26 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

Patio de columnas

José Francisco Roldán

Turbio horizonte

Cuando los organismos internacionales desmontan el relato idílico de una falacia organizada y las circunstancias se endurecen para dejar claro el espectáculo dramático de una errática manera de entender las cosas, no podemos ver con mucha nitidez y la esperanza se ralentiza a la espera de una decisión colectiva que ilumine una penuria pertinaz. Ramón de Campoamor puso rima al maldito dilema con el que solemos enfrentarnos los españoles, empeñados en adherirnos a ideologías, actualmente trasnochadas y confusas, que no hacen más que enredar una madeja de intereses perturbadores y egoístas.

Con respecto a la deriva del poder, que nos empobrece mientras capa libertades, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira. Los que conforman las huestes mercenarias de unos bandos definidos, ajenos a la realidad, defenderán sus posturas sin importar las consecuencias. Las mayorías silenciosas, que padecen tantos embates de incompetentes manejando recursos públicos, tienen muy poco que decir al respecto. Los manipuladores de opinión se empeñan en diseñar cristales coloreados del modo más conveniente evitando por todos los medios que se pueda ver con claridad.

Los ciudadanos avispados consiguen observar con elementos que facilitan la perfecta transparencia. Su formación y capacidad impiden que el vaho, emanado de tanta trola, interfiera en su visión, que se muestra con rigor a pesar de los esfuerzos de tanto sicario de la palabra. Los hay acaparando colores para enfocar cristales empañados por la adhesión inquebrantable al poder establecido justificando errores, incompetencias y maldades aduciendo coartadas o desviando la atención hacia conceptos intangibles o enemigos disfrazados de jinetes de la Apocalipsis. Otros, llevados por el afán de empuñar la manija que abre el grifo de los fondos públicos o proporciona herramientas para modelar una sociedad entretenida, tapan asuntos con otro color en el cristal.

Los demás, que deberían acudir al oculista habitualmente, no dedican demasiado tiempo a limpiar impurezas sociales que no hacen más que enturbiar su mirada. La suma de afectados por el depauperado presente está pasando su gamuza para tratar de ver con más claridad, pero no otean más que un turbio horizonte. No hay razones para imaginar un futuro más nítido mientras no cambien las condiciones en las que se desenvuelve una clase dirigente, obsesionada en cambiar el modelo de sociedad derribando todo lo que no está en sus dictados ideológicos, bastante agrietados por la ruina y derrumbes, mientras olvidan la gestión de lo imprescindible.

Todos los enchufados proclaman determinadas consignas para mantener impoluto el ejercicio político de quienes financian sus vidas. En los niveles del control social se aprovecha todo para impedir que los ciudadanos tengan la mínima posibilidad de analizar las situaciones, cada vez más dramáticas, interponiendo el miedo o la preocupación más desgarradora.

La pandemia, que superó las expectativas de los menos dotados, se convirtió en una tragedia con determinados provechos. Lanzar mensajes de terror atenaza voluntades. En cada escalón de lo aceptado, cuando menos los esperan esas domesticadas opiniones, otra andanada de terror ocupa el lugar preferente para seguir coaccionando a la masa, que no sabe cómo interpretar lo que se les viene encima. Una buena recua de charlatanes mantiene el protagonismo del enemigo común protegiendo a los verdaderos responsables, que siguen irradiando arbitrariedad sin decoro.

La guerra, que nadie admite desear, puede proporcionar coartadas perfectas para seguir sometiendo la contestación, pero las cifras del paro, la inflación, el incesante aumento de los precios, el abuso de poder, intromisiones en costumbres sociales o la galopante incorporación de los menos favorecidos en las colas del hambre, sin olvidarnos de la obsesión por la contracultura y la disolución de valores tradicionales, nos está mejorando la visión. No parecen faltar razones para seguir insistiendo en pasar bien la toallita por nuestros cristales empañados. A pesar de eso, no somos capaces de mirar bien hacia ese turbio horizonte.

El Cierre Digital no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta sección que se hacen a título particular.

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