02 de mayo de 2024
|
Buscar
FIN DE SEMANA

David Serrano, dueño de la finca donde el niño sufrió el accidente mortal, se enfrenta a tres años de cárcel por homicidio imprudente

Un año de la muerte del Pequeño Julen: Todas las repercusiones sociales y judiciales del caso más mediático

Los padres del pequeño Julen.
Los padres del pequeño Julen.
Eva Milla, perito judicial especialista en psicología infantil, trastorno psiquiátrico e intervención social, explica en este artículo las repercusiones sociales y en la memoria colectiva que tienen las tragedias con gran seguimiento mediático como la del pequeño Julen, que murió tras caer por un pozo de una finca en Totalán, Málaga. El juicio por homicidio imprudente arrancará el lunes.

Acaba de cumplir se un año que el pequeño Julen Roselló cayó a un pozo mientras jugaba. Ante la atenta mirada de los allí presentes y como por arte de magia desaparece engullido por la montaña en un pozo cuya existencia sólo conocía el dueño de la finca, quién afirmó que avisó de la existencia de los pozos, pero que está acusado de homicidio imprudente y enfrentado a una petición de 3 años de cárcel.

En el preciso instante que se produjo el suceso de caer a los más de 100 metros de profundidad empezaba una terrible agonía. Padres, abuelos, tíos, primos, vecinos y amigos esperando durante 13 días que la montaña lo devolviera. Imposible de describir el sentimiento de angustia y de dolor que rodeaba el hecho. Unos padres que ya habían perdido otro hijo. Especialistas de todos los tipos intentando rescatar de lo imposible al pequeño, con vida, de aquel agujero digno del cuento de Alicia en el País de las maravillas, un agujero de solo 27 centímetros de ancho.

Un año después lo padres afirman sentir el mismo dolor que en aquellos horrorosos días. La sociedad también sintió una angustia colectiva, que es aquella que se siente cuando se participa de hechos que tienen una repercusión mediática por trágicos, más aún cuando se trata de niños y peor cuando para el desenlace final hay que esperar días, a modo de capítulos de una serie de suspense o terror, aunque en este caso la espantosa realidad supere de nuevo a la ficción.

David Serrano, dueño de la finca de Totalán.

Se luchó a destajo y contracorriente para rescatar a Julen como si fuera el hijo de cada uno de los profesionales y voluntarios que participaron de aquél rescate. El mundo entero pendiente del caso, sufriendo con Julen y su familia. El desenlace fue agridulce. Por un lado lo habían encontrado, por otro estaba muerto. Solo un consuelo, la autopsia reveló que no había sufrido. Los resultados forenses diagnosticaron una muerte rápida por el golpe de la caída, y dichos datos contribuyeron a aliviar no solo el sufrimiento familiar, sino también social, un alivio callado y reprimido. La gente que lo
siguió expectante, también descansó entristecida y así siguen desde entonces, incapaces de entender por qué a veces la vida es tan extremadamente injusta y frágil.

Impactos emocionales que causan inseguridad, desesperanza y decepción social. ¿Por qué a un niño?, ¿por qué dos hermanos?, y otros interrogantes ¿por qué había un pozo?, ¿por qué no pudieron sacarlo antes?,  demasiados “¿por qué?” que quedan sin respuesta.

El dolor social también cumple un año de llanto, tampoco olvida y busca, ávido, las noticias sobre la familia de Yulen con las sensaciones de donde lo dejaron como si no hubieran pasado doce meses y con los interrogantes propios del tiempo transcurrido, ¿cómo habrán pasado este año?, ¿Cómo habrán sido capaces de vivir cada mañana?. Aunque todo el mundo sabe que nadie les ha podido quitar este año horrible, la gente espera que la cadencia del tiempo atenúe la huella emocional que deja el vacío de perder a un hijo detrás de otro. La sociedad vive este drama desprovista de herramientas para asumirlo, de igual manera que los padres el colectivo social no quiere olvidar. El recuerdo es el único triunfo que le queda a aquel niño, la memoria es la única manera de rendirle homenaje.

El dueño de la finca, David Serrano, se presenta a juicio la semana que viene. La familia separada por la implicación afectiva de la esposa del dueño, prima del padre de Julen. Durísimos momentos que serán vividos para esclarecer culpas. La vida es injusta con algunas familias. Dos hijos perdidos, un infierno vivido.

Los padres de Julen, José y Vicky, quieren tener más hijos. De hecho esperan uno para dentro poco. Pero jamás olvidarán a sus otros dos pequeños, Oliver y Julen, cuyas fotografías pueblan su casa y hasta en los brazos de su padre perviven tatuados, pero quieren ser padres de nuevo con la ilusión quebrada de asistir cada día al cementerio como parte de un ritual necesario para no volverse locos, esperanzados de que algún día, la familia con sus hijos pasados y futuros se reunirá para siempre en otra vida.

COMPARTIR: