
Estas son las ciudades más infieles de España: Deseo y 'cuernos digitales' al alza
La psicóloga Lara Ferreiro analiza que 'los españoles no engañan por carencia, sino por placer y rutina emocional'
Mientras el sol del verano todavía calienta las playas españolas y el ambiente vacacional invita a la relajación, una sombra se cierne en el horizonte de muchas parejas. Septiembre, conocido como el mes por excelencia de las rupturas y los divorcios.
España se ha consolidado en 2025 como uno de los países con mayor incidencia y aceptación social de la infidelidad. Según el estudio ‘Infidelity Rates by Country 2025’ de World Population Review, España ocupa el 8.º puesto a nivel mundial. Ya vimos que, en 2019, el ‘Estudio Europeo de Valores’ de la Fundación BBVA colocaba al país peninsular como el 2.º en Europa con más aceptación de la infidelidad, solo por detrás de Italia.
Este fenómeno va mucho más allá de los actos físicos y alcanza los entornos digitales. Está íntimamente ligado al auge de las aplicaciones de citas, al cambio de valores afectivo-sexuales y a una redefinición cultural del amor y la fidelidad.
¿Qué está pasando con el amor en España? ¿Está desapareciendo la monogamia como modelo dominante? ¿Es la tecnología la causa o el síntoma del problema?
Para entender este fenómeno en profundidad, este reportaje integra datos del informe académico sobre infidelidad y entrevistas con la psicóloga clínica y divulgadora Lara Ferreiro.

Escritora de ¡Ni un capullo más! El método definitivo para quererte y encontrar a tu pareja perfecta. Es una de las voces más lúcidas en el análisis de las nuevas relaciones en tiempos digitales.
Un país hiperdigitalizado que redefine el vínculo
Con una penetración de internet del 96,4% y más de 39 millones de usuarios activos en redes sociales, España vive en 2025 una hiperconectividad que ha transformado la manera de relacionarse. Las redes sociales y las apps de citas no solo se han convertido en herramientas de socialización. Además, actúan como catalizadores de nuevas formas de generar vínculos y rupturas.

“La infidelidad ya no se vive con la misma culpa. Después de la pandemia, hemos entrado en una era hedonista: ‘quiero todo y lo quiero ahora’”, afirma Ferreiro. A su juicio, este contexto postcrisis sanitaria, unido a las guerras, la ansiedad social y la incertidumbre vital, ha disparado la urgencia por vivir intensamente. “Mucha gente piensa: ‘la vida es corta, quiero sentirme vivo, deseado, deseada’. Y eso, muchas veces, pasa por salirse del guion tradicional de pareja”.
Por eso, no le sorprende que en consulta aumenten las parejas que acuden no para salvar su relación, sino para abrirla. “Cada vez más personas vienen a terapia a negociar relaciones abiertas o no monógamas. Esto era impensable hace 10 años. Hoy muchos ya escriben en sus perfiles de citas que buscan una ‘no-monogamia ética’. Es una tendencia imparable”, asegura.
Del engaño físico al "desliz digital"
Los datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) confirman que el concepto de infidelidad se ha expandido radicalmente. Un 76,3% de los españoles considera infidelidad mantener relaciones sexuales virtuales sin contacto físico. Un 64,5% incluye las conversaciones subidas de tono por redes sociales o mensajería. Esta percepción es particularmente fuerte entre los jóvenes de 18 a 24 años (83,5%).
Ferreiro lo confirma desde su experiencia clínica: “Los ‘cuernos digitales’ son cada vez más comunes. Hay parejas que llegan destrozadas porque uno flirteaba por Instagram, aunque nunca se vieron. Pero para la otra persona, ya era traición emocional”.

Según la psicóloga, este fenómeno es especialmente doloroso para las mujeres. “Muchas mujeres me dicen: ‘prefiero que se acueste con otra antes de que se enamore’. La infidelidad emocional es más difícil de restaurar que la física. El vínculo, la complicidad, eso es lo que más duele”.
“Hoy el engaño no se limita a lo físico. Hay infieles digitales, urbanitas, estacionales... Y una normalización creciente que se transmite por imitación social”, sostiene Ferreiro. La psicóloga distingue entre tres perfiles frecuentes: el infiel de verano, el digital y el urbano.
Más relaciones, menos compromiso
El informe académico recoge que el 52% de los usuarios de apps de citas ya tiene pareja, siendo la mayoría hombres (66%). Esto indica que dichas plataformas no solo sirven para encontrar pareja, sino también para mantener relaciones paralelas, explorar la no-monogamia o simplemente satisfacer deseos puntuales.

