Isabel Preysler pasa estas Navidades sola; repaso a sus cuatro relaciones amorosas
Isabel Preysler se casó por primera vez en 1971 con Julio Iglesias y su último noviazgo fue con Mario Vargas Llosa.
El pasado 5 de diciembre se estrenaba en Disney+ el documental "Isabel Preysler: Mi Navidad", en el que la socialité filipina abría las puertas de su mansión en Puerta de Hierro para contar cómo prepara las fiestas navideñas. Una mansión que, a pesar de esta publicidad de la socialité, no será su morada para pasar estas fechas tan familiares, como así ha ocurrido desde hace ya varios años.
Unas fechas que, tal y como se refleja en el documental y ha declarado la filipina a los medios que acudieron a la presentación, han estado marcadas por el que ha sido su último marido: Miguel Boyer. No su último amor, que fue el Nobel Vargas Llosa,
"La mayoría de las Navidades, casi todas, las hemos pasado en la casa de Puerta Hierro, hasta que el pobre Miguel se murió. Pero incluso cuando estaba enfermo ha podido disfrutar aquí de las Navidades con nosotros", declaraba ante los medios. Preysler afirmaba que el hecho de que Boyer estuviera presente en tantas Navidades en familia había logrado que la sombra de su figura prevaleciera en estas fechas, incluso años después de su muerte.
No obstante, estas Navidades serán diferentes para Isabel Preysler. Y es que tampoco tendrá a su lado al escritor Mario Vargas Llosa, el que fue su pareja durante ocho años hasta que en enero de este 2023 se anunciaba su ruptura.
El primer marido de la socialité filipina, el cantante Julio Iglesias, se puso en contacto con su exmujer tras conocer la ruptura, tal y como informan fuentes de su entorno a elcierredigital.com. “Le dijo que no se preocupara, que le llamara si le necesitaba y que contara con él”, cuentan las citadas fuentes.
Sin tener hoy en día ningún romance a la vista, la socialité ha afirmado que las Navidades las pasará “en familia, en Miami. Todos juntos” y que se encuentra “muy feliz, con mucha paz”. Unas Navidades que pasará rodeada de sus hijos y nietos, los que ha tenido a lo largo de sus varias relaciones.
Desde elcierredigital.com hacemos ahora un repaso de los romances de la socialité filipina.
Los inicios de su relación con Julio Iglesias
Isabel y Julio se conocieron inicialmente en una fiesta homenaje a Manuela Vargas, la famosa bailaora musa del pintor Salvador Dalí, celebrada en casa de Juan Olmedilla. Allí surgió el flechazo. Su cara de niña, su fragancia (siempre se perfuma en el último momento) y su esbelta figura (es más alta de lo que aparenta) impresionaron de entrada al cantante, transmitiéndole un encanto especial.
Julio Iglesias no tardaría en enamorarse de la filipina a pesar de que en aquel momento le resultaba fácil rodearse de espléndidas mujeres. Era el soltero de oro, con muchas admiradoras. Pero sería en otra fiesta, celebrada en la primavera de 1970 en uno de los antiguos pabellones de la Feria del Campo de Madrid, que daba la conocida familia bodeguera gaditana de los Terry y organizada por el popular relaciones públicas navarro, Julio Ayesa Echarri, donde se consumó el intento.
Fue en las navidades de 1970, al regresar de sus compromisos en Argentina, cuando Julio Iglesias comentó a sus más allegados que se casaba "deprisa y corriendo". La pareja había tardado sólo seis meses en formalizar el contrato nupcial. El anuncio de la boda fue todo un bombazo, incluso para las familias de ambos, bastante conservadoras y católicas, que tenían preparados mejores planes para cada uno de ellos por separado. En Filipinas, la familia ejerce una gran influencia en la educación de las hijas así como en la elección de su matrimonio o en el tipo de trabajo al que tienen que acceder.
A los padres de Isabel les pareció una auténtica locura que su hija se uniera a un simple cantante de forma tan precipitada —nadie sospechaba que en su cuerpo pudiera estar gestándose un bebé—. Y a los padres de Julio, aunque tenían la esperanza de que estas nuevas responsabilidades sirvieran de revulsivo a su hijo para renunciar a sus aspiraciones en el mundo de la canción y proseguir su carrera de Derecho, también "Isabelita" les parecía muy poco.
