Miguel Ángel Flores, condenado por el Madrid Arena, cerca de salir con el tercer grado
El organizador de la fiesta donde murieron cinco chicas está en prisión desde 2018 y tiene permisos desde hace 6 meses
Flores ingresó en la prisión de Segovia de Perogordo el 23 de marzo 2018, una vez ratificada la condena por el Tribunal Supremo. La elección del centro estuvo marcada por la escasa lista de espera para el estudio del tercer grado: no supera las dos cifras, frente a las tres de Soto del Real, por ejemplo. Ahí estuvieron Ángel Carromero y Jaume Matas, ambos de PP, este último en una de sus primeras condenas.
Sin embargo, el promotor de la fiesta mortal de Halloween que se celebró 1 de noviembre de hace siete años, ha disfrutado ya de varios permiso que comenzaron en mayo pasado.
Belén Langdon (17 años), Cristina Arce (18), Rocío Oña (18), Katia Esteban (18) y María Teresa Alonso (21) murieron aplastadas en la avalancha humana que se produjo en el pabellón municipal, derivada del exceso de aforo. Flores vendió a través de su empresa Diviertt S. L. al menos 16.695 entradas, frente al aforo máximo permitido para ese espacio multiusos, de 10.620. La sentencia le culpó de “ser el principal responsable de los hechos al crear la situación de riesgo provocada por el sobreaforo para conseguir un mayor beneficio económico; así como de tener un dispositivo de seguridad bajo mínimos y abrir dos de las tres salidas de emergencia para que entrara más público cuando la pista central estaba colapsada”.
El estado de ánimo del reo Flores es bueno y lo ha sido siempre desde que llegó al penal.Aprovechó los primeros meses para operarse de la cadera, una intervención que tenía pendiente y que decidió aplazar, hábilmente, para cuando estuviera entre rejas. Todo ello hizo que cuando recibió el alta hospitalaria pasara los tres primeros meses privado de libertad en la enfermería. Durante un tiempo recibió la visita de un fisioterapeuta que acudía al penal periódicamente para que Flores hiciera rehabilitación.
En prisión, Flores coincidió con un exempleado suyo de una discoteca, lo que le facilitó las cosas dentro del centro y le sirvió de apoyo. Por ello no ha tenido problemas de adaptación. Se habituó enseguida a la vida carcelaria.
Módulo de respeto
El condenado por la tragedia del Madrid Arena solicitó enseguida su traslado al módulo de respeto, en base a su buen comportamiento y a su colaboración con funcionarios y presos. Lo logró. Ahí están los reclusos con un bajo perfil delincuencial que se encargan de autogestionar el recinto. Hay unos 50 internos. Flores está ahí con su antiguo empleado y ahora amigo.
En ese módulo hacen una vida más normalizada que el resto de reclusos. Se dividen las tareas de limpieza, mantenimiento y las de apoyo, así como las actividades por grupos, en función de los criterios marcados por psicólogos, educadores y trabajadores sociales. Siguen un programa personalizado destinado a suplir las carencias individuales del recluso.
Cada grupo tiene un interno responsable, papel que ha recaído muchas veces en Flores, en base a la decisión del personal del centro. Este se encarga de repartir los quehaceres, representar a los miembros de su «equipo» y servir de apoyo y mediador de sus compañeros.
El empresario condenado goza de gran ascendencia sobre el resto de reclusos y está muy bien valorado por los funcionarios.Por ello ha sido y sigue siendo el encargado y coordinador del módulo. Flores lee, hace deporte, acude a los talleres, ve la televisión, sale al patio... Así mata el tiempo libre. Su rutina, como la del resto, es levantarse a las ocho, comer a la una y volver a la celda a las ocho y media.
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