27 de abril de 2024
|
Buscar
FIN DE SEMANA
Patio de columnas

Patio de columnas

Felicísimo Valbuena

En memoria de Manuel García-Viñó, crítico literario y taurino

Por más que me he esforzado en mejorar lo que escribí cuando García-Viñó murió con las botas puestas, hace hoy ocho años, no puedo pasar por alto algunas de las cosas que entonces presenté en una columna.

El 3 de Septiembre de 2013, casi tres meses antes de su muerte, me escribió un correo:

            «Estoy muy fastidiado e imagino que cada día lo estaré más.

            Esto se está acabando. Lo que dure, no lo sé. Pero se está acabando.

            Un abrazo. Manuel »

¡Qué fuerza tenía Manuel! Ese vigor adoptaba formas diversas, pero concurrían para convertir su estilo en muy original: humor en sus variedades más insólitas; valentía para enfrentarse con los «lobbies» de las editoriales y de la crítica; dominio de todas las formas del ataque dialéctico; una gran intuición de los valores, para saber quiénes demostraban ser unos escritores extraordinarios y quiénes adoraban al becerro de oro; una capacidad ilimitada de lectura de autores españoles y extranjeros, clásicos y actuales; un método propio: la Crítica Acompasada; una paciencia infinita para aplicar su método; y así podría seguir hasta redactar no una columna sino una conferencia.

Hubiera sido más feliz si hubieran reconocido la originalidad de sus novelas y ensayos. A la vez, sabía que eso le había ocurrido a otros genios de la Literatura o del Cine. Demostró la misma actitud que Stendhal, cuando tres meses antes de su muerte recibió una carta de Balzac, en el que reconocía sus grandes méritos. Stendhal murió feliz. Igual que Manuel se iba dando cuenta de que tenía muchos más admiradores de los que él pensaba.

También conocía la anécdota del célebre director de cine y actor, Eric Von Stroheim. Cuando estaba actuando en una película que dirigía Billy Wilder, éste le dijo: “Maestro, usted se ha adelantado diez años a lo que hacían otros directores”. Y Von  Stroheim le respondió: “¡Veinte!”.  

El gran favor que hizo Manuel a los españoles fue el siguiente: Todos los años, salían novelas de autores españoles que vendían muchos libros. Manuel demostraba, que esos libros eran, con una expresión andaluza, “un poco pésimos”. Empleaba un método que él llamó la Crítica Acompasada: iba analizando párrafo a párrafo juna novela entera y mostraba todas las faltas de gramática, estilo y argumento que mostraban la mayoría de los autores de éxito.

Editó, durante quince años, La Fiera Literaria, que llegó a convertirse en un fenómeno social. Tenía mucho sentido del humor, aunque algunas veces bordeaba el insulto, porque no soportaba la tontería.

Recuerdo la última vez en que fui a visitarle con dos compañeras. En su charla demostró que conocía demasiadas cosas sobre los comportamientos de las personas, y encima, expresaba ese conocimiento con mucha gracia. Con los buenos golpes de humor que tenía, le dije que me recordaba la célebre frase que atribuyen al actor Edmund Gween, el protagonista de Calabuig, de Berlanga: «Morir es fácil; lo verdaderamente difícil es escribir buena comedia». Como habría dicho Baltasar Gracián, Manuel tenía «buenos repentes».

Cuando discutía, demostraba que sabía muy bien de qué iba el asunto. El debate más interesante, incluso retóricamente más importante, que ha habido en España en muchos años, es el que mantuvieron Manuel y Ángel Padilla sobre los toros y que salió publicado en La Fiera Literaria en el número de Julio-Agosto de 2009. El título fue «Taurinos y antitaurinos». A ver quiénes son capaces de mejorar ese debate por correo electrónico, tomando como asunto cualquier ámbito de la realidad.

Después de fallecer su mujer, unos años antes, Manuel supo vencer al desánimo. La Literatura le ayudó a llevar una vida que muchos envidiarían. Si comparamos a García-Viñó con Bismarck, podemos decir que, para el canciller prusiano, la política era su vida. Cuando dejó de ejercer de político, se consideró un inútil. Por el contrario, como escribir era la vida misma para Manuel, y no podía pasarse sin hacerlo contra esto y aquello, al igual que Unamuno, sus últimos años debieron de ser espléndidos.

Manuel tenía partidarios y detractores. En esto coincidía con innumerables personas. De lo que carecen muchos de esos innumerables es de los buenísimos golpes de humor que repartía Manuel en todas las direcciones.

Quiero mencionar un desacuerdo que yo mantenía con Manuel. Algunos de los escritores a los que él criticaba continuamente, habían dado muestras de una gran valentía en sus pronunciamientos contra el terrorismo. Por ejemplo, Fernando Savater, Javier Marías, Antonio Muñoz Molina... Me hubiera agradado mucho verle reconociendo este hecho. No sólo de Literatura vive el hombre... Por fin, reconoció por escrito el valor cívico de Fernando Savater.

Queda algo por hacer. Muy importante y no tan complicado: Escanear y subir a Internet todos los números de La Fiera Literaria que Manuel fue editando mensualmente durante quince años; y hacer pervivir sus novelas y ensayos. Ahora, con Internet, los recuerdos sobre una persona pueden pervivir años y años.

Si no lo hacen sus hijos y nietos, invito desde aquí a que algún entusiasta lo haga. Yo no tengo tiempo. Desde luego, si lo tuviera, no dudaría en hacerlo.

Es un homenaje que le debemos todos los que le tratamos y creímos en su manera de ver la Literatura y la Tauromaquia.

El Cierre Digital no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta sección que se hacen a título particular.

COMPARTIR: