La pandemia de COVID-19  fue declarada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 30 de enero de 2020, condición que se mantuvo hasta el 5 de mayo de 2023, cuando la OMS decretó el fin de la emergencia sanitaria. Desde entonces cientos de mascarillas están situadas en lugares donde son consideradas residuos y han llegado al medio natural, donde no sólo representan una amenaza de infección para las personas, también plantean un desafío de carácter ambiental.

Si no se depositan en lugares adecuados, estas mascarillas podrían llegar a terrenos baldíos, barrancas, ríos, drenajes, entradas de agua en las depuradoras y hasta los océanos, contaminando el ambiente por varios años.

Las mascarillas son unos productos que antes de la pandemia apenas utilizábamos, y que durante la misma estuvieron presentes en nuestro día a día. Este objeto sanitario se ha convertido en un nuevo residuo que no siempre sabemos dónde depositar. El 30 de julio del 2020, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico inició una campaña institucional para evitar el abandono de residuos higiénico-sanitarios en entorno naturales.

'Vertederos' de mascarillas caducadas o sin usar

En ciudades como Madrid, Alicante o Sevilla se ha alertado en los últimos meses de la aparición de 'vertederos' de mascarillas sin usar. Por otra parte, cada vez más operarios de recogida de residuos advierten de la presencia al alza de bolsas de basura llenas de mascarillas caducadas.

Un estudio estima que, desde el comienzo de la pandemia, se han utilizado más de 129.000 millones de mascarillas faciales en todo el mundo cada mes y la mayoría de ellas son mascarillas desechables hechas de microfibras de plástico, lo que puede provocar unos importantes problemas y daños en la naturaleza.

Este elemento de protección, sobre todo las que son de un solo uso, suele estar fabricado con polipropileno, un material plástico que proviene de combustibles fósiles. Esos materiales se convierten en fibras que se superponen para crear una tela no tejida (TNT), también llamada non woven, ya que está formado a partir de fibras sin tejer. Esto deja pequeños agujeros imperceptibles a simple vista, por lo que el tejido es transpirable y cómodo.

Mascarilla tirada en un bosque madrileño.

Lo habitual es que las mascarillas quirúrgicas consten de tres capas, para asegurarse de que la filtración del aire se realice en ambas direcciones. Estas, en el tiempo se descomponen en micro plásticos que puede afectar de múltiples formas tanto a la flora como a la fauna e incluso acabar en el océano.

Las mascarillas pueden liberar más plásticos más rápido que los plásticos a granel, como las bolsas de supermercado. Cada minuto se tiran tres millones de mascarillas a la basura en el mundo. Se producen ya más mascarillas que botellas. Las últimas estimaciones calculan que se producen tantas mascarillas desechables en un mes como botellas de plástico, unos 43.000 millones al mes. Unas cifras enormes que advierten de la necesidad de adoptar medidas para su gestión correcta y evitar daños en el medio ambiente.

Actualmente, no existen pautas oficiales sobre el reciclaje de mascarillas, lo que hace que sea más probable que se eliminen como desechos sólidos sin un tratamiento adecuado de este tipo de residuos.

En el mercado hay tres tipos de mascarillas quirúrgicas según su diseño. Están diferenciadas de las higiénicas por la normativa EN14683:2019, EN14683:2005 y ASTM F2100 (USA) y la directiva 93/42/EEC. Pero, además, llevan un indicativo mostrando si son de tipo I, II o IIR. Estas pueden tardar hasta 400 años en descomponerse y por ello, se han convertido en un grave perjuicio para el medioambiente.

Mascarilla quirúrgica junto a otros residuos.

Desde finales de enero de este año el uso de la mascarilla no es obligatorio en ningún espacio, incluidos hospitales o centros sanitarios,  las infecciones respiratorias han bajado considerablemente en los últimos meses  ponérsela es una acto voluntario.

El proyecto LIBERA, creado por SEO/BirdLife en alianza con Ecoembes, quiere recordar a la sociedad a través de su campaña #NoAbandonesTusGuantesYMascarillas la importancia de ser responsables en la gestión de estos nuevos residuos y que siempre acaben en la papelera o contenedor de resto y no en el suelo de entornos urbanos, o naturales.

De no actuar así, las mascarillas podrían convertirse en una nueva tipología de 'basuraleza' y generar un impacto ambiental.  La Fundación Reina Sofía, que colabora con LIBERA desde hace tres años, se une también a este llamamiento para aumentar la concienciación de la sociedad en torno a este nuevo residuo.