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Multitud de personas cargando un ataúd en una plaza de toros con un retrato en blanco y negro de un joven vestido de torero en la esquina inferior izquierda
SUCESOS

'El Yiyo', 40 años de una muerte en directo: La intrahistoria del torero madrileño

José Cubero falleció el 30 de agosto de 1985 tras sufrir una mortal cornada de Burlero en la plaza de Colmenar Viejo

El 30 de agosto de 1985, la tauromaquia perdió a uno de sus jóvenes prodigios: José Cubero Sánchez, conocido como “El Yiyo”. A sus 21 años, este torero madrileño fue mortalmente corneado por el toro Burlero en la plaza de toros de Colmenar Viejo. La noticia, anunciada por la Cadena SER a las 21:30, conmocionó a España entera. El Yiyo, nacido en Burdeos pero criado en el barrio de Canillejas, ya se había ganado un lugar privilegiado entre los aficionados por su estilo clásico, temple y valentía.

Yo le había visto torear días antes de la tragedia en la plaza de Tarazona de La Mancha, junto a Ortega Cano y un novísimo César Rincón.

Dos toreros interactúan con un toro en una plaza mientras varias personas observan desde las gradas
La cogida que acabó con la vida de “El Yiyo” | Archivo

Burlero, el toro que mató a El Yiyo, era negro, astifino, marcado con el número 24 y pertenecía a la ganadería gaditana de Marcos Núñez, encaste Veragua e Ibarra. Aunque no era especialmente grande ni fuerte, sí estaba lleno de casta. Originalmente destinado a la plaza de Albacete, un cambio de última hora lo llevó a Colmenar.

Además, El Yiyo no debía torear ese día; sustituía a Curro Romero, quien se retiró del cartel alegando una lesión cervical. La coincidencia con la muerte de Paquirri, ocurrida 11 meses antes en Pozoblanco, acentuó el dramatismo:.El Yiyo había estado en ese mismo cartel y fue quien mató al toro Avispado, de Sayalero y Bandrés, que hirió mortalmente a Paquirri.

Quién fue El Yiyo

José Cubero nació en Burdeos en abril de 1964, hijo de Juan y Maite. Su padre, pintor y torero aficionado, se encontraba trabajando en Francia. Aunque nacido fuera, El Yiyo siempre se consideró madrileño del barrio de Canillejas.

Desde muy joven mostró interés por el toreo, poniéndose delante de erales con apenas 8 años. Ingresó en la vieja Escuela de Tauromaquia de Madrid, situada en El Batán y dirigida por Martín Arranz y Tomás Redondo, su futuro apoderado. Allí destacó junto a Lucio Sandín y Julián Maestro, formando el cartel de los “príncipes del toreo”, también conocidos como “maletillas sin hambre”. Compartió aprendizaje con figuras como Carlos Cancela y José Miguel Arroyo “Joselito”.

El documental Tú solo, dirigido por Teo Escamilla, capturó la esencia de estos jóvenes toreros, incluyendo escenas icónicas de El Yiyo y Joselito. Entre 1978 y 1979 torearon juntos en 74 becerradas por España y Francia, soñando con fama y fortuna.

Joven torero vestido con traje de luces en una plaza de toros llena de espectadores
José Cubero Sánchez, conocido como “El Yiyo” | Twitter

El Yiyo tomó la alternativa el 30 de junio de 1981 en Burgos, con apenas 17 años, en una corrida televisada junto a Ángel Teruel y José María Manzanares. Su estilo clásico, temple, elegancia y afición lo posicionaron rápidamente como una promesa del toreo.

Su consagración llegó en la Feria de San Isidro de 1983, en la que salió dos veces a hombros. No figuraba en los carteles, pero las ausencias de figuras, como Roberto Domínguez,  le abrieron espacio. Toreó tres tardes, cortó cuatro orejas y fue proclamado triunfador absoluto. También brilló en la corrida de Beneficencia junto a Luis Francisco Esplá.

Durante las temporadas de 1984 y 1985, El Yiyo actuó en casi 70 corridas por año, triunfando en las principales ferias de España y América. Su estilo clásico y su valentía lo consolidaron como una figura emergente para liderar el toreo de los años 80 y 90. Pero ocurrió la tragedia de Colmenar.

Fuera de los ruedos, El Yiyo había comprado un terreno en La Moraleja, uno de los barrios más exclusivos de Madrid, con el sueño de construir una gran casa —una “casoplón”— donde vivir con los suyos. Todo lo que ganaba se lo daba a sus padres, que le pasaban una “pensión” de 5000 pesetas mensuales.

Un apoderado de casta a su lado

Tomás Redondo Chies fue una figura clave en la carrera de El Yiyo. Nacido en 1935, se convirtió en su apoderado en 1979, cuando el joven torero aún era alumno de la Escuela de Tauromaquia.

Redondo, juguetero madrileño con experiencia en el mundo del bingo, era un verso libre dentro del sistema taurino. Se enfrentó a las grandes casas como Chopera y Canorea, apostando por la independencia y la autenticidad.

Tras la muerte de El Yiyo, Redondo quedó profundamente afectado. Aunque intentó seguir vinculado al mundo taurino, apadrinando a otros toreros como el hermano de El Yiyo, Sánchez Cubero, y al francés Richard Milian, nunca logró superar la pérdida. El 10 de julio de 1989 fue encontrado ahorcado en un apartamento de la plaza de los Mostenses, en Madrid. Tenía 54 años.

El día de su cogida mortal

El 30 de agosto de 1985, El Yiyo llegó a Madrid de madrugada desde Calahorra, donde había toreado el día anterior. Su apoderado le había cerrado una corrida en la Feria de los Remedios de Colmenar Viejo, en sustitución de Curro Romero, que se cayó del cartel alegando una lesión cervical en Linares.