El problema siguiente radicó en buscar el sitio idóneo para que el compromiso tuviera repercusión pero que no levantara demasiado revuelo. La principal obsesión de Julio Iglesias era que no afectara a su carrera musical hacia el estrellato, aunque no pretendía que nadie dudara de su amor.
Boda, hijos y separación
El lugar escogido para celebrar la ceremonia fue el pueblo toledano de Illescas, a unos 40 kilómetros de Madrid. Ni muy lejos, ni muy cerca. La pareja se casó el 20 de enero de 1971 en un día de lluvia torrencial y de ambiente frío en las calles, no así dentro de la iglesia, templada con el calor de los asistentes.
Siete meses después de su boda, el 3 de septiembre de 1971, nació su primera hija, María Isabel, conocida como Chábeli, en el Hospital Nuestra Señora de Cascais, en Portugal.
Con el tiempo, el distanciamiento físico entre Isabel y Julio se hizo cada vez más habitual y constante. Y aunque el matrimonio pasaba menos tiempo junto, sus encuentros eran pasionales. Así, Isabel se quedó embarazada dos veces más albergando la esperanza de que ello representara el regreso definitivo del hombre a quien entonces amaba. Pero eso nunca ocurrió. Nacieron sus dos hijos varones: Julio José, el 25 de febrero de 1973; y Enrique Miguel, el 8 de mayo de 1975. Desde entonces sus tres hijos ocuparon todo su tiempo.
La filipina no tardó mucho tiempo en darse cuenta de que algo fundamental en el matrimonio se había perdido y le complacía saber que ella aún podía enamorar a otros hombres. No quería continuar más con aquella relación. La separación era ya vox populi. En 1978 la anunciaron públicamente.
Carlos Falcó, el segundo marido de Isabel Preysler
Fue precisamente a finales de los 70 cuando Isabel Preysler conoció al que se convertiría en su segundo marido: Carlos Falcó. Así contaba la socialité en las memorias que escribió para la revista ¡Hola! cómo se conocieron: “Empecé a salir con un grupo de amigos. Un día me invitaron a una sesión privada de la película Fiebre del Sábado Noche. Estábamos unas veinte personas y, entre ellas, Carlos Falcó, con quien coincidí poco después en una cena. Cuando entré en la casa vi la sorpresa pintada en el rostro de Carlos. Sonreímos divertidos por la coincidencia, no se separó de mí en toda la noche. Hablamos, entre otras cosas, del Safari Park, le comenté que a mis hijos les encantaban los animales y prometió enviarme una invitación y un plano. Una semana más tarde me invitó a visitar su Safari Park. Tuvimos tiempo de charlar largo y tendido. Descubrí que lo que más me gustaba de él era su sentido del humor, su refinada educación y su cortesía. Empezamos a vernos con más frecuencia. Un buen día, al llegar a casa, comprendí que entre los dos había nacido una atracción mayor. Entonces le dije que debíamos andar con cuidado, porque a mí me seguía la prensa a cualquier sitio que fuera”.
Cada día que pasaba, la extremada amabilidad y la delicadeza de la filipina estimulaban más a Carlos Falcó, un personaje elegante, educado, de gran caballerosidad, con un destacado papel de seductor y con facilidad para enamorase de bellas mujeres. Por aquellas fechas, año 1978, este aristócrata tenía novia oficial, la joven Sandra Gamazo, sobrina del conde de Gamazo e hija de Pimpinella Hohenlohe y de Claudio Gamazo. Muy pronto abandonó a la glamourosa Sandra para caer rendido ante la dulzura de Isabel Preysler.
Los periodistas de entonces contaban cómo Carlos Falcó salía a veces metido en el maletero del coche de casa de Isabel, en la calle San Francisco de Sales, para que no pudiera ser visto por los fotógrafos que ya hacían guardia en la puerta. Su relación era el runrún de Madrid. La clase aristocrática comenzó a culpar a la filipina y a sentenciar que lo único que pretendía Isabel era un título nobiliario.
Pero eso no mermó el declarado interés del marqués por casarse con ella. Así, el domingo 23 de marzo de 1980, contraían matrimonio, esta vez con absoluta discreción, en la pequeña y antigua capilla de la finca familiar de “Casa de Vacas”, en Malpica de Tajo (Toledo). Siete meses antes de la boda, Isabel había conseguido la nulidad de su matrimonio con Julio Iglesias gracias al Tribunal Eclesiástico de Brooklyn, en Nueva York (EEUU).
