Las tarjetas de crédito han crecido de forma imparable en el último lustro. Por un lado, lo han hecho por una mejora en la solvencia de los ciudadanos. Esto permite que la ratio de aprobaciones haya sido más alta que en los primeros años tras la crisis. Pero no solo eso, también ha sido la entrada de nuevos operadores en la comercialización de tarjetas, con una política comercial más agresiva con una gran ventaja, poder contratar una tarjeta sin tener que cambiar de banco.

Gracias a esto, han ocupado posiciones que habían dejado los bancos tradicionales abandonadas en aras de un control excesivo del riesgo. En esta coyuntura llegamos a la situación actual: más facilidad de conseguir dinero al existir más tarjetas, pero también un mayor riesgo por mayor dificultad de pago.

Una herramienta útil para financiar que requiere su control

 

¿Es peligroso para España tantas tarjetas? Sin existir límites sobre el número de tarjetas por el usuario ni una normativa de uso responsable del crédito al consumo puede potencialmente serlo.

Utilizar sus posibilidades de financiar y fraccionar compras de forma flexible es una herramienta que puede ser útil, pero siempre manteniendo un nivel adecuado de crédito y buscando optimizar lo que pagamos, es decir, que los intereses sean los menores posibles.

Qué no se debe haer

Pero en el otro extremo están los que pueden verse abocados a un mal uso o planificación y que muchas veces tiene el reflejo más claro en tener un gran número de tarjetas y llevarlas al límite, pagar la mínima cuota por esta deuda (que apenas cubre los intereses y no disminuye la deuda), y contratar y empezar a operar con una tarjeta nueva que generalmente lleva a comenzar una nueva espiral perniciosa de complicadas consecuencias para el ciudadano. 

Aquí resumimos dos puntos clave:

Disponer de un crédito tan alto en el que podemos pagar una cuota tan baja es una combinación muchas veces peligrosa. Podemos cargar compras, por encima de nuestras posibilidades de pago y al pagar esta cuota mínima abonar sólo intereses o muy poco capital. Al seguir acumulando compras con esta forma de pago, el resultado es que más temprano que tarde se llegará al límite de la tarjeta, pagando más intereses y creando una deuda difícil de pagar.

Por un lado, empieza a ser más común disponer efectivo o el ingreso en cuenta bancaria de parte del crédito de la tarjeta, lo cual permite, entre otras cosas, poder hacer frente a pagos de deudas ya contraídas. También, posibilita, por supuesto, seguir comprando y acumulando deuda. En definitiva, que se deba cada vez más a no ser que haya un incremento de ingresos que posibilite pagar la misma, y a tipos elevados. No olvidemos que muchas tarjetas tienen un interés de más del 20% TAE.

Qué debe hacer

Si no ha realizado un control adecuado de gasto y te encuentras en esta situación, incrementar la deuda con nuevas tarjetas es la peor de las hipótesis como hemos visto, ante esto, hay que optar por distintas alternativas, muchas de estas de forma combinadas.

Aunque el mejor consejo, de nuevo, es la prevención, es decir, hacer buen uso de la tarjeta de crédito financiando lo que verdaderamente se pueda pagar sin usar cuotas mínimas, en el caso de llegar a una circunstancia extrema, huye siempre de más endeudamiento, especialmente, acumular más tarjetas.