26 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

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Ana del Paso

La moda de los VIP a Ucrania

Pedro Sánchez, en su visita a Ucrania.
Pedro Sánchez, en su visita a Ucrania. / Cadena SER.

Si comparamos la comparecencia del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, de la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, y de su correligionario y anfitrión, Volodímir Zelenski, ante la prensa junto en Kiev, se nota la gran diferencia de talante entre los tres pero, además de solidaridad, ¿qué fruto dan?

Una vez más, el rostro de Zelenski mostraba abatimiento y desesperación, un cansancio que acumula desde la crisis y la consecuente invasión militar rusa iniciada el 24 de febrero, pero si la cara es el espejo del alma, la del presidente ucraniano indicaba que los esfuerzos diplomáticos, sanciones o envío de armas no es suficiente para parar lo que todos sabemos pero no evitamos: la masacre que se avecina por no hablar de genocidio del que organizaciones internacionales y miembros del Tribunal Penal Internacional ya han constatado en otras partes del país.

El cerco se estrecha hacia el este y sur de Ucrania. Los civiles están encerrados evitando a francotiradores, misiles y bombas de la aviación o de los barcos de la flota rusa ubicados en el Mar Negro frente a Odesa y en el Mar Azov frente a Mariupol. Esperan la orden final.

La táctica final para la que se ha preparado parte de la estrategia del Donbás. Un cerco entre carros de combate e infantería ligera y la Armada con sus infantes desde el mar; no hay escapatoria.

Si esperan juzgar al presidente ruso, Vladimir Putin, por crímenes de guerra en el Tribunal Penal Internacional tras demostrar la muerte indiscriminada de civiles en Jarkov, Sumy, Chernígov, Izium, Bucha o Mariúpol, mientras esperaban la cola para recibir comida, ser evacuados, entrar en un refugio a salir a por agua tras largas semanas de asedio, van listos.

Sánchez lo ha llamado “genocidio potencial” y ha insistido en que  “queremos que Putin pague por sus crímenes” matizando que “la lucha contra la impunidad es una prioridad para España”.

Zelenski parece contenerse para algo que seguro piensa: ¿Qué más quieren que haga para convencerles de que necesitamos más y de que van a acabar con nosotros? “Sin armas, no habrá nada: ni pensiones, ni economía, ni nadie a quien proteger”, sentencia. Cualquiera en su lugar haría lo mismo. Le critican por pedir armamento pesado y con urgencia. Normal porque él vive la guerra día y noche: “Para salvar más vidas necesitamos más armamento pesado. Y no tenemos suficiente” y las lanzagranadas contracarro y las ametralladoras ligeras ya no son suficientes. Es un grito a la desesperada en la batalla final que ya ha empezado.

Estados Unidos ha dado un paso al frente y el 13 de abril envió armas pesadas -incluidos obuses- a Ucrania para que se defienda de Rusia y seguir compartiendo información de inteligencia, no solo la recopilada sobre el terreno sino también a través de sus satélites militares. Su mayor socio, Reino Unido, ha enviado misiles antiaéreos Starstreak y 800 misiles antitanque.

Poca gente que no haya vivido una guerra lo entiende. Aunque sea contraria a la violencia, se trata de tu vida o la del enemigo; es cuestión de supervivencia.

Sí me preocupa saber dónde irá a parar ese armamento una vez que la guerra termine. Las guerras balcánicas, Afganistán, las africanas o las sempiternas en Oriente Medio han demostrado que el armamento acaba en manos de mafias, grupos terroristas, en el mercado negro.

Todavía es tabú hablar de embargo al petróleo y gas ruso, y es que en el terreno de la diplomacia, moverse en los grises es importante para ganar la jugada del tablero.

El presidente Zelenski no consigue sus objetivos. Ni más armamento pesado ni embargos al petróleo y al gas rusos. Sí tiene un pie más dentro de la Unión Europea, ya lo tenía, pero ha tenido que claudicar en su ingreso en la OTAN y tampoco consigue que  la Alianza imponga una zona de exclusión aérea sobre su país.

Zelensky ahora dice que los ucranianos entienden que no podían unirse a la OTAN: “Escuchamos durante años que las puertas estaban abiertas, pero también que no podíamos unirnos. Es una verdad y hay que reconocerlo. Me alegra que nuestra gente esté empezando a entender esto y a confiar en ellos mismos y en nuestros socios”. Este mensaje da mucho que pensar.

Sánchez y Frederiksen, se suman a las visitas del los primeros ministros de Polonia, Mateusz Morawiecki, Eslovenia, Janez Jansa, República Checa, Petr Fiala que fueron los pioneros para demostrar a los ucranianos que “no están solos y que su lucha es la nuestra”. Así lo dijo el primer ministro esloveno. La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen y el representante de Política Exterior de la UE, Josep Borrell, el canciller de Austria, Karl Nehammer, también viajaron pero, ¿dieron fruto?

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