Tenía que haber vuelto el 13 de agosto al penal de Pereiro de Aguiar, en el que cumplía condena por haber matado a su mujer y a sus dos hijos en 1996
Fernando Iglesias Espiño, el parricida fugado en un permiso penitenciario al que han asesinado otros dos reos
El 13 de agosto tendría que haber vuelto a la cárcel gallega donde cumplía condena por haber matado a su mujer y a sus dos hijos en 1996 en Jinámar (Gran Canaria) y no lo hizo. El interno permanecía desde el verano en paradero desconocido después de no regresar a la cárcel tras su permiso penitenciario número 81.
La Guardia Civil ha informado de la localización de su cuerpo en una finca de este lugar, donde se encontraba enterrado. Desde un inicio los investigadores mantuvieron todas las hipótesis abiertas y no descartaron que le hubiese podido suceder algo o que simplemente decidiese no regresar. El cuerpo presentaba múltiples signos de violencia. Los indicios apuntan a que se trata de una muerte violenta y también de un robo, de ahí que el regreso de sus presuntos asesinos a prisión haya sido por el delito de homicidio y asesinato en concurso con otro de robo con violencia.
Una línea de investigación que se baraja es que el crimen pueda estar relacionado con una herencia que habría cobrado el fallecido. Los dos sospechosos conocían ese extremo porque ambos fueron compañeros suyos en prisión y uno de ellos aún lo era cuando Iglesias fue asesinado. Al parecer, le habrían matado para quedarse con varios miles de euros.
La Guardia Civil ha detenido por el momento a dos personas en relación a estos hechos, F.G.H de 43 años y O.G.L de 38 años. Está decretado el secreto de las actuaciones por parte del magistrado Leonardo Álvarez, de Instrucción 1 de Ourense. Según las fuentes, son dos reclusos conocidos de la víctima. Uno contaba con pulsera telemática y el otro gozaba también de permisos. Uno de ellos explota en alquiler una granja en Maside en la que también se practicaron registros.
Traslado del cadáver de Fernando Iglesias Espiño/Efe
Fernando Iglesias Espiño había cumplido más de tres cuartas partes de la condena que en su día le impuso la Audiencia de Las Palmas, es decir, 22 de los 25 años que como máximo podía pasar en prisión según el Código Penal vigente cuando fue condenado por asesinar a su mujer y sus dos hijos. Cumplía su condena en el módulo del centro penitenciario en el que se encuentran los reos en régimen de semilibertad. Salía de prisión cada dos fines de semana.
El preso, de origen pontevedrés, fue condenado a 54 años de prisión por un triple parricidio, en el que asesinó a su mujer y sus dos hijos, de 12 y 18 años, en Las Palmas de Gran Canaria en 1996.