El nacimiento de Tamara y los inicios de Isabel con Boyer
Pocos meses después del primer aniversario de boda llegó a sus vidas una nueva hija a la que pusieron por nombre Tamara Isabel, a quien su madre llama familiarmente Tami, sus hermanastros Tamarik y el servicio doméstico del marqués definía como “la Presyler chica”. Fue el 20 de noviembre de 1981 cuando vino al mundo. El nacimiento de Tami sirvió para reforzar a la pareja, cuya unión conyugal empezaba a dar señales de debilidad.
En 1984 empezaron a surgir los primeros rumores en los medios de comunicación sobre una posible separación, que ellos desmintieron rápidamente. La convivencia había desgastado ya su primer impulso amoroso. Habían nacido dudas no deseadas. El marqués de Griñón quiso creer que se trataba de una crisis pasajera de la que saldrían ambos reforzados con nuevas ilusiones para continuar. Pero no fue así.
Ya en su vida había aparecido otro hombre, doce años mayor que ella (le gustan los hombres maduros) que acabaría rendido ante su encanto y fragilidad, aun estando casada con el aristócrata. Se trataba de Miguel Boyer Salvador, súper ministro de Economía, Hacienda y Comercio en el primer gobierno socialista de Felipe González. Isabel ya no viajaba con su marido y los trayectos al extranjero del marqués para promocionar sus vinos eran una buena ocasión para cerrar sus encuentros secretos con el político socialista. El matrimonio se rompió finalmente en 1985.
Miguel Boyer e Isabel Preysler
En la primavera de 1982 Miguel Boyer e Isabel Preysler sellaron el inicio de su relación. Fue en un encuentro “casual” en las famosas lentejas de Mona Jiménez, un ágape que esta periodista hispana peruana, cuyo nombre verdadero es Ana María Jiménez Vásquez de Velasco, organizaba en su domicilio madrileño de Capitán Haya. Esa reunión gastronómica servía de lugar de encuentro de una curiosa y singular casta política, donde se debatía sobre temas de actualidad mientras que la anfitriona aprovechaba para vender sus antigüedades. Allí, quincenalmente, acudían intelectuales de izquierdas y de derechas, aristócratas, artistas y periodistas a reflexionar sobre una nueva España.
Boyer acudió al encuentro con su todavía mujer, Elena Arnedo. Isabel Preysler lo hizo en compañía de su entonces marido, Carlos Falcó y Fernández de Córdova, a quien no le gustaba dejarla mucho tiempo a solas. Desde este primer encuentro, los dos matrimonios coincidieron en otros tantos eventos y la amistad entre ellos surgió. Precisamente esta amistad fue el caldo de cultivo perfecto para que surgiera el amor y la pasión entre Isabel y Miguel.
Los rumores, dimes y diretes, y los actos públicos en los que Isabel y Miguel aparecían juntos, hicieron que la convivencia del ministro socialista con su esposa, Elena Arnedo, desembocara en una situación insostenible en la casa familiar de Maestro Ripoll. Las relaciones entre ambos se deterioraron por completo. Miguel Boyer se vio obligado a dejar la vivienda conyugal, tras la drástica decisión de su todavía mujer de expulsarlo.
El último día del mes de julio del año 1985, Miguel Boyer firmaba ya con Elena Arnedo la solicitud mutua de divorcio.
Fue en el verano de 1987 cuando Isabel conseguía oficialmente el divorcio del marqués de Griñón, con el que estaba casada en separación de bienes, quedando el camino libre para su tercer matrimonio que se materializó pocos meses después, el 2 de enero de 1988, en plenas fechas navideñas, aprovechando que todos los hijos de Isabel habían llegado a España desde la casa de Julio Iglesias en Miami (Estados Unidos). Fue una boda íntima en el Registro Civil de Madrid, y en régimen de separación de bienes. Se celebró a las nueve de la mañana de un sábado, un hecho excepcional al ser un día inhábil para estos menesteres en los Juzgados. Ninguno de los hijos de ambos estuvo presente.
