Analizamos la actuación de la doctora Noelia de Mingo: Una mente ingobernable
La esquizofrenia paranoide que la llevó a matar en 2003 no tiene cura, como se ha visto en El Molar.
Las enfermedades mentales no tienen pronósticos claros, ni mediciones precisas. No es lo mismo padecer de salud mental que ser diabético o haber tenido un hipertiroidismo.
La forma de medir las enfermedades psiquiátricas es complicada y en la mayoría de los casos solo se puede hacer a través de sus síntomas visibles. Estos síntomas forman parte del escenario humano de las personas, de su puesta en escena de la vida, cada día. La esquizofrenia paranoide es un claro ejemplo. Es una terrible enfermedad, altamente incapacitante, que solo da la cara cuando muestra su disfraz y en este hay que interpretar lo que se esconde, delirios, paranoia, sociabilidad, apatía y problemas cognitivos.
Noelia de Mingo estuvo integrada por imperativo legal, y es frecuente que cuando los sujetos que padecen trastornos mentales son aislados de los estímulos del ambiente, internados o apartados, reaccionen de diferente manera, más calmada, sin conflictos, que cuando están en la calle, viviendo la exposición social y la interacción personal con los demás.
La esquizofrenia paranoide que llevó a esta médico, hace tiempo, a matar a tres personas en medio de un brote psicótico, no tiene realmente una cura. Solo es cuestión de estabilización y normalización de los síntomas que dejan ver su paranoia. El estudio forense dice que durante el tiempo que estuvo en el psiquiátrico no mostró signos de ningún tipo, agresivo, ni perturbadores de su comportamiento. Seguramente Noelia sentía que estaba en un entorno seguro donde no tenía que defenderse de ninguno de los fantasmas de su mente.
Las acciones recientes y su comportamiento son inexcusables, pero habría que pararse a pensar en el sufrimiento profundo del padecimiento de esta cruel enfermedad. Seguramente vivir sintiendo que te persiguen y que el mundo y sus habitantes son entes hostiles que desean tu mal, y hasta en algunas ocasiones, que desean el mal de tus seres queridos, sin necesariamente estar en un episodio maníaco o en brote, ni siquiera en descompensación, sino que el paciente vive su día a día pensando en sus miedos y sus delirios, se siente atacado o mejor dicho en indefensión frente al mundo y sus habitantes, luchando contra miles de sensaciones incapacitantes. El paranoide, como así parecía estar diagnosticada Noelia de Mingo, suele tener problemas para contarle a los demás sus preocupaciones o sus pensamientos, pues suele estar seguro de que nadie puede ayudarle, pues la voz interna suele recordarle que está solo y que nadie puede ayudarle.
Noelia de Mingo tenía un “Norte” en su propia brújula, su madre, y según se cuenta, esta mujer luchaba cada día porque su hija tuviera una rutina adecuada, una vida saludable, con la higiene de la salud óptima. Noelia no vivía de forma normalizada, pero sí parecía estar atendida y protegida de sí misma. Cuentan que apenas veía a nadie y ella y su madre procuraban salir de paseo cuando no había mucha gente por la calle. La conducta de Noelia no es solamente compatible con una personalidad paranoide, sino también con una personalidad asocial, con difícil integración ambiental y aislamiento y bajo nivel de tolerancia a la frustración, y esta esquizofrenia puede que también sea compatible con algún trastorno de la personalidad, aunque la misma esquizofrenia tiene como principal síntoma esa personalidad trastornada.
Durante un tiempo estuvieron fuera del pueblo, tal vez para evitar chismorreos o miradas impertinentes, pensando, con acierto, que esto tendría a Noelia más tranquila. Así fue, pero la esquizofrenia paranoide, no se cura, solo son apreciables y medibles sus síntomas, y no cuantitativamente hablado.
Como bien dice el informe forense solo se presenta en activo o en remisión. Los síntomas de Noelia estaban en remisión total, lo que quiere decir que no aparecían visibles a ningún espectador, no que no estuvieran dentro de la cabeza de la paciente. Tal vez tendría que haber estado en el psiquiátrico los 25 años de máximo que se la impusieron, pero la sentencia condenatoria no buscaba la reclusión en sí misma, pues el veredicto de inimputabilidad debido al brote psicótico que presentaba, la atribuyó un perfil no delictivo, es decir, Noelia de Mingo no era un delincuente, era una persona enferma, que en el curso de su enfermedad y bajo los efectos alucinatorios de la paranoia, cometió un asesinato múltiple, y debía estar internada para curarse y normalizar su vida, pues quedó demostrado que no era dueña de sus actos.
Finalmente, tras años sin síntomas apreciables, el Estado dejó en manos de su madre la guarda y custodia de la vida de Noelia y fue la mañana en la que la madre sufrió una caída, y tuvo que ser atendida en el hospital, cuando Noelia volvió a salir a la calle, cual Quijote defendiéndose de sus molinos, volviendo a cometer actos agresivos y ataques sin sentido, probablemente una conducta compatible con el estrés, angustia o miedo que pudo producir la caída y posterior situación hospitalaria de su madre, principal nexo de unión con el mundo, y su principal cuidadora, lo que pudo hacer creer a la agresora, que estaba indefensa y desprotegida sin ella.
Algunos de los síntomas de esta cruel enfermedad son: manía persecutoria, celos, sentimiento de misión especial en la vida, sentimiento de transformación corporal, alucinaciones auditivas, alucinaciones de otra índole (olfatoria, gestatorias).
El tratamiento que puede aplicarse, según cada caso, sería una combinación de terapia individual, capacitación en habilidades sociales, terapia familiar, rehabilitación vocacional y apoyo para conseguir trabajo o entretenimiento vital.
¿Quién se ha equivocado? Los ciudadanos, las autoridades, y los profesionales se llevan las manos a la cabeza buscando un culpable en la difícil cadena burocrática de toma de decisiones y activación de controles, pero tal y como parece ser, esta vez no es eso lo que ha fallado, esta vez el fallo es de la mente, que plasma su instante en el acto inmediato. Sin premeditación, sorpresivo en pensamiento, impulsivo en movimiento, sin reflexión e inconexo que terminó en la agresión brutal que hemos podido conocer.
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