Esa mañana, Yiyo se alojó en el Hotel Palmi de Miraflores de la Sierra, en la habitación 103, la misma que ocupó en Pozoblanco el día de la muerte de Paquirri. Fumó un cigarrillo antes de vestirse, ayudado por su inseparable mozo de espadas “Chocolate”. Luego, su padre lo bajó en su BMW blanco a la cercana localidad de Colmenar Viejo, junto a su apoderado.

Allí compartió el paseíllo con Antoñete y José Luis Palomar. El sexto toro de la trágica tarde, Burlero, de Marcos Núñez, salió con bravura, y El Yiyo realizó una faena vibrante, de las mejores de su carrera. Tras una estocada entera después de un pinchazo, el torero sonrió a la barrera mientras los pañuelos pedían la oreja. En ese momento, el toro se arrancó y lo enganchó por la pierna izquierda, lo volteó y, ya en el suelo, lo corneó por la axila izquierda, levantándolo en el aire durante segundos escalofriantes.

Edificio de varios pisos con balcones y un letrero que dice Residencia Palmi Tercera Edad
El Hotel Palmi de Miraflores de la Sierra donde se alojó El Yiyo | El Cierre Digital

El Yiyo cayó sin vida, pero alcanzó a decirle a su peón: “Pali, me ha matao”. Fue llevado a la enfermería, ya muerto, por su cuadrilla, con los ojos vueltos en blanco. El doctor Javier de la Serna confirmó la rotura cardiaca. La herida no sangraba externamente, pero era letal.

El juez ordenó el levantamiento del cadáver a las 10 de la noche. El cuerpo fue trasladado a su domicilio en la misma camilla de la plaza y hacia la calle del Bósforo 30, piso 7, en Canillejas. En el trayecto, el coche mortuorio paró en una gasolinera a repostar y un fotógrafo sacó varias instantáneas dramáticas. Al llegar a casa, el cadáver fue subido lentamente por la escalera del edificio, envuelto en una manta y sobre la camilla de la enfermería. Fue depositado en el comedor de la vivienda, donde se vivieron escenas desgarradoras.

Se improvisó una capilla ardiente en la iglesia Virgen del Camino, por donde pasaron más de 3.000 personas. El entierro se celebró el 1 de septiembre. El cortejo fúnebre hizo una parada a las 5 de la tarde en la plaza de Las Ventas, donde el féretro dio una vuelta al ruedo entre ovaciones. Luego fue llevado a hombros hasta el Cementerio de La Almudena, donde fue enterrado en la fosa 3AAA-H 8 A, en un entierro caótico. Una tragedia familiar y popular que desbordó todo.

La muerte de El Yiyo fue noticia de impacto nacional. La Cadena SER, con Miguel Ángel Moncholi, dio la primicia. El programa Informe Semanal, emitido por TVE el 31 de agosto de 1985, dedicó un especial conmovedor al torero fallecido. El reportaje incluyó imágenes inéditas de la cogida, testimonios de compañeros y escenas del velatorio y entierro. Fue uno de los episodios más recordados del programa y recibió elogios y premios por su sensibilidad y profundidad. Hoy no se hubiera podido grabar así.

También surgieron voces críticas desde el movimiento antitaurino. Algunas cartas publicadas en El País lamentaban más la muerte del toro que la del torero, cuestionando el espacio mediático dedicado al suceso.

Un torero joven sonríe y levanta los brazos en señal de triunfo mientras viste un traje de luces en una imagen en blanco y negro
José Cubero Sánchez, conocido como “El Yiyo” | Fundación Toro de Lidia

Se erigieron monumentos en su honor. En Madrid, frente a la puerta grande de Las Ventas, se colocó una escultura de bronce de cinco metros, obra de Luis Sanguino. En Colmenar Viejo, el escultor Manuel Pereda de Castro levantó otro monumento en la explanada de la plaza de toros.

Además, desde noviembre de 2021, la Escuela de Tauromaquia de la Comunidad de Madrid lleva oficialmente el nombre de Escuela Taurina José Cubero “Yiyo”. Ubicada en la Venta del Batán, en la Casa de Campo, esta institución forma a más de 100 alumnos cada año, enseñando no solo el arte del toreo, sino también valores como el esfuerzo, la humildad, la lealtad y el respeto.

El Yiyo no solo fue un torero valiente y elegante en el ruedo, sino también un joven con fuertes convicciones. Tenía una personalidad firme, reservada pero decidida, y no dudaba en expresar sus ideas. En una corrida celebrada en Bilbao, se negó a brindar un toro al entonces presidente del Gobierno Vasco, Carlos Garaikoetxea, alegando que no brindaba a enemigos de España. Este gesto, que causó polémica, reflejaba su carácter directo y su visión del país, en un momento de alta tensión política.

Su apoderado, Tomás Redondo, compartía esa independencia de criterio. Ambos se enfrentaron abiertamente al sistema taurino tradicional, dominado por las grandes casas como Chopera, Canorea y Choperitas.

Redondo apostó por una gestión libre, sin ataduras, confiando en el talento de El Yiyo y en su capacidad para ganarse cada contrato en el ruedo. Esta postura hizo que el camino estuviera lleno de obstáculos, pero también de autenticidad. Torero y apoderado formaron un tándem que desafiaba las normas establecidas, guiados por la pasión, la lealtad y el compromiso con sus principios.

El Yiyo, “príncipe del toreo” y “maletilla sin hambre”, descansa en el panteón de los grandes de la tauromaquia. Su historia es la de un joven humilde, enamorado, valiente y soñador, que vivió intensamente y murió como vivió: con entrega total, purificando con su sacrificio el mito del toreo. Gloria y muerte de un torero.

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