Junto a Miguel Boyer tuvo una hija más: Ana Boyer Preysler. Fue el 18 de abril de 1989 cuando vino al mundo y se convirtió en el gran alivio y la mayor satisfacción posible para un Miguel Boyer un tanto desequilibrado a costa de tanta turbulencia vivida. Era el quinto hijo para Isabel y el tercero para él, quien ya tenía por entonces dos nietos. La filipina dio a luz en la clínica Ruber Internacional, situada en el noreste de Madrid. La misma donde fue ingresado Boyer tras el derrame cerebral sufrido en febrero de 2012 y donde falleció dos años más tarde, en 2014, debido a una embolia pulmonar. Tras su muerte, Isabel quedó viuda y desolada.
Mario Vargas Llosa, una relación de 8 años que se remontaba al año 1986
Fue precisamente en el año 2015, unos meses después de la muerte de Boyer, cuando la revista ¡Hola! publicó una portada que sacaba a la luz la relación entre el escritor hispano-peruano Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler.
Mucho se ha especulado sobre cómo empezó la relación entre Isabel y Mario. Lo cierto es que se conocían desde mediados de los años ochenta cuando la filipina hacía entrevistas pagadas a precio de oro para ¡Hola!. Por la grabadora de la ex de Julio Iglesias pasaron nombres como Clint Eastwood, Robert Redford, su amiga Carmen Martínez-Bordiú o el propio Iglesias. Cuando entrevistó al escritor, este estaba trabajando como profesor invitado en la Universidad de Princeton en New Jersey (Estados Unidos) y preparaba el estreno en Madrid de la obra de teatro La Chunga, a mayor gloria de Nati Mistral.
Isabel Preysler se trasladó a Estados Unidos para entrevistar al escritor y, parece ser que el autor de La fiesta del chivo quedó encantado con la entonces marquesa de Griñón. El verano siguiente el matrimonio Vargas Llosa coincidió con Isabel y Miguel Boyer en el primera visita de la pareja del momento a Marbella, un año después de la dimisión del ministro y de la separación de Isabel de Carlos Falcó. Entre Boyer y el autor surgió rápidamente una amistad.
En 1990 la pareja fue protagonista de un rumor cruel detrás del cual muchos vieron la sombra de José María Ruiz Mateos, que se la tenía jurada al matrimonio Boyer desde la expropiación de Rumasa en 1983. Se habló de un intento de suicidio por parte del exministro después de haber descubierto una infidelidad de su mujer con el escritor. El rumor pronto quedó desmentido y el nombre de Vargas Llosa dejó de asociarse al de Isabel Preysler hasta meses después de la muerte del político.
Según contarían años más tarde, fue en una de las fiestas de Porcelanosa donde surgió el amor. Preysler y Mario compartieron hotel en habitaciones contiguas. El antiguo interés de Mario por Isabel se despertó y el autor de La casa verde aseguró a sus amigos: “Esta vez no voy a esperar treinta años”.
Desde esa portada en junio de 2015 mucho ha llovido. Los primeros tiempos de la pareja, como siempre ha sucedido con los cambios sentimentales de la Preysler, fueron de una presión mediática casi insoportable. Todo lo que hacían saltaba a la prensa. El mundo literario, tan cotilla y pagado de sí mismo como el del corazón, también entró en el ruedo. Las guerras de escritores son un clásico de nuestra cultura y fueron muchos los enemigos del autor de La ciudad y los perros los que se apuntaron a hablar del romance entre la sorpresa, la ironía y la mala leche.
Isabel Allende los calificó como "el chisme del momento" y Jaime Bayly, el peruano al que muchos consideraron durante años como el verdadero heredero de Vargas Llosa, escribió para un periódico estadounidense un artículo lleno de (brillante) veneno en el que hablaba de una conversación con su madre en la que le explicaba que Mario “se había ido con la mamá de Enrique Iglesias” y concluían que “deberíamos enviarle unas flores a Patricia[Llosa, la exmujer del Nobel]”. Además, confesaba que su relación con su maestro se rompió porque “una mujer nos separó”. Bayly en su día fue muy cercano a un familiar del Nobel y el fin de esta amistad supuso, de facto, el fin del padrinazgo literario del escritor.
Después de ocho años de relación, la pareja anunciaba su separación a principios de 2023 tras los rumores que se difundían desde finales de 2022. Desde entonces, se ha intentando relacionar a la socialité con otros hombres. No obstante, parece que estas Navidades el amor que rodeará a la Preysler será el de su familia.
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