Como ya hiciera Pablo Iglesias, de Podemos, en las elecciones Generales de 2015, Illa se dedica a mencionar todo lo que no funciona en Cataluña, como si fuera un político populista dice lo que la gente quiere oír. De su gestión en Sanidad para luchar contra la pandemia, se olvida, aunque es cierto que tampoco hay mucho de lo que alardear a tenor de los resultados de la tercera ola del COVID.

Sabe, que sus probables socios en la nueva legislatura le pondrán difícil la legislatura al gobierno de coalición nacional si su discurso se hace más beligerante contra el independentismo. Lo mejor para él es seguir en el plano discreto, si pretende ser útil para Pedro Sánchez en Madrid.

El tiempo de Iceta ya estaba agotado. Ahora Illa llega con carácter renovador pero debe proponer soluciones y su programa está vacío. Se mueve en un constante equilibrio difícil de prolongar en campaña. Criticar lo que no funciona (sin acusar especialmente a nadie) pero sin proponer medidas que puedan enfadar o recibir respuesta por parte de ERC y JxCat.