Parricidios en España: del crimen de Elche al asesino de la katana
Javier Urra a Elcierredigital.com: los parricidios no tienen explicación racional, el motivo es emocional.
Hace ya unos días se conocían los dramáticos hechos ocurridos en Algoda, una pedanía de la localidad alicantina de Elche. Un chico de 15 años asesinó, con una escopeta, primero a su madre, después a su hermano pequeño, de 10 años, y más tarde a su padre. El adolescente escondió los cuerpos en un cobertizo que utilizaban para guardar tractores y otras herramientas destinadas a labrar la tierra de la finca. Convivió con los cadáveres durante varios días, desde el martes 8 de febrero, cuando cometió los crímenes, hasta el viernes 11, cuando la policía encontró los cuerpos sin vida de la familia.
Según los datos de la investigación, el hecho que desencadenó la ira del joven fue un castigo por parte de su madre. Él, que siempre había sacado buenas notas en el instituto, había comenzado a suspender, así que su madre decidió reprenderle impidiendo que pudiera jugar con la videoconsola y cortando el acceso a internet de su teléfono móvil. Fue su tía materna quien se acercó a la finca a ver qué sucedía tras varios días sin saber nada de su hermana. Allí encontró a su sobrino de 15 años solo y, al preguntarle qué pasaba, el adolescente contestó que había matado a su familia por una discusión por las notas del instituto. La mujer llamó inmediatamente a la policía.
Los motivos del autor
Javier Urra, psicólogo forense y Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid desde 1996 hasta 2001, dice que tras el crimen “mucha gente se planteará si estaba afectado por una enfermedad mental, si fue un brote psicótico” porque “buscan una explicación racional”. Sin embargo, sentencia: “Ya anticipo que no”. “Hay jóvenes que quieren imponer su criterio, que no aceptan la frustración” y que, de repente, un día, “cogen la escopeta de caza, o un cuchillo, o una catana, y se vuelven contra los seres queridos”, asevera Urra.
“Los mató uno a uno. Ha convivido con los cuerpos. Ha callado. Ahora, con su abogado, buscará una explicación, porque hay que buscarla, pero tenemos jóvenes violentos que se vuelven contra los suyos”. Y no hay un motivo racional sino que tiene su origen en las emociones, según el psicólogo forense. “Es emocional. Es de ira, es de cólera, es de odio”, cuenta, y afirma que se suele dar “después de un distanciamiento afectivo”. Habla, además, de que usualmente son jóvenes que parecen “normales en sus relaciones en la calle, pero no así en lo que debiera de ser un hogar”.
En el caso del crimen de Elche, el joven de 15 pudo asesinar a su familia a raíz del castigo de su madre, que le impidió jugar a la videoconsola y acceder a internet desde su teléfono móvil. Quizá podría decirse que las nuevas tecnologías afectan al control de las emociones de los jóvenes.
Adicción sin sustancia
Según la ONG Protégeles, una asociación colaboradora de la Comisión Europea, el 21% de los jóvenes españoles está en riesgo de convertirse en adictos a las nuevas tecnologías y desarrollar nomofobia, la fobia a estar sin el teléfono móvil. Este tipo de adicción es denominado “sin sustancia”, pues no se consume nada tangible, aunque el nombre, quizá, no sea el más acertado, porque según los expertos, las pantallas generan una gratificación instantánea que se traduce en “chutes” de dopamina, y es esto lo que engancha.
La Comunidad de Madrid, en colaboración con la Fundación Recurra-Ginso, de la cual es director Javier Urra, ha creado una guía para padres destinada al correcto uso de las Nuevas Tecnologías en menores de edad. De hecho, en esta misma comunidad autónoma cuentan con un Centro de Adicciones Tecnológicas que atendió, solo en 2020, a 4.456 personas. Esta guía pretende enseñar a los padres a poner límites a sus hijos con respecto al uso de sus dispositivos para así frenar los casos de adicción, que pueden generar depresión y ansiedad, entre otras cosas, y afectar al control de sus emociones.
Otros crímenes similares
Han sido varios los jóvenes que han entrado en la crónica de la España negra de la mano de crímenes brutales que se han grabado en la memoria de todo el país. Es raro que alguien no recuerde algunos asesinatos múltiples como el del ‘Asesino de la Katana’ o el del ‘Descuartizador de Pioz’.
En el primer caso, José Rabadán, que en el año 2000 –cuando sucedieron los hechos– tenía 17 años, mató a sus padres y a su hermana, de 11 años y con síndrome de Down con una katana. El joven tenía contacto con páginas satánicas, e incluso contaba con libros de esta misma temática. El psicólogo forense Javier Urra tuvo la oportunidad de entrevistar a Rabadán en 2017, y asegura que “ha abierto una nueva puerta muy positiva: está casado, tiene una hija, está integrado laboralmente”. Con esto, Urra abre el debate de la posibilidad de reinserción, algo que genera opiniones muy dispares entre la gente.
Patrick Nogueira tenía casi 20 años cuando mató a sus tíos y a sus dos primos de 3 y 1 año, en agosto de 2016. El joven ya contaba con un pasado oscuro en Brasil, su país de procedencia, donde apuñaló a su profesor en el año 2013. Pese a que su tío Marcos conocía estos hechos, acogió al chico en su casa en España. Tiempo después, el joven acabaría con su vida y la del resto de su familia. Este caso es uno de los más espeluznantes, pues Nogueira fue capaz de acabar con la vida de sus familiares, uno a uno, degollándolos y dejando que se desangraran hasta la muerte. Después, descuartizó los cuerpos de sus tíos y los metió en bolsas de basura. Los cuerpos de los pequeños los metió en bolsas también aunque no los descuartizó.
El crimen es impactante, sobre todo, por la frialdad con la que actuó Patrick Nogueira, quien fue relatando todo a su amigo Marvin Henriques por WhatsApp. Se hizo fotos con los cadáveres, se jactó de los asesinatos y, por supuesto, no mostró un ápice de arrepentimiento. De hecho, tras cometer el crimen y limpiar la sangre y los restos, durmió en la vivienda con tranquilidad y, a la mañana siguiente, volvió a la localidad madrileña de Alcalá de Henares –donde residía entonces– para jugar al fútbol. Días después se marchó a Brasil, huyendo de la justicia. Un mes después, los vecinos denunciaron a la policía por un fuerte olor que salía del chalé de Pioz. Fue entonces cuando encontraron las cuatro bolsas de basura con los cadáveres de la familia.
El psicólogo Javier Urra explica que “lo importante es la prevención” para que no ocurran este tipo de crímenes. “Hay que educar en la sensibilidad, en la empatía, en la culpabilidad anticipatoria”, y recalca que “sobre todo, a los varones”.
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