Entre los días 20 y 23 de abril, tuvo lugar la feria taurina de San Jorge en la Plaza de Toros de la Misericordia de Zaragoza. En la primera jornada tuvo lugar la corrida de Tristán Barroso, Cristiano Torres y Fran Fernando con seis novillos de Jiménez Pasquau. El 21 de abril tuvo lugar la corrida con tres toros de Álvaro Núñez y tres de Daniel Ruiz para Talavante, Juan Ortega y Roca Rey. En la última jornada de la feria, era turno de seis toros de Ana Romero para El Cid, Borja Jiménez y Clemente.

A pesar del ambiente festivo y de celebración, la jornada del 23 de abril dejó un sabor amargo por las denunciadas "duras represiones policiales" contra los aficionados. Tres de ellos fueron expulsados del coso taurino y algunos de los asistentes aseguran que "las protestas eran totalmente lícitas y justificadas".

Como estrella de cartel, Roca Rey regresó a Zaragoza siete años después y abrió la Puerta Grande. El diestro peruano salió a hombros tras cortar dos orejas al último toro del festejo de la segunda jornada de corridas. Juan Ortega se llevó oreja y oreja y Talavante se fue de vacío. Sin embargo, esta segunda jornada fue objeto de crítica debido a los toros presentados en la corrida, que fueron muy protestados.

Según el relato de uno de los asistentes a elcierredigital.com, "todo fue a peor en la tercera y última corrida de la feria el pasado martes", donde se debía presentar una ganadería santacolomeña.

Cartel de la feria taurina de San Jorge.

Este asistente narra que “el primer despropósito de la corrida fue que el hierro titular solo lidiaba cinco toros y se remendaba la corrida con un “toro” de Cuvillo. Primera cuestión, ¿Cómo puede remendar una corrida de Ana Romero un toro de Cuvillo? Lo lógico y, sobre todo, lo que marca la categoría de una empresa, hubiera sido que el remiendo fuera otro toro santacolomeño. La empresa sabrá que muchos de los aficionados que pagaron su entrada lo hicieron por ver la ganadería”.

Según denuncia, “lo más grave del caso es que el remiendo de Cuvillo sustituía a un toro perfecto de hechuras, muy en el tipo Buendía, que quedó desechado y excluido de la corrida. El remiendo de Cuvillo saltó a la arena en segundo lugar, un animal sin ningún trapío, con hechuras de buey, totalmente impresentable, ya no para una plaza de primera, sino para cualquier plaza de Toros. Era un animal más propio de las calles de un pueblo que de tener el honor de lidiarse en el bicentenario coso zaragozano”.

La expulsión de la plaza de tres aficionados

Ante esta situación, el asistente y varios sectores de la plaza decidieron protestar con fuerza durante toda la lidia de este toro. “Además el comportamiento del animal fue totalmente ovejuno, un animal que poco tuvo que ver con un Toro de lidia, las protestas arreciaron y más sabiendo lo que había quedado en los corrales excluido y sustituido por semejante escombro”, indica el asistente. Las protestas fueron a más y bajo su criterio, “totalmente justificadas, y lo que es más importante, totalmente lícitas”.

Fue en este punto cuando tuvo lugar el incidente en cuestión. Entre tanta protesta aparecieron nueve agentes de la Policía Nacional en las localidades de tres aficionados para solicitarles que abandonaran la plaza con el argumento de que estaban alterando el orden público.

"El ganadero me contó que habían desechado al mejor toro de la corrida y metieron a un ‘toro’ desechado de Cuvillo. Era un toro inválido y por ello decidí protestar como he hecho tantas veces en todos estos años que he ido a corridas. En un momento dado grité “mata esa burra” y en ese momento vino la Policía Nacional a por mi mujer, mi sobrino y yo y nos invitaron a irnos de la plaza. Nos pidieron que nos identificásemos porque nos iban a proponer para sanción", indica el aficionado.

Plaza de toros de La Misericordia.

El asistente narra que “la primera reacción fue de estupor, de negarme a abandonar mi localidad sin haber cometido ninguna irregularidad, los agentes nos pidieron que nos identificásemos y de nuevo nos sugirieron, ahora ya con el tono más subido, que abandonásemos la plaza, nos acompañaron hasta la salida y en ese paseo hasta la puerta la conversación con los agentes subió de tono, alguno de ellos con una actitud totalmente chulesca e intimidatoria y al final dijeron que ellos se limitaban a cumplir órdenes”.

El aficionado observa, “mi indignación es no poder ir a una plaza de toros a demostrar lo que me está pareciendo la corrida. Es increíble que nos echasen por no estar conformes con la corrida. Protestar en las plazas de toros es algo que se ha hecho siempre, además, solo hay que mirar el resto de espectáculos. En el reglamento taurino existe la posibilidad de que expulsen a un aficionado de la plaza por alterar el orden público, lo que implica que se impida el desarrollo normal de la lidia, cosa que yo no hice. Han coartado mi libertad de expresión”.

“Llego a la conclusión de que, o te gusta todo lo que pasa en la plaza y aplaudes todo, o si no, te callas. La dictadura del buenismo también ha llegado a las plazas de toros,  cuando no hace mucho tiempo se decía que una corrida de toros era el espectáculo más democrático que existía, donde todo el mundo podía expresar su opinión libremente, pues se acabó, o estás a favor de obra o te callas. No me imagino yo a nadie que vaya a un buen restaurante a comerse un buen besugo, que salga el besugo podrido y se lo tenga que comer sin rechistar o quedarse sin comer, eso sí, pagado a precio de oro”, concluye el asistente expulsado de la plaza.