“Se me está revolviendo el estómago con tanta boca”. Aquellas palabras fueron pronunciadas por Antonio Alcántara, patriarca de la serie Cuéntame como Pasó, durante el estreno de la película erótica Garganta Profunda en 1984 en la Sala X ubicada en la madrileña Calle del Pez. La inauguración de aquel espacio fue toda una revolución en España, pues atrás quedó la censura impuesta en el cine español durante la Dictadura Franquista, en la que era impensable visionar en los cines una película de cualquier contenido de índole sexual.

La apertura de las Salas X en España tuvo lugar gracias a la Ley del cine, más conocida como Ley Miró. En octubre de 1982 el Partido Socialista ganó las elecciones generales y por aquel entonces, Pilar Miró era una de las mejores directoras de cine del país. Había dirigido cintas como El Crimen de Cuenca (1979) o Hablamos esta noche (1982). La victoria del PSOE trajo cambios y uno de ellos fue el nombramiento de la cineasta como nueva directora general del cine.

La cineasta Pilar Miró.

Gracias a la nueva legislación, la madrileña impulsó un notable cambio en el panorama cinematográfico. Le otorgó importancia a películas de carácter experimental en detrimento de las películas de ciencia ficción, terror o de aventuras, es decir, películas de carácter y público más general. Otra de las novedades de la nueva ley fue que los recursos económicos destinados a la producción de una película se percibirían previamente al rodaje y no tras el estreno en las salas. 

Por supuesto, la directora eliminó cualquier restricción en cuanto a los contenidos, creó el ICAA (Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales) y nacieron los acuerdos entre Televisión España y las productoras cinematográficas. Aunque una de las novedades de la Ley Miró fue la inauguración de las Salas X que, hoy en día, han desaparecido.

Las Salas X, una inauguración revolucionaria

La mayoría de los asistentes a la inauguración de las Salas X fue público masculino. Las mujeres estaban escandalizadas (incluso las más “modernas”). Fue a finales de 1977 cuando el Gobierno de Adolfo Suárez creó la clasificación S para aquellas películas que, por razones diversas aunque normalmente contenido sexual o fuerte violencia, pudieran afectar a la sensibilidad de los ciudadanos. Esta clasificación era exclusiva de España.

Ya con los socialistas en el Gobierno, en febrero de 1984, la Dirección General de Cinematografía otorgó la concesión de las Sala X a 22 locales, aunque la institución recibió 94 solicitudes en total.

Los míticos Cines Abra ubicados en Bilbao se convirtieron en Sala X.

La capital contaba con ocho salas, mientras que en Barcelona, Sevilla, Alicante, Valencia y Palma se abrieron dos y solo una en Almería, Granada, Lérida y Zaragoza. En cualquier caso, las colas fueron kilométricas y el público masculino pero variado, desde un señor con boina y bastón a un joven con vaqueros y chupa de cuero. 

Las salas, que debían de contar con un rótulo luminoso para indicar a los asistentes el espacio, contaban con unos requisitos particulares. Podrían instalarse solo en aquellas ciudades que contaran, al menos, con tres salas convencionales abiertas de manera ininterrumpida, es decir, que fueran de sesión continua. Y en cuanto a sus peculiaridades, las salas X tenían que ofertar 200 butacas. Cabe recalcar que las salas X no recibían ningún tipo de subvención o protección estatal.

El declive de las “salas porno”

A pesar de que la apertura de estas salas fue una auténtica revolución, bien por el morbo de ver una película de contenido erótico en una sala donde años antes se habían emitido cintas como Casablanca (1942), Operación Cabaretera (1967) o Manolo La Nuit (1973) o bien por participar de aquella explosión de ver libremente la sexualidad en una gran pantalla, el éxito fue efímero. 

Los formatos Betamax o VHS estaban en auge y en España comenzaron a abrirse los primeros videoclubs en los que los clientes podían escoger las películas y llevárselas a casa. Por lo que muchos aficionados a las películas que se proyectaban en Salas X optaban por alquilarlas en los videoclubs. De hecho, el declive de estas salas comenzó a finales de la década de los ochenta.

Una de las salas X en Sevilla.

La llegada de internet, la comercialización de los DVD y la posterior apertura de los sex shops dinamitaron la pusilánime supervivencia de las últimas salas. A partir del año 2012, algunas de las salas que habían acogido colas kilométricas comenzaron a echar el cierre y fue el pasado mes de marzo cuando el cine valenciano de la calle Cuenca, 64 echó el cierre de manera definitiva.