Muere el consultor Fernando Pinedo, una persona brillante, única y fiel a sus amigos
Fernando Pinedo ha muerto a los 72 años víctima de una larga enfermedad tras una dilatada carrera profesional
La noticia de que ha muerto un amigo es siempre cruel. Saber que este 20 de enero fallecía el consultor Fernando Pinedo después de una larga y dura lucha contra la enfermedad de siempre (la que mata) es difícil de digerir. Con su adiós, se nos va un gran experto inmobiliario, pero, sobre todo, una magnífica persona.
Siempre lo he dicho y hoy me reitero con más fuerza y dolor. Lo más difícil para un periodista es escribir un obituario en una fría madrugada de invierno ante un teclado de ordenador. Te sitúas frente a un aparato frío, distante e inexpresivo, cuando acabas de recibir el mazazo de la del fallecimiento de una persona querida.
La muerte de Fernando Pinedo me llena de suma tristeza. Como me consta que a otros muchos más. Fernando era una persona única. Irrepetible. Muy difícil de encontrar. Amigo de sus amigos. Fiel hasta su último adiós. Un gran compañero que vivió a nuestro lado muchos años de nuestro devenir mundano. Quizá los más felices.
Con su definitiva marcha a los 72 años, recuerdo y paso revista a toda una vida. Y los sentimientos afloran, sin quererlo. Emociones que me llevan a rememorar todo lo ya recorrido en mi camino vital.
Y ahora, me traslado a momentos de mi vida donde Fernando Pinedo estuvo, sin fisuras, a mi lado. Apoyando al que hoy es director de elcierredigital.com, un periódico que él siempre defendió a capa y espada. Y al que ayudó a sacarlo a flote ante las adversidades.
Hoy, querido Fernando, me toca devolverte lo mucho que has hecho por todos nosotros. Es un pequeño homenaje póstumo a tu figura. A la de un brillante consultor que luchó por la libertad de información y expresión en España. A un hombre que con su sola presencia empujaba a ser cada día mejores en todos los conceptos y cimientos morales de nuestra existencia.
Sabes, Fernando, que era necesario dejar pasar unas horas tras tu muerte, estar en soledad, aparcar la tristeza y escribir con el alma. Porque una vez secadas las lágrimas, volcar en un texto los recuerdos de un ser querido y apreciado, recompone el espíritu y da tranquilidad interna. Necesaria antes de volver a llorar tu pérdida.
Era necesario, Fernando, despedirte como te merecías, para que allá donde vayas sepan quién eres. Que conozcan tu calidad humana y sigas haciendo el bien como solo tú sabes hacerlo. Y para que donde estés, continúes aportando tu enérgica alegría y excelsa amabilidad, sabiduría y generosidad.
Un prestigioso consultor inmobiliario y urbanístico
Pinedo dejaba su impronta allá donde estuviera. Consultor con dilatada experiencia, principalmente en el mundo inmobiliario, también fue un referente en consejos de administración de relevantes sociedades en otros sectores empresariales, como lo la distribuidora de bebidas Casbega o la consultora Richard Ellis, por citar algunas.
Fernando siempre fue un consultor brillante y reconocido en su sector. Fundamentalmente, por su sapiencia en temas inmobiliarios y urbanísticos. Pero, sobre todo, será recordado por su saber estar en las reuniones, donde plasmaba de una forma clara y didáctica sus conocimientos.
En sus últimos años estuvo vinculado a la consultora FP y Asociados SL, especializada preferentemente en el derecho urbanístico, convirtiéndose en unos de los despachos más conocidos e influyentes del sector de la promoción inmobiliaria.
Pero hay que destacar que sus inicios profesionales fueron en el extinto Banco Central, donde Fernando tuvo una carrera meteórica, alcanzando el puesto de director general en esta entidad financiera.
Fue gracias a personas inexpugnables como Pinedo, como algunos periodistas nos atrevimos a denunciar públicamente en los años noventa hechos ilícitos con el único fin de lograr el buen devenir de nuestra sociedad. Y en ese ambiente de libertad, fue como conocí hace ya más de treinta años al bueno de Fernando.
Fue mi hermano Ignacio quien me lo presentó. Para ‘Nacho’, Fernando era otro hermano más de la familia Galiacho. Mi madre, Isabel, lo quería tanto como a sus cuatro hijos.
Pronto unimos fuerzas en la lucha para defender valores éticos, en los que creíamos firmemente, ideales como la libertad de información y de expresión. Fue esa responsabilidad social, de la que Fernando hacía gala, la que me unió cada día más a él.
De esta forma, paso a paso, fue forjándose entre nosotros una fiel e inamovible amistad, que se extendió a todos mis hermanos y amigos. Quizá era cuestión de empatía, o mejor, de piel, como me gusta decir.
Su cercanía nos fue uniendo todavía más, ya que teníamos aficiones comunes: viajar a Mallorca, donde él tenía residencia, los festejos taurinos o las reuniones de amigos, a veces, con fuentes periodísticas. Fueron muchas veladas nocturnas alrededor de una mesa escuchando a expertos del sector económico o social español.
Y también fueron muchas las tardes en Las Ventas. Primero en la plaza y, luego, en los aledaños, con los consabidos botellines de la salida, que terminaban, casi irremediablemente, escuchando el cante de coplas de nuestro querido ‘Leo’. Tardes y noches que servían para debatir de toros, de pisos o de la vida misma.
Pero su prestigio de consultor queda rebajado si consideramos la huella humana que ha dejado y transmitido. Para quienes le hemos conocido, se ha ido una magnífica persona, íntegra, recta y fiel en la amistad.
Una persona que impulsaba vida. En mi mesa de trabajo tengo siempre a mi lado una escultura que me regaló Fernando. Esta noche aún más cerca. Es el busto de una madre con un lema: “La vida por delante. F. Pinedo”. Ese era él. Un generador de energía y fuerza.
Su vida era principalmente su familia, su mujer Blanca Texidor y sus cuatro hijos (Fernando, Blanca, Rodrigo y Carlos), todos ellos grandes profesionales en diversos sectores. Ahora, su mujer y sus hijos, al igual que los que le apreciábamos, lloramos su ausencia.
Cuando supe que estaba ingresado, le escribí: “Fernando, ánimo y fuerza, que todavía no hemos celebrado el año nuevo, nos espera una cena con mi hermano Nacho, con ese chorizo de León picante que tanto que te gusta”.
Pero desgraciadamente no será ya este año. La vida no nos lo permite. No sé cuándo nos veremos. Pero te aseguro que tu recuerdo perdurará siempre imborrable en nuestra memoria.
Y aunque ya no podremos disfrutar de tu presencia física en la cena anual del 31 de julio en la que celebrábamos el cierre del ejercicio profesional y se daba el pistoletazo de salida a las vacaciones estivales, a la que tú esperabas antes de irte con tu familia a Mallorca, te aseguro que estarás siempre presente en todos nosotros.
Fernando, quiero volver a darte las gracias por todo lo que has hecho en vida, por agrandarnos como seres humanos, con tus valores sólidos y creyentes, con tu entereza personal —demostrada hasta en tu muerte—, con tu amor eterno hacia los tuyos y el respeto máximo al prójimo.
Sigue siendo tú, allá donde estés.
Descansa en paz, Mi Gran Amigo. Te lo mereces.
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