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Hombre con gafas y traje frente a una portada de la revista Interviú con el titular "Ardanza: El diálogo con ETA no arreglaría nada".
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La verdad sobre el Lehendakari Ardanza: creía que dialogar con ETA no arreglaría nada

La periodista Maite Arnáiz recuerda su entrevista al fallecido presidente vasco del PNV, homenajeado esta semana.

El Lehendakari José Antonio Ardanza fue despedido este miércoles a los acordes del Agur Jaunak, en su última salida por la puerta de Ajuria Enea, el lugar que guarda entre sus muros los catorce años de la vida política de un hombre definido como “honesto, buena persona, pacifista y abertzale”. Destacando su legado  por la convivencia, su trabajo por la recuperación económica en unos momentos convulsos y sobre todo, por su empeño en la erradicación de ETA, que le llevó a  conseguir firmar el llamado Pacto de Ajuria Enea con la unión de todos los partidos políticos  a excepción, como era de esperar, de la izquierza abertzale.

Conocí a Ardanza al poco tiempo de su llegada a la Lehendakaritza, en una reunión de amigos comunes, en Elorrio, su pueblo natal. Me pareció un hombre serio, pero cordial.

En esa reunión de amigos, no quise ejercer de periodista ante una conversación distendida, aunque prudente, pero me sirvió para la entrevista que le hice para Interviú ocho meses después de su llegada a Ajuria Enea. Era octubre y hacía un tiempo magnífico, tanto que me dijo que lo había “disfrutado el fin de semana en la caravana que tenía estacionada en la ría de Gernika”, a la que hacía escapadas, "ya menos frecuentes” muy a su pesar.

Ese día, el escenario era distinto, estábamos en el palacio presidencial y la conversación tenía otro matiz; él sabía que tenía enfrente a la periodista. Creo que todavía estaba aterrizando en una pista resbaladiza, posiblemente más de lo que él pensó que encontraría al llegar a ocupar el cargo impuesto por su partido, el PNV, tras la salida de Carlos Garaikoetxea, por la puerta de atrás de Ajuria Enea.

Un grupo de personas vestidas de uniforme rojo lleva un ataúd cubierto con una bandera, mientras otras personas observan y rinden homenaje en una ceremonia solemne frente a un edificio.
El féretro con José Antonio Ardanza, sale de Ajuria enea, ante su familia y el Lehendakari Urkullu. | El Cierre Digital

Ardanza llegaba de una vida tranquila, de ejercer de abogado en la asesoría jurídica de la Caja Laboral Popular y se encontró con el huracán político que le iba a privar de su libertad: “Es lo que más echo en falta. Esta vida es muy complicada”. Se acabaron las escapadas a la caravana, porque la seguridad le obligaba. ETA estaba al acecho. Fueros años terribles en los que no se vislumbraba la paz, aunque ya se empezaba a hablar de diálogo y le hice la pregunta clave…

¿Un diálogo con ETA facilitaría las cosas? Fue rotundo y me puso en bandeja el titular de portada: “El diálogo con ETA, no arreglaría nada". Hizo un silencio que no rompí intencionadamente, porque intuí que era solo una pausa. Y acerté.

“Si hubiera una voluntad de diálogo en ETA, habría que saber, exactamente, para qué quieren ese diálogo y, en ese momento se plantearía claramente el siguiente dilema; saber si ese diálogo lo quiere ETA solo para resolver sus problemas de exiliados, de abogar por su gente en las cárceles…”  Estaba claro. Quise saber si el sillón en el que estaba sentado, que parecía tan cómodo, le resultaba a veces incómodo…

Personas de luto alrededor de un ataúd cubierto con una bandera.
Garaikoetxea ante el féretro de Ardanza; detrás Urkullu. | El Cierre Digital

No hubo duda en la respuesta: “Pues mire, yo en los ocho meses que llevo en Ajuria Enea, evidentemente he pasado por momentos de tensión, pero creo que todas las personas solemos tener mecanismos neutrales a través de los cuales al final procuras únicamente recordar lo positivo. Y a mí, la verdad es que se me pasan muy rápidas todas las cosas negativas; no soy rencoroso. Hay muchos momentos de tensión, de dificultad de disgusto, pero eso luego no suele contar. Cuando haces balance, lo único que te cuenta es que has conseguido hacer y das por bien hecho todo lo que te haya tocado sufrir”.

