
En el adiós a Aldo Olcese, elegía por un maestro
Su compañero en la Academia Europea de Doctores habla sobre el economista Olcese, fallecido de un infarto con 68 años
Con las botas puestas, rodeado por las tropas enemigas desde su trinchera del capitalismo humanista, a su familia y amigos, se nos ha muerto Aldo Olcese, maestro de la vida y de la empresa socialmente responsable.
Aún golpeado por una muerte tan inesperada, me pregunto qué palabras se pueden escoger cuando después de hablar con Aldo a las 5 y media de la tarde del pasado domingo para agradecerle que me había ayudado por un tema académico, pasar a conocer a las 10 de la noche que tu amigo, tu maestro, ya es carne de la Eternidad. Pero qué es vivir. Pero qué es morir. Que venga alguien y me lo explique, pues a mí se me ha muerto mi amigo Aldo Olcese, compañero del alma, compañero.

Hace justo un año me enviaba sus palabras llenas de cariño y generosidad como contestación a mi entrada en la Real Academia Europea de Doctores (RAED), de la que Aldo además era vicepresidente.
Aldo fue mi padrino de ceremonia en aquel inolvidable acto académico en el aula Magna del CEU. Y su discurso de contestación, fue, sencillamente, prodigioso y dicho, además, con esa forma tan elocuente que hizo de él un maestro de oratoria. Cuántos invitados en aquel acto me elogiarían después sus palabras vibrantes, justas , medidas, sobre este su amigo que entraba en la Academia.
Además, en ese mes de organización, pude comprobar sus muchos detalles de gran personalidad, como lo que era, en el protocolo y diseño del acto. Todo ello aderezado con la complicidad y el cariño infinito de Paqui, con quien compartió el amor en el otoño de su vida. Paqui, paisana manchega, qué decirte, sé de tu infinito dolor por el volumen descomunal de la ausencia de Aldo.
Maestro de vida y de empresa
Olcese fue para mí un maestro de vida y de empresa. Maestro de vida porque en el veía una mano izquierda-prodigiosa para lidiar a todo el IBEX 35, a la comunidad académica, a los consejeros delegados, a los hombres más poderosos de España, en el toro del capitalismo humanista, del que el fue el máximo experto y lidiador apasionado.
Olcese era un orfebre a la hora de sentar en una mesa a lo más granado del empresariado español o internacional y a la vez hacerles ver la necesidad de que el capitalismo si sobrevive en el futuro, lo será porque sea humanista y si no lo es, fenecerá. Ese es el gran legado de Olcese: trabajar por el capitalismo de valores.

Yo a Aldo lo conocí cuando Juan Alfaro lo llevó como primer profesor de RSC en el IE y en una de las primeras clases me dejó embobado por su fácil y elocuente uso de la palabra. Pero, sobre todo, porque él, como visionario, nos alumbró sobre el capitalismo humanista. Capitalismo sí, nos decía Ado, pero capitalismo bien hecho. Y qué verdad arrastraba esa letanía.
Luego me llamó para colaborar con la parte de gobierno corporativo de su manual, que ya es un clásico de la RSC, escrito junto a mi amigo Juan Alfaro.
Una voz crítica con la hiperregulación
De su discurso de contestación a mi entrada en la RAED entresaco su lección de humildad: “En este punto y momento y con la licencia de nuestro presidente quiero reivindicar la necesidad de las Reales Academias de reconocer las virtudes personales de los nuevos académicos además de las científicas.
Estas Reales Corporaciones que deben ser cuna de la ciencia, también deben serlo de la ejemplaridad y la bonhomía poniendo al ser humano y sus virtudes por delante de su ciencia y su saber. Nada hay más sublime y potente que el liderazgo desde la humildad y la bondad, lejos de la soberbia intelectual y la prepotencia de quienes por sentirse únicos devienen en insoportables referentes de la soberbia limitante y el elitismo reductivo”.
De Aldo me quedo con su entusiasmo, sí, con ese entusiasmo que viene de estar Dios dentro de uno. Aldo encarnaba la facilidad de palabra. Era un magnífico orador, y me embriagaba su visión del capitalismo humanista.
También en su discurso de contestación a mi discurso de “La ética y la sostenibilidad empresarial: de los cuentos a las cuentas”, dejó un aviso a navegantes sobre la hiper regulación normativa en esta materia y la voracidad depredadora de las finanzas sobre ese capitalismo ético y humanista que él defendió y del que apostaba por la autorregulación.
“Es cierto que esta faceta normativa obligatoria ha permitido importantes avances en materia de gobernanza, sostenibilidad, cumplimiento y progresos sociales, pero no es menos cierto que ha instalado en el ecosistema empresarial una política intervencionista generalizada de la clase política con especial énfasis en los bancos y entidades financieras que ahogan el funcionamiento dinámico de los mercados y la libertad económica.
Y ello sucede a nivel global poniendo plomo en las alas del desarrollo económico y la libertad de emprender….Aunque justo es reconocer que nos lo hemos ganado a pulso los operadores económicos que hemos sido incapaces de generar autocrítica objetiva y auto gobierno responsable.

