Un hombre armado entró la tarde del viernes en el complejo municipal de Virginia Beach, en el estado de Virginia (Estados Unidos) y abrió fuego indiscriminadamente. El balance oficial es de doce muertos y seis heridos, de los que no trascendió en qué estado se hallaban. El pistolero también falleció a consecuencia del fuego cruzado con los agentes.

El Hospital General Sentara de Virginia Beach confirmó en su cuenta de Twitter que recibieron a cinco de los heridos y que el sexto fue trasladado en helicóptero al Hospital General Sentara de Norfolk.

Los motivos no estaban claros. Sí ha trascendido, según explicó en rueda de prensa el jefe de la policía Jim A. Cervera, que el autor fue un trabajador de estas dependencias que conocía bien el lugar.

Conocía perfectamente el edificio

El jefe de Policía le definió como “un empleado con muchos años de trayectoria en estos servicios públicos” y que conocía perfectamente el edificio. En concreto, accedió al edificio número dos de las instalaciones y lo recorrió planta a planta sembrado la tragedia. Todavía muchos se preguntaban cómo era posible que “sólo” hubiera once muertos, ya que el fatídico resultado podría haber sido mucho peor.

“Este es el día más devastador en la historia de Virginia Beach”, lamentó el alcalde Bobby Dyer. “Las víctimas son personas a las que conocemos, nuestros amigos, compañeros de trabajo, vecinos, colegas”, remarcó el alcalde. En términos similares se expresó el gobernador de Virginia, Ralph Northam. “Este es un día terrible, terrible”, dijo visiblemente emocionado ante las cámaras. “Me encuentro totalmente abatido por esta masacre, por los familiares”, añadió.

Uno de los policías que afrontó al agresor salvó su vida gracias a llevar el chaleco antibalas, y recibió varios impactos de balas.

Edificio sin control de armas

Virginia es uno de los estados en que se permite llevar armas. En el edificio no había ningún tipo de detector de metales.

Megan Banton, una de las empleadas, estaba en esa segunda planta cuando el supervisor escuchó un ruido y les indicó que todos debían ir a su oficina. El ruido continuó. Al menos una veintena de personas se acurrucaron en el suelo y bloquearon la puerta colocando mesas. “Seguimos escuchando los tiros. Nos mantuvimos inmóviles”, recaló. Había compañeros que no pudieron contener el llanto. Otros guardaron silencio. “Nunca te puedes imaginar que esto te puede pasar”, confesó Banton.