26 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

Patio de columnas

José Francisco Roldán

Quejas y reproches

Es complicado luchar contra la facilidad que supone lanzar reproches sin la mínima dosis de reflexión. Es muy sencillo largar quejas y frases lapidarias con vocación de dogma para enfatizar postulados personales o de grupo. Muchos son los que tienen como misión difundir todo tipo de mensajes tergiversados para lograr la deseada manipulación social, instrumento perfecto para alcanzar el auténtico poder real en una sociedad con deficiencias en valores y sentimientos.

La acción política, en algunos casos, suele marcar entre sus objetivos derribar los fundamentos morales y éticos que han servido durante muchos años para afianzar un modo de actuar basado en el respeto y defensa decidida de la libertad. Poco dice en favor de esa fortaleza moral de un pueblo el que en pocos años deje lapidar valores que considerábamos afianzados. Una cosa es intentar romper el engranaje social y otra conseguirlo.

Hay fundamentalistas especializados en derribar castillos de naipes. Por eso las quejas y reproches suben de tono cuando se trata de cuestionar las ofensivas ideológicas de esos enemigos declarados de la libertad. La meritocracia debería ser un muro infranqueable, bien reforzado con la decidida protección de los mejores posicionados para organizar su defensa. Si en los puntos estratégicos de una sociedad bien articulada colocamos a los más cobardes o indolentes, probablemente, no se podrá ofrecer resistencia. Y entre los indolentes suelen destacar esos que dimiten con facilidad, sin enfrentarse, entregando sus poderes a esclavos o sicarios del pensamiento, decididos a medrar sin la menor preparación profesional, auténticos charlatanes blandiendo su flauta mágica.

Los descarados casposos ideológicos ha ido acaparando recursos y poder en determinados escenarios sociales, que precisaban atención. Los que decían venir a solucionar problemáticas muy complicadas se han apoderado del control para asegurarse prebendas sin haber conseguido paliar los aspectos más conflictivos. Para muchos, ahora, además de agravarse la situación, lo único conocido es el reparto de recursos públicos entre quienes asumen el protagonismo de esa lucha.

Existen muchas quejas y reproches sobre cómo se afronta el grave problema de la violencia doméstica o de género. Demasiada gente metiendo la mano en la caja común. Sobra propaganda y falta trabajar de verdad en prevenir. Menos pancartas y minutos de silencio, que no hacen más que justificar un fracaso. Se decía que otros no sabían cómo dar soluciones, pero algunos piensan que debe haber menos dinero para tanto figurante y más para las víctimas. Hay que articular estrategias de control, que impidan la picaresca. Mucho uso sectario de las afectadas, pero poca eficacia en su atención diaria.

Hay quienes reprochan la utilización intransigente para sacar provecho electoral, mientras los problemas aumentan cada día. Se viene opinando que esos salvadores de pacotilla, además de llenarse los bolsillos, deben aceptar que esta lacra es un problema de gran envergadura, donde deben estar todos implicados, sin que el afán desmedido de los excluyentes acapare la ventaja social. Hay que buscar la justicia no la victoria.

Otros se quejan de la dudosa eficacia en la atención a los inmigrantes; reprochan que haya más folclore que soluciones. Muchos sufriendo un drama humano y pocos recursos para encauzar esas vidas hacia la integración laboral y social. Casi nadie entiende que los esfuerzos oficiales o privados se dirijan a regalar dinero sin control y obvian la auténtica necesidad de orientar para cubrir muchos empleos vacíos. Excesivos servicios sin fuste y pocos instrumentos para llevar a los inmigrantes hacia una ocupación digna, donde tanta falta hacen.

Hay quien considera que los responsables políticos se gastan dinero para que los ciudadanos no trabajen. Es sencillo entregar ayudas con el esfuerzo de otros. Habría que empeñarse en llevar a los parados a trabajar. La ley del mínimo esfuerzo regalando dinero no hace más que incentivar la economía sumergida. Esa supuesta indolencia oficial y privada, que no colaboran como debieran, propicia que sean cada vez más los ciudadanos que manifiesten, abiertamente, sus quejas y reproches.

El Cierre Digital no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta sección que se hacen a título particular.

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