni siquiera en la Unión Europea, garante de la legalidad en todo su territorio, parece cumplirse el mandato que tienen sus líderes. Pues los recovecos permeables de la picaresca o incompetencia sirven para manipular la consecución de los objetivos más sagrados de una esperanza colectiva. Por eso pocos entienden cómo un prófugo de la justicia española puede evitar la detención refugiándose en un territorio de la Unión Europea.

Además, desde ese exilio consentido, gestiona la gobernabilidad de una España hipotecada hasta las cejas y con deficiencias legales, éticas y morales. Europa, el gran club de la prosperidad, debería tener garantizados sus principios: libertad, igualdad, democracia, Estado de Derecho y fomento de la paz y estabilidad. Todos sus miembros deberían compartir valores esenciales, que conforman la base de una sociedad libre.

La Unión Europea protege estos valores comunes para garantizar la inclusión, justicia, tolerancia y solidaridad. Reclama de sus líderes cinco valores imprescindibles: el respeto, empatía, humildad, confianza y responsabilidad. Nada que ver con lo que seguimos comprobando en España, donde la mentira se apoderó de la verdad.

Y en estas fechas de espíritu olímpico, donde los mejores tienen reservado el pódium de las medallas para auparlos con loas y privilegios por sus logros en buena lid, sufrimos la frustración de la derrota en todas las pruebas. Porque nuestros líderes perpetran trucos para ganar de cualquier manera. Y, desgraciadamente, las trampas logran demasiados éxitos falsificados.

Nuestra Constitución establece como principios fundamentales la unidad, autonomía, solidaridad e igualdad. Y en su artículo uno enumera como valores superiores la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. Los dos referentes normativos superiores, es decir, la Unión Europea y la Constitución Española, resaltan la Igualdad y Solidaridad asumiendo su protección.

Lamentablemente, el ejercicio diario de nuestros dirigentes políticos, saltándose principios y valores fundamentales, no hacen más que contradecir pertinazmente esas premisas incuestionables, lo que debería ser corregido con rigor aplicándose la retribución legal oportuna. Amnistiar a traidores y delincuentes en el ejercicio de la política no respeta la igualdad, el reparto arbitrario de dinero sin justificación no respeta la solidaridad.

La asignación de fondos europeos exige ecuanimidad, que es todo lo contrario de la discrecionalidad, clientelismo o corrupción, pues el tráfico de influencias no es más que la traición a esos valores esenciales que previenen las altas normas legales. El nepotismo y el reparto injustificado de prebendas por razón de adscripción partidaria o ideológica no es más que avasallar a la justicia y pluralismo. Transformar la legalidad por conveniencia personal o tribal no es otra cosa que atentar contra la igualdad y solidaridad entre los españoles.

La especial consideración de dos pedazos de España por una herencia foral y extorsión histórica, aceptada en la Constitución, supone una excepción. Esta no debería servir de coartada para regatear la ley introduciendo otro trato de favor para un tercer trozo de España perjudicando intereses de los demás ciudadanos españoles, rehenes de una negociación plagada de petulancia, egoísmo y desprecio. Quienes dicen arrogarse una autoridad moral sin contraste real, deberían ejercer como claros paladines de la Igualdad y Solidaridad.

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