Durante varias décadas, Imran Khan (69) ha sido considerado como un héroe para el pueblo. Como jugador de críquet y capitán de la selección consiguió que el equipo del país ganara por primera y única vez la Copa del Mundo de 1992. Ese año se retiró por la puerta grande y comenzó sus roces políticos. Poco a poco fue escalando hasta convertirse en agosto de 2018 en el 22º primer ministro de la República Islámica de Pakistán. Sin embargo, a principios de este mes una moción de censura en el Parlamento le destituyó del poder.

Las consecuencias derivadas de la Covid, la depreciación de la rupia, la inflación en unas cotas inimaginables y el aumento de la deuda han sido motivos más que suficientes para que su imagen pública se mancillara. Pero aún queda la esencia de aquel joven de media melena morena, cuerpo atlético, 188 cm de altura y una mirada seductora que ponía cardiacas a las féminas de la elite londinense en las décadas de los ochenta y los noventa.

Literalmente, quemó las noches. Su primera conquista fue Emma Sergeant, hija del inversor y empresario Patrick Sergeant (98), que se encargó de presentarle a las socialités más importantes. Los clubs más emblemáticos de la capital inglesa se desvivían por tenerle como cliente, aunque no bebiera alcohol por ser musulmán. Allí se codeaba con los mejores linajes, entre ellos, los Marlborough, los Blandford, los Beaufort o su amigo Mark Shand, hermano de Camilla, duquesa de Cornualles. Todas las jóvenes querían desposarse con él pero solo una le ganó el corazón: Jemima Goldsmith.

Imran Khan y Jemima Goldsmith.

Una noche cualquiera de 1994 había acudido a uno de los clubs privados más exquisitos del mundo, Annabel’s, denominado así en honor a la esposa del empresario Mark Birley, lady Annabel Vane-Tempest-Stewart (88), perteneciente a la aristocrática casa de los marqueses de Londonderry. Lady Annabel era íntima amiga de Imran Khan, por lo que no dudó en presentarle a su hija, Jemima, de 20 años, fruto de su relación con su amante y futuro esposo, el milmillonario Sir James Goldsmith, a quien se le estimaba una fortuna entre 1.200 y 2.000 millones de dólares cuando murió a los 64 años en 1987 en Benahavís (Málaga).

Merece la pena hacer un impás sobre la vida de este hombre odiado y venerado prácticamente a partes iguales por vanagloriarse de tener poder y ejercer presión donde más le convenía. Heredero de la gran fortuna de los Goldschmidt, familia de judíos alemanes cuyos orígenes se trazan hasta el siglo XV. En 1954, con 20 años, pegó un braguetazo con la hija de Antenor Patiño, el rey del estaño, María Isabel Patiño y Borbón, de 17 años (su madre fue María Cristina de Borbón y Bosch-Labrús, III duquesa de Dúrcal, que heredó el título gracias a que su pariente Alfonso XII se lo había otorgado a su familia), que fallecería de una hemorragia cerebral mientras dormía a los pocos meses del enlace, por lo que tuvieron que practicarle una cesárea para sacar a la heredera, Isabel. Se casó dos veces más y compartió a la última esposa con su amante, Laure Boulay de la Meurthe (70), biznieta de Isabel de Orléans, para quien compró la empresa que editaba la revista francesa Point de Vue (Biblia rosa de las monarquías) para que pasara el rato.

A los pocos meses de conocerse, Imran y Jemima se comprometieron y en 1995 se casaron. Se llevaban veintidós años, pero no importaba. El adonis deportista amaba a la socialité heredera de una vasta fortuna. Tuvieron dos hijos, Sulaiman Isa (25) y Kasim (23). La familia pasó gran parte de su tiempo en su casa de Lahore, al noreste de Pakistán, donde recibieron en más de una ocasión a su íntima amiga la princesa Diana de Gales. Cuando regresaban a Londres era habitual verlos con la princesa del pueblo, a quien profesaban un gran cariño y devoción. Tanto es así que Jemima trabajó como asesora en la quinta temporada de The Crown que terminó abandonando porque no estaba de acuerdo con la imagen que se daba de Lady Di.

Imran y Jemima se divorciaron amigablemente en 2004. Ironías de la vida, las respectivas parejas de ambos habían sido parejas entre sí. Hablamos de los actores Hugh Grant y Elizabeth Hurley. Tras estos flirteos, el ex deportista y político se casó en dos ocasiones más. La segunda fue con la periodista paquistaní Reham Khan (49), en 2015. Apenas estuvieron juntos diez tormentosos meses y tras el divorcio ella se vengó con una autobiografía en la que explicaba los coqueteos con las drogas de Imran, sus relaciones homosexuales y la existencia de hasta cinco hijos ilegítimos. En 2018 se casó con Bushra Bibi (47), que se convirtió en primera dama a los seis meses del enlace.