El COVID-19 avanza en Centroamérica; Panamá no controla el virus
El COVID-19 avanza en Centroamérica; Panamá no controla el virus.
El Covid-19 ha puesto de rodillas a todas las naciones del mundo, que pocas veces se habían enfrentado a una amenaza de tales dimensiones. La comunidad internacional se ha visto obligada a tomar medidas drásticas para frenar la pandemia, aunque ni siquiera su implementación ha acabado definitivamente con el virus, cuya desaparición se prevé muy lejana.
Los medios de comunicación occidentales sitúan el foco de la información sobre los efectos del coronavirus en las zonas de más poderío a nivel internacional. Sin embargo, cabe preguntarse lo que está sucediendo en otros puntos del globo, especialmente aquellas donde la realidad socioeconómica es más vulnerable. En este sentido, la situación de Centroamérica es especialmente precaria. Dentro de estos países, Panamá es uno de los más afectados.
Los países centroamericanos llevan confinados cinco meses, intercalando ciertos intentos de desescalada que el aumento de positivos hace inviables. Ahora, los ciudadanos de esta región observan impotentes cómo sus esfuerzos no solo no se han mostrado suficientes para limitar la expansión y peligrosidad del virus, sino que tampoco han evitado un recrudecimiento en el número de contagiados y fallecidos en las últimas semanas.
Los datos de la pandemia en esta zona del mundo son preocupantes: 236,288 contagiados y 6,478 muertos entre Honduras, Panamá, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Guatemala, cifras que, si bien pudieran no parecer tan altas al lector, hay que contextualizar dentro de la escasa población que habita estas naciones (entre todos ellos no llegan a los 50 millones de personas) y del estricto confinamiento que han sufrido (algunos de estos países, como Panamá, llevan 5 meses sometidos a una reclusión casi total).
Análisis aparte merece la crisis monetaria que se vive estos días en esta demarcación del planeta. La economía de la zona está basada en gran medida en la exportación de bienes industriales y servicios, siendo Estados Unidos el principal receptor de los mismos. Las importaciones norteamericanas han descendido notablemente. Por ende, el funcionamiento económico de la región, ya de por sí precario, se ha vuelto desastroso.
Las previsiones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de cara al próximo curso no son nada alentadoras. Indican una contracción bestial del PIB para estos países. Disminuirá en Panamá un 9%, un 8,5% en El Salvador y un 8,3% en Nicaragua. Algo menos grave es la situación en Honduras, Costa Rica y Guatemala, con reducciones del 3,15%, 6,1% y 4,1% respectivamente.
Panamá: Siguen los rebrotes a pesar de las medidas
De todos estos enclaves, la situación más llamativa es la de Panamá. El Ministerio de salud del país panameño informó el pasado 13 de agosto de 78,446 positivos y 1,722 fallecidos (el Covid-19 tiene una letalidad del 2,2% en Panamá entre las personas mayores de 60 años en la nación centroamericana), unas cifras notables teniendo en cuenta que en esta tierra habitan poco más de 4 millones de personas. Allí, visto el aumento de casos de Covid-19 en los últimos dos meses, las autoridades sanitarias han establecido un severo confinamiento, especialmente en las 5 provincias más afectadas, que incluye a la propia capital, Ciudad de Panamá.
Previamente, tras haber impuesto la cuarentena obligatoria desde el 25 de marzo, en abril, el ejecutivo panameño decretó una reclusión con particularidades, cuanto menos, controvertidas, que generaron el descontento de los ciudadanos. Una de ellas fue la disociación por sexos a la hora de salir a la calle. Las mujeres estaban autorizadas para salir tres días a la semana, los hombres otros tres. Durante el domingo, ambos sexos debían quedarse en casa.
Otra medida polémica fue el establecimiento de la Ley Seca, que crispó a la población y potenció la creación de cadenas de WhatsApp en las que se compartían catálogos de vinos y cervezas, aunque ciertamente la medida fue flexibilizándose de forma gradual hasta su abolición merced al Decreto Ejecutivo 730, impulsado por el presidente Laurentino Nito Cortizo y la ministra de Salud, Rosario Turner, que entró en vigor el pasado 22 de junio. En cualquier caso, lo insólito de la coyuntura despertó la indignación popular, manifestada en actos de protesta como pequeñas concentraciones, caceroladas y comunicados de organizaciones civiles.
En un momento en el que el país roza el 20% de paro, de acuerdo con la información publicada por EFE, las autoridades han decidido reanudar con restricciones la actividad, a partir del próximo lunes, de barberías y comercios minoristas. En lo que concierne al personal hospitalario, el mismo medio apunta que Nadja Porcell, directora del ministerio de Salud panameño declaró el pasado jueves que dicho ministerio, en colaboración con la Caja de Seguro Social, hizo “una convocatoria invitando a todos los médicos a participar y unirse a las filas para combatir” la pandemia, no obstante, “muchas de estas convocatorias quedaron desiertas”.
Esta situación habría obligado al gobierno a plantearse la posibilidad de contar con ayuda de médicos extranjeros, algo que, aunque está prohibido en Panamá, confirmó como una posibilidad plausible para reforzar las filas del personal sanitario el propio presidente Cortizo.
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