Atrincherados
Columna de opinión por José Francisco Roldán
Hay pesimistas empeñados en imaginar un escenario peor. Tampoco, quienes respaldan la acción del Gobierno, porque es el mejor de la nueva etapa democrática. Dos bandos nítidamente definidos por la cerrazón ideológica cercana a un forofismo descerebrado.
Entre semejante polarización, como una masa poco definida e indolente, se desenvuelve una enorme cantidad de ciudadanos esperando no se sabe qué, aunque sufren lo evidente. El protagonismo social está en minorías ruidosas agitadas por un clientelismo feroz, que se defiende belicosamente. Los que pretenden forjarse un futuro con esfuerzo y vocacional dedicación no tienen nada que hacer frente a paniaguados decidiendo su futuro.
La ocurrencia o imposición del que no sabe suele informar la promulgación de normas legales. Quienes apuestan todo a un bando político aspiran a conseguir su prosperidad. Unos y otros, pertrechados de desprecio, se atrincheran para emplearse a fondo. No reparan en medios para conseguir sus objetivos más siniestros, sin preocuparse de los daños colaterales que ocasionan siempre a una sociedad a la que quieren dominar. Es importante cobijarse adecuadamente con la cobertura de instrumentos legales y corporativos fortalecidos por el nepotismo más oscuro.
Todo vale mientras sirva para vencer cada pequeña batalla y la contienda con la que alcanzar el poder. Atrincherados en espacios donde sus habitantes soportan choques despiadados dejando demasiadas víctimas en esa guerra atroz. El uso pertinaz de la propaganda requiere fortalecer flancos esenciales para gabar esa lucha. Determinados medios de comunicación, bien nutridos, respaldan las ofensivas orquestando maniobras despreciables, que acentúan petulancias y odios singulares.
Las estrategias más sibilinas muestran defectos ajenos desproporcionándolos con maldad. Desde cada puesto de mando se van diseñando artimañas de camuflaje preparando las embestidas, porque hay que saber protegerse, incluso, dejando en segundo lugar las triquiñuelas ofensivas. Cualquier información que salta a la palestra es manoseada, tergiversada y emponzoñada del modo más eficaz.
Y en esa puesta en escena aparece la desacreditación de datos sobre conductas inmorales o ilegales. La táctica desde el poder es negar lo que para otros es evidencia. Aguantar los empujes realizando actos de entretenimiento supone un modo de lograr el desaliento del oponente. Vomitar improperios y repetir hasta el cansancio las soflamas adecuadas puede hacer ganar escaramuzas.
La reiterada concentración de fuego publicitario en puntos débiles sirve para horadar defensas. Y en eso estamos ahora, en el bulo, la falsedad, injuria, calumnia y cotilleo patrio. Hay una corriente de opinión publicada empeñada en considerar inmoral determinados comportamientos perpetrados por representantes del gobierno desde que lo es. Hay quien alarga esas conductas más atrás, porque la cabra política siempre tira al monte del abuso.
Pero esa campaña denunciando lo incorrecto ha sido secundada por otra menos coloquial, pues actos y autores se han visto tipificados en el Código Penal, Y es así, incluso, después de eliminar determinados delitos. La corrupción política no es más que una actividad delictiva aprovechando esa ventajosa posición de quienes controlan poder o influencia. Ante semejante panorama criminal se hace necesario negar y arremeter contra quienes ostentan la responsabilidad de la prueba.
En algunos asuntos penales está apareciendo una novedosa tarea de los fiscales, como es proteger a los investigados suplantando a sus defensas. Calificar como fango que difunden los fachas sirve para desvirtuar la realidad, mientras se desacredita la soberanía de los jueces, que alardean de su independencia. Se trata de usar todo lo que sirva para ocasionar mal. Contemplamos en el panorama judicial una serie de desahogados indecentes tratando de salir airosos usando escaramuzas despreciables.
Las lealtades se quiebran cuando dejan de producir provecho. Los traidores suelen desprenderse de su afección en el momento que se ven desprotegidos. Hay muchos españoles deseando verlos en prisión, como otros, que estuvieron, también, atrincherados.
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