Y aún con el agravante de haber sido autistas en un momento especial y crucial en el que el sistema empresarial venía irrigado de manera ingente por recursos públicos europeos en ayuda post pandemia que hubieran exigido de los operadores privados y exigen mucho mayores cotas de autogobierno comprometido y responsable.
Soy de los que piensan que no hay mayor tragedia para los que creemos en las libertades que estas tengan que ser recortadas por hacer un mal uso de las mismas. Y es trágico para quien sufre los recortes como para quien ha de imponerlos renunciando a los postulados esenciales de la economía de mercado como últimamente sucede en un mundo global cada vez más local y proteccionista y menos multilateral y liberal.
Así que de este acto solemne ha de nacer también un aviso leal a navegantes empresariales sobre la necesaria autorregulación responsable como único antídoto válido contra el intervencionismo limitante y controlador”.
Y cerró su discurso con esta media verónica elocuente que hoy suena como un mandato final: “querido Gali, ya ves que aún después de 25 años nos vemos en la necesidad de seguir reivindicándolo y de no perder las esperanzas de que decidamos todos nosotros hacer las cuentas y no contar cuentos sin que nadie nos obligue a ello”.
Aldo era un defensor de la sociedad civil y por eso creó la Fundación Independiente y murió casi con las botas puestas entregando el premio Español Universal a Eduardo Serra y organizando hace unos meses en Sevilla el congreso nacional de la sociedad civil.
Olcese, mi amigo Aldo, fue un creyente, sí, del papel de la sociedad civil. Aunque un tanto ya descreído por el silencio de los españoles en general, por esa ausencia en fortalecer la sociedad civil en una España interesada y permanentemente desvertebrada, como ya denunció Ortega y Gasset en su “España invertebrada”.
Un hombre generoso y cercano
Su agenda era impresionante. Quien no estaba en lista de teléfonos de Aldo ni pintaba, ni pitaba. A mi desbordó su humanidad, su elegancia, su desprendimiento, su generosidad. Si de Aldo se requería un mínimo de ayuda, allí estaba él. Como aquella vez que le pedí que participara en el programa de jóvenes con talento que fue Logalia College. Nunca pedía un euro. Solo me decía, como don Manuel Fraga, “Gali, dime hora y sitio y lo dejo todo”. Son cientos de wasap los que con él compartí. Donde el ejemplo y la mano del consejo estuvo tendida.
Era hombre locuaz, atinado y siempre con chispa y arrojo. Él y yo compartíamos dos pasiones musicales, Raphael y El Fary, aquel de “Torito Bravo”. Me decía Aldo que ponía a El Fary de telonero en sus fiestas en su barco. El día que entré en la Academia Europea de Doctores, allí lo soltó entre risas de los presentes. Ese era Aldo.

Se nos ha muerto. Ay, pero qué dolor tengo. Sigo en shock, sin voz. Eternamente joven, Aldo, dicharachero, con ese toque de sal y pimienta. El domingo hablamos a las 17.32 y al rato ya estaba muerto. ¿Pero acaso alguien puede creerse ser algo? ¿ego? ¿vanidad de las vanidades? . “Velad porque ni sabéis ni el día ni la hora”, dice el Evangelio. Qué verdad.
Seguiremos, Aldo, te doy mi palabra, luchando por ese capitalismo humanista. No te defraudaré. Ya me conoces. Soy el de las causas perdidas, la de las más románticas.
Batido tú, aún te quedan en la última trinchera, que es la de la Esperanza, tus tres mosqueteros (Gali, Alfaro y Mesonero).
Murió con las botas puestas, las de la generosidad y la entrega por los demás. Honor y gloria por un maestro, Aldo Olcese.
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