El antiguo Teatro Arango de Gijón ya ha abierto sus puertas. Sin embargo, no lo ha hecho para retomar su anterior ocupación. Es otra cultura la que a partir de ahora albergarán sus paredes, la de la comida basura. Se ha convertido en el Burger King más grande de la ciudad asturiana.

El Grupo Nalón, principal franquiciado regional de Burger King, ha firmado un contrato de arrendamiento a largo plazo con la comunidad de bienes propietaria del inmueble. Un contrato que vincula a ambas partes por más de 20 años. Los empresarios abrieron al público el restaurante el miércoles 3 de abril, pero un día antes tuvo lugar la inauguración oficial con presencia institucional y, también, de algunos de los responsables de la multinacional en España

El nuevo Burger King del Arango cuenta en su espaciosa planta baja con una zona de juegos infantiles, además de las instalaciones del propio restaurante. La fachada del antiguo teatro cuenta con una nueva iluminación para resaltar su belleza, ya que el Grupo Nalón quiere convertir este restaurante, el décimo que abrirá en Asturias, en un referente. Se han limpiado de grafitis todos los accesos y cierres del edificio antes de la inauguración, además de colocar nuevos rótulos.

El edificio del Arango tiene protección parcial en la actualización del catálogo urbanístico de 2010. Su uso principal es terciario y su interior fue totalmente modificado en 2006 cuando Corporación Dermoestética abrió su clínica, para la que se gastó cerca de dos millones de euros y que acabaría cerrando a principios de 2015.

La del Arango no es la única obra que tiene en marcha el Grupo Nalón en Gijón. También avanzan a pleno rendimiento los trabajos de construcción del Auto King, restaurante con servicio para coches, en una parcela de Anselmo Solar, en Viesques. La fecha de apertura será el 30 de abril.

Indignación en AMIThe

Desde AMIThE (Asociación Nacional de Amigos de los Teatros Históricos de España) muestran su malestar con que, un vez más, un teatro con historia sucumba a la ley del mercado inmobiliario. “Son espacios históricos no solo por su fachada y estructura que es hasta donde se comprometen las administraciones. Lo importante de un teatro aparte del edificio en sí es el uso que se le da y el hecho cultural en sí” explican desde la asociación.

“Nuestra pelea con la Administración es esa y engañan a la sociedad con eso de que mientras se comprometan a no modificar la fachada y en el caso de Madrid el volumen, ya vale. Y no. Con eso no es suficiente. Es como si una Iglesia la arreglan, pero deja de cumplir su función espiritual. Eso a todos nos parecería inconcebible pues con la cultura debería pasar lo mismo. Debería estar protegida”, afirman. “Es tristísimo ver como un teatro se convierte en una tienda. Los teatros no deberían estar sujetos a las especulaciones del mercado inmobiliario. Si a Zara no le compensa un determinado inmueble lo cierra y abre en otro sitio, no tiene más consecuencias, pero en el caso de un teatro es perjuicio social y cultural” rematan.

El teatro dejó de funcionar en 1999 y, a pesar de los intentos de Manuel Fernández Arango, propietario del 22%, por volver a ponerlo en funcionamiento, no fue posible conseguir la financiación necesaria para adaptar el edificio a la normativa sobre seguridad.

En este contexto, Corporación Dermoestética llegó a un acuerdo con los propietarios del cine para readaptarlo de forma parcial y darle nuevos usos, algo que está permitido, siempre que se respeten sus elementos fundamentales. Ahora, tres años después de la que clínica estética cierre sus puertas el teatro pasará de albergar espectáculos teatros a dispensar hamburguesas.