No sé si la respuesta correspondía a un hombre frío. Ardanza tenía esa fama y lo asumía: “Eso dicen y yo creo que sí y eso es bueno para todo, para mi cargo y para tener un equilibrio personal. Yo soy como soy antes de mi cargo; es un problema de educación".

La labor de José Antonio Ardanza en la lucha contra ETA

José Antonio Ardanza, padeció los asesinatos de ETA en Eukadi y no se ocultó en los funerales por las víctimas, fuesen del color político que fuesen. Pero sí recuerdo, especialmente, su cara desencajada y la huella de haber llorado, en la despedida al Sargento Mayor de la Ertzaina, asesinado por ETA el 22 de noviembre de 1993,  Joseba Goikoetxea, con el que Ardanza tenía una relación muy cercana.

Aquella entrevista para Interviú, transcurrió por los cauces de la actualidad, tanto estatal como autonómica. Publicarla en su integridad no tendría sentido, por eso rescato parte de sus rasgos personales y lo que para Ardanza era fundamental; su trabajo por conseguir el exterminio de ETA empezando por lo más difícil, poner de acuerdo a los políticos para firmar ese Pacto de Ajuria Enea, marcando el camino. Tuve un gran aprecio por él y nunca me pareció distante. Era un hombre atrapado en algo que nunca habría imaginado, la falta de libertad, por lo que esta frase suya, que repitió en la conversación, tiene un gran sentido: “ Soy un hombre que no tiene libertad, y si algo echo de menos es eso precisamente; moverme en libertad”.

Dos personas conversando en un jardín con árboles y césped.
José Antonio Ardanza junto a Maite Arnáiz. | El Cierre Digital

Otro de los rasgos de su personalidad era la naturalidad: “Creo que se nota cómo soy. Si estuviera haciendo un papel distinto me estaría reprimiendo y se notaría. No me gusta la notoriedad, a mí no me importa que se me vea, al lehedakari no hace falta verle, hace falta sentirle, saber que está haciendo un trabajo que, en definitiva, debe ir en provecho de los demás. Yo tengo mi rumbo y mi norte muy claramente marcado”.

Sin duda era un hombre centrado, que no necesitaba la notoriedad y, aparte de la dificultad de su cargo era su hombre feliz: “Yo tengo una vida interior muy rica, vivo mucho reflexionando y no necesito notoriedad ni aplausos. Siempre he estado escapando de todo eso. Me autoalimento a mi mismo con el círculo reducido en el que me muevo a gusto; mi familia mis aficiones. No necesito más y si tengo que dejar la política pues ese día seré feliz porque podré volver a mi vida con mis hijos, ir libremente al monte, mi vida bohemia que, en ocasiones también me gusta. Podré coger mi caravana y pasearme por Portugal, por Andalucía”. Le gustaba Andalucía y eligió Marbella para sus escapadas. En los años posteriores a su cargo, me lo encontré varias veces en Marbella, por la mañana temprano, andando por el paseo marítimo, donde tenía una vivienda. Yo entrenaba para hacer el Camino de Santiago y, siempre me decía lo mismo…:“ Tengo que ir al Camino; me da envidia lo que me cuentas”.

Entre estas aficiones de Ardanza estaba el fútbol y no dudó en presidir el Comité de Honor en el Homenaje a Zarra, en 1997. “ Soy zarrista, aunque por razones de edad nunca le vi jugar, salvo en los vídeos que se conservan de la época. Zarra ha sido uno los grandes; se merece ese homenaje y os agradezco la oportunidad que me dáis para presidir ese Comité de Honor y el honor es mío”.

La familia Zarraonandia, le queda eternamente agradecida. Descanse en paz, Lehendakari.

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