Este domingo 4 de julio se cumplen 245 años de la firma de la Declaración de la Independencia de Estados Unidos en Filadelfia, hecho que se conmemora como fiesta nacional. Y es que, aunque el proceso revolucionario ya estaba en marcha, la Declaración de Independencia se considera acta fundacional de una nación que ha marcado nuestra historia contemporánea y actual.

Desde ese momento hasta la Paz de París de 1783, que oficializó la independencia de las Trece Colonias Norteamericanas, transcurrieron siete duros años. De este periodo de tiempo, siguiendo esencialmente esa lógica de que la historia la escriben los vencedores, se han glorificado episodios bélicos como Trenton, Princenton, Saratoga o Yorktown y las figuras de los Padres Fundadores como George Washington, Thomas Jefferson o John Adams.

Pero la realidad es muy distinta. La Guerra de la Independencia Norteamericana no fue ni mucho menos tan idílica, ni tampoco fue siempre una guerra de liberación contra un ejército extranjero, sino que en muchos casos fue una brutal guerra civil.

Un enfrentamiento en el que la ayuda extranjera también fue fundamental y esta no solo fue francesa, encabezada por el Marqués de La Fayette, sino que se hizo imprescindible la ayuda de otras naciones como las Provincias Unidas o España, con figuras tan relevantes como Bernardo de Gálvez o Juan Manuel Cagigal y Monserrat.

Tampoco generó una sociedad igualitaria, sino que dejó muchos problemas abiertos. Para muchos, el paso de una unión confederal a otra federal, sancionada en la Constitución de 1787, fue algo cercano a un “golpe de estado” donde el equilibro entre derechos de los estados individuales y los del Estado federal estallaría un siglo más tarde en la Guerra de Secesión.

Las cicatrices de la Independencia. Desperta Ferro.

Si hay una obra reciente que rompe con buena parte de la historiografía clásica sobre el proceso de Independencia de Estados Unidos es Las cicatrices de la Independencia de Holger Hoock editado por Desperta Ferro.

La obra es tan rigurosa como amena, con una riqueza de fuentes abrumadora, en la que nos cuenta como la Revolución Americana no fue una lucha de todo un pueblo contra los británicos, sino en muchas ocasiones una guerra civil entre rebeldes y lealistas tories, en la que los episodios de violencia mutua se repitieron durante toda la contienda. Así, si muchos lealistas acabaron saliendo de las colonias tras la guerra, ya sea en Europa o fundando el Canadá Británico (Alto Canadá), atrás quedó un reguero de actos crueles por ambos bandos, entrando en juego otros lazos económicos y esencialmente sociales.

En este mismo sentido, las dos grandes minorías, indios y población afroamericana, fueron igualmente perjudicados. En el caso de los primeros, los iroqueses, tradicionales aliados de los británicos, continuaron siéndolo en este conflicto civil y sufriendo por ello las iras de los “rebeldes” antes y después del conflicto (la guerra de Pontiac es un claro ejemplo). Mezclándose en todo caso el odio al rival, pero también el deseo de apoderarse de sus tierras al oeste de los Apalaches.

Esta crueldad se extendió a la población afroamericana, en la que no solo se rompieron las promesas de libertad, en el sur y a la marginalidad en el norte. Un claro elemento previo de lo que sería justamente el boom de las grandes plantaciones y las tensiones norte-sur que se incrementaron en el siglo XIX.

En definitiva, nos encontramos con una obra rompedora, pero profundamente documentada y minuciosa, que nos muestra toda la crueldad de una guerra y de unos inicios nada idílicos de la nación que ha marcado política e históricamente los dos últimos siglos.

Bernardo de Gálvez. Alianza Editorial

Bernardo de Gálvez ha sido una figura hasta hace poco muy desconocida en España, aunque es cierto que diferentes libros e incluso exposiciones han puesto en valor en los últimos años a uno de los “héroes de la independencia”, como así lo consideran en Norteamericana.

Esta última obra, Bernardo de Gálvez, de Gonzalo M. Quintero publicada por Alianza Editorial, enriquece enormemente el conocimiento del que fue gobernador de la Luisiana y como tal, principal ariete de la ayuda militar directa que prestó España a las Trece Colonias en los años de conflicto. Su defensa de Nueva Orleans, las campañas en el Misisipi, sus conquistas de Mobile y especialmente Pensacola, recuperando la Florida Occidental para la Corona Española, desviaron muchas fuerzas británicas del teatro principal. Gonzalo M. Quintero nos hace un relato minucioso, con una documentación abrumadora, en el que no se quedan fuera los conflictos internos que tuvo que también lidiar Bernardo de Gálvez.

Todo ello el autor nos lo sitúa en el contexto general de vida de Bernardo de Gálvez, desde sus orígenes en Málaga hasta ocupar el cargo de Virrey de México, con lo que conseguimos comprender su forma de actuar, su forma de pensar y nos sumergimos en el personaje y en el momento histórico.

España en La Florida (1512-1821). Dykinson

Este mes de julio también se cumple un aniversario “redondo”, los 200 años del Tratado Onis-Adams por el que España entregó La Florida a Estados Unidos. Un hecho también desconocido por muchos, que gracias a la magnífica obra España en La Florida (1512-1821). Tres siglos de presencia en tierras norteamericanas de Ignacio Ruiz Rodríguez que ha editado Dykinson nos permite tanto recordar, como su propio título indica, los más de 300 años que España controló estas tierras que bloqueaban la expansión inglesa y que ayudaban a controlar una de las vías de entradas al Caribe y al Golfo de México.

La forma de hacerlo es muy enriquecedora. Por un lado, expone los diferentes hechos históricos de forma cronológica, desde la llegada de los primeros exploradores, la fortificación con la creación de San Agustín (que tiene el estatus de ser la primera ciudad construida en Norteamérica) como respuesta a los intentos de los hugonotes franceses de formar una colonia, el breve lapso en el que pasó a manos británicas tras la Guerra de los Siete Años, su recuperación, la tensa relación con los Estados Unidos independientes y el Tratado Onis-Adams.

Pero por otro lado, más allá de realizar un completo monográfico de una parte tan desconocida de la presencia española en América, la obra se aproxima a los temas de forma horizontal. Aspectos militares, comerciales, sociales, la relación con la población indígena o con las colonias norteamericanas que desde el siglo XVII hicieron frontera y fueron expandiéndose a su costa, se abordan de forma amplia y detallada.

El resultado es un gran monográfico de 589 páginas repleto de información útil que hará las delicias de quien quiera conocer la historia completa de la presencia española en La Florida de forma total, o de cualquier investigador que desee centrarse en aspectos más concretos.