Minutos antes del comienzo de la representación, el Director de La Scala anunciaba al público asistente la indisposición de Elina Garança y su sustitución por la española Soraia Hernandez, anuncio acogido con una calurosa ovación. Y no es de extrañar  ya que el idilio entre la soprano madrileña y los milaneses viene ya de lejos, cuando el maestro Ricardo Chailly, Director musical de La Scala, invitó a la soprano como Prima Donna del acto anual más importante de la lírica italiana: la apertura de la temporada del teatro milanés, en Diciembre del 2018. 

Su interpretación del papel de Odabella de la ópera Attila fue un rotundo éxito y su proyección internacional, desde entonces, no para de crecer. Ese día se convirtió en la primera soprano española de la historia que inaugura la temporada de La Scala y la segunda cantante española junto a la inolvidable mezzo Teresa Berganza.

El elenco de la ópera Cavalleria Rusticana tras su función en el teatro de La Scala de MIlán

Su presencia en el templo de la ópera mundial se repitió al año siguiente con el papel de Tosca y Gioconda en el año 2022. “La Diva de nuestro siglo”, como la definió Monserrat Caballe su tutora y maestra,  medalla de oro de las bellas artes en 2021 y Oscar de la lírica a la mejor soprano del año 2021, mostró anoche  las mejores cualidades de su vocalidad de soprano lírico dramática en el papel  de Santuzza, una mujer destrozada por los celos en una Italia rural, atosigada por la religión y el honor mancillado.

Considerada un referente en personajes y desarrollos dramáticos, como Medea, lady Macbeth o Leonora en el Trovador, abordó su Santuzza de la Cavalleria  con su espectacular caudal de voz (algo definitivo en este teatro por sus dimensiones de foso ) y una entrega sin límites, demostrando una capacidad interpretativa que lleva al espectador al centro de la escena, hasta cortar el aliento. 

Imagen del lleno del teatro de La Scala de Milán con la ópera Cavalleria Rusticana

Su timbre dramático posee un centro brillante y redondo, que hizo rendirse al público milanés asombrado con su capacidad de hornear a la medida ese registro tan amplio, que resulta admirable por lo equilibrado y consistente, tanto en los graves como en los magníficos agudos.

La noche resultó completa con la presencia del americano Brian Jagde, un tenor lírico spinto, de voz potente y mucha emotividad en su línea de canto. Fabulosa su interpretación mesurada y convincente de un turiddu descarnado. En el foso, dirigiendo ese ‘Rolls-Royce’ que es la orquesta y coros de La Scala, se encontraba Giampaolo Bisanti, director italiano, ya consagrado en las lides del directorio operístico y que sacó todas las prestaciones  y brillos de una partitura bellísima y trágica a la vez, compuesta  por el maestro de Livorno en tan solo dos meses.