Una buena cantidad de ciudadanos está convencida de que nos gobiernan seres perversos. Es bueno, por tanto, recurrir a los sabios, ese referente que nos orienta hacia lo que debería ser, pero no es. Hay quien está muy preocupado por la catadura moral de los que están dirigiendo nuestro presente poniendo en riesgo el futuro de una sociedad repartida entre indolencia y desesperación. Quedan al margen los bolsillos hipotecados, que tanto hacen por los que retribuyen su adhesión inquebrantable y suelen ver la paja en ojo ajeno y nunca la viga en el propio.

Intentan perpetuarse en lugar principal para colaborar en la visión ideológica que marcan sus líderes carismáticos. Ningún grupo político, desgraciadamente, puede asegurar que tiene el corral limpio de polvo y paja. Es más, cuando alguno alardea de pasados inmaculados, bien podrían callarse ante la amalgama de desgracias que ha protagonizado o colaborado en su perpetración. Algunos se llaman independientes cuando no son más que pesebreros apuntados al reparto.

Hay demasiada gente en la política aprovechándose de los demás, ese pueblo al que todos dicen servir, coartada falaz para llenarse los bolsillos o facilitar recursos públicos con los que labrarse bien el bancal. La corrupción es una lacra que debería resultar recompensada con mayor rigor, porque no hay por dónde cogernos. Malditos sinvergüenzas asegurando el mañana poniendo en riesgo la de otros. Parte de la ciudadanía piensa y dice que esos manirrotos nos están cambiando el mobiliario social con prisa y sin reparos.

Trabajo sucio para transformar el lugar donde vivimos y convertirlo en un despropósito, que supondrá un reto remodelarlo. Hay quien está convencido de que los que detentan actualmente el poder no hacen más que regularizar votantes agradecidos, que ponen las manos para recibir dinero sin ningún interés por trabajar. Hay que moverse rápido para que muchos extranjeros se conviertan en españoles, como una buena cantidad de personas que hayan cumplido los dieciséis años para modelarles su inquietud ideológica, caldo de cultivo de la manipulación.

También habrá quien piense que los actuales rectores del poder hispano solamente actúan en clave electoral para eternizarse en la posibilidad de canjear nuestras vidas por su modelo social, esa democracia de nuevo cuño, que imperan en las naciones menos democráticas. Hay quien abjura abiertamente de la democracia occidental, ya contrastada. Y los clásicos, que inventaron los modos de organizar la sociedad adaptando su pensamiento filosófico, eso que ahora no está de moda, para seguir avanzando y mejorando hasta alcanzar niveles de bienestar generalizadamente aceptados, trataron sobre el buen gobernante.

Probablemente, nuestros actuales mandatarios no se han preocupado de buscar ejemplos del bien hacer y comportarse. Han aprendido, y bien, el decir para no hacer o mentir mucho para vencer. Lo desconcertante es que hayan podido protagonizar nuestras vidas usando de malas artes y malmetiendo sin pudor. Platón, Aristóteles, Plutarco, Isócrates, Jenofonte, Cicerón, Séneca y Tácito, entre otros, escribieron y completaron el modelo a seguir, muy alejado de lo que conocemos en estos días. Hasta Cervantes dedicó bastantes renglones para que Don Quijote aconsejara a Sancho en su aventura de gobierno falsificado.

El resumen actualizado sería reconocer como buen gobernante al que no se sitúa por encima de la ley para anteponer su interés a la honra. Debe pensar en todo su pueblo con sabiduría y bondad. Los gobernantes honrados agradan a los ciudadanos. No es justo distinguir por razón del lugar donde residan atendiendo igual a un madrileño, vasco, catalán o andaluz. No puede engañar a los ciudadanos para tener votos. El liderazgo se basa en servir poniendo su saber, fuerza y tiempo a favor de todos. No ha de ser avaro ni codicioso. Ser instruido, humilde y rodearse de personas iguales. No puede sentirse superior, porque corre el riesgo de convertirse en un autócrata o dictador. Es importante que aporte al cargo armonía, moderación, inteligencia, virtud y ejemplo.

Un gobernante sabio, o rodeado de ellos, no suele cometer errores. No es bueno hincharse como la rana que deseaba igualarse con el buey. Ahora, como ejercicio mental saludable, hagamos comparaciones, superando previamente el descontaminador de prejuicios, y busquemos similitudes entre algunos personajes que detentan el poder en España con el vetusto compendio, que supone un paradigma del buen gobernante.