Para Ferreiro, esta situación responde a una lógica cultural y evolutiva: “Solo el 3% de los mamíferos son monógamos. El ser humano no lo es por naturaleza. Lo que ocurre es que hemos construido la monogamia para garantizar la crianza. Pero ahora mucha gente prefiere pactar relaciones abiertas antes que mentir. Es una forma de adaptación”.
Según la experta, “cada vez más pacientes acuden a terapia no para salvar su relación, sino para abrirla. Hay un cambio de paradigma. Se buscan vínculos que equilibren deseo y estabilidad, sexualidad y afecto”.
El nuevo perfil del infiel: viajero, digital o urbanita
Ferreiro clasifica la infidelidad actual en tres grandes categorías:
-El infiel viajero: “El que se va de escapada con amigos y siente que tiene un ‘permiso’ para ser infiel. Bajo la lógica del ‘lo que pasa en Ibiza, se queda en Ibiza’”.
-El infiel digital: “El que está en casa con su pareja. Pero mientras tanto habla por Instagram, liga por apps como Ashley Madison o busca una aventura sin compromiso”.
-El infiel urbanita: “El que se queda en la ciudad mientras su pareja está fuera y aprovecha la ocasión para vivir una doble vida por unas semanas”.
Este patrón estacional es particularmente evidente en verano, donde Ashley Madison incrementa su número de usuarios en un 55%, según datos aportados en la entrevista. “El calor, las vacaciones, el alcohol y la testosterona disparan la desinhibición. En septiembre hay un pico de rupturas. Muchas parejas no aguantan la convivencia 24/7, y otras se enteran de lo que pasó durante el verano”, explica Ferreiro.
Las ciudades más infieles: dinero, anonimato y poder
“Las personas con más poder y dinero tienden a ser más infieles”, afirma sin ambages. Así lo demuestran los datos recogidos por la app Ashley Madison por provincias españolas.“Los del norte, más discretos, usan aplicaciones; los del sur son más directos, más físicos, más espontáneos”, resume.

Además de las ciudades, el barrio madrileño deSalamanca lidera los índices de infidelidad en la capital, mientras que otros barrios populares como Usera presentan cifras más bajas.
Aplicaciones de citas: entre la eficiencia algorítmica y la desconfianza
Tinder, Badoo, Meetic y Bumble lideran el mercado español con más de 7,9 millones de visitas mensuales en total. Sin embargo, la mayor barrera para los usuarios sigue siendo la desconfianza. El 52% teme por su seguridad, y 7 de cada 10 afirma haberse sentido inseguro o expuesto.

Ferreiro es clara: “Las apps permiten explorar sin consecuencias aparentes. Pero eso genera una ansiedad constante: todo el mundo parece tener a alguien más en su radar. Esa exposición permanente a la oferta digital hace que la exclusividad parezca obsoleta”.
El 74% de los usuarios cree que la inteligencia artificial puede mejorar la compatibilidad. Pero Ferreiro plantea una reflexión incómoda: “Puedes encontrar a tu ‘match perfecto’ en lo emocional, pero si no hay compromiso ni honestidad, es papel mojado. La tecnología no puede suplir la ética relacional”.
Rupturas al alza, custodia compartida en auge
El incremento de infidelidades parece tener reflejo en las estadísticas oficiales. En 2024 se registraron 82.991 divorcios en España, un 8,2% más que el año anterior. Por primera vez, la custodia compartida (49,7%) ha superado a la custodia materna (46,6%), lo que apunta a una transformación profunda del modelo familiar tradicional.

La edad media de los cónyuges al divorciarse se sitúa en los 46,6 años para las mujeres y 49 para los hombres. Esto sugiere que muchas de estas rupturas tienen lugar tras matrimonios de larga duración, más de 16 años en promedio.
Generación Z: entre el amor plural y el poliamor funcional
Ferreiro describe una nueva generación de jóvenes que no busca atarse. “Tengo pacientes con tres relaciones paralelas, cada una para una función distinta: una para la parte emocional, otra para el sexo y otra para la estabilidad. Representan una visión del amor mucho más fluida. Saben separar sexo de afecto. Y muchos, directamente, renuncian a la exclusividad como ideal”.
Según ella, el 40% de los españoles ya ve con buenos ojos la no-monogamia, y esta cifra se dispara entre los menores de 30. “Para los jóvenes, el éxito ya no es casarse ni durar 50 años. Es ser feliz. Están derribando la idea de que la estabilidad es sinónimo de amor. La nueva pregunta es: ¿estás bien en esa relación?”.

Sin embargo, Ferreiro advierte del peligro de disfrazar el autoengaño de modernidad. “He visto casos de personas que entran en una relación abierta no porque lo deseen, sino porque tienen miedo a perder al otro. Eso no es libertad, es chantaje emocional. Y a veces incluso hay infidelidad dentro de la relación abierta porque se rompen los pactos. Entonces ya no es no-monogamia ética, es abuso”.
Educación afectivo-sexual: “Es mejor una relación abierta que una mentira”
Para Ferreiro, la clave está en la educación emocional. “Tenemos que enseñar responsabilidad afectiva, empatía y cómo establecer límites claros. La fidelidad, si no es elegida, es una imposición. Hay que preguntar desde el principio qué busca el otro, qué límites hay, qué tipo de relación se quiere. No basta con dejarse llevar por la química”.
Insiste también en la importancia de identificar patrones tóxicos: “Si creciste viendo a tu padre engañar a tu madre, es probable que repitas ese patrón sin darte cuenta. Hasta que no rompas el ciclo, seguirás eligiendo personas que te traicionan”.

España está asistiendo a una transformación profunda de sus relaciones íntimas. La digitalización, el hedonismo pospandemia, la disolución del matrimonio tradicional y la emergencia de nuevas formas de amar están configurando un escenario. En él, las normas relacionales son cada vez más flexibles, personalizadas y negociables.
No se trata de condenar ni celebrar este cambio, sino de entenderlo. Como afirma Ferreiro, “el éxito en pareja ya no se mide por la duración, sino por la felicidad. Lo importante no es estar juntos 50 años, sino estar bien. Aunque eso implique redibujar los límites del amor tal y como lo conocíamos”.
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