26 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

Patio de columnas

José Francisco Roldán

Enojos y quebrantos

/ Congreso de los diputados.

Pocos dudan sobre la avalancha de cabreos y desprecios que nuestra sociedad arrostra cada jornada cuando contempla el rosario de despropósitos que nos regala la clase política, especialmente, quienes detentan el protagonismo social. Desde cualquier punto cardinal y atalaya, por modesta que fuere, los enojos atronan con estrépito, porque los quebrantos son absolutamente pertinaces.

A pesar de los aplaudidores, que ocupan escaños orillando sus obligaciones éticas reiteradamente, existe infinidad de argumentos para no estar conforme con la deriva que arrastra a tanta buena gente. Se han roto los palos del sombrajo patrio, sangran innumerables sensibilidades como para aceptar felonías, falacias y manipulaciones de toda condición. No vale todo, aunque vivamos ese periodo perverso de las mentiras, aceptadas por los que obedecen el dictado de una ideología bien dirigida hacia fines poco asumibles por muchos corazones afligidos.

Cada reseña informativa de un acto electoral no hace más que supurar heridas poco cicatrizadas, que se infectan por la malévola interpretación de los que falsean la realidad para sacarle provecho. Esa manera de entender la propaganda más abyecta solamente alcanza a un número determinado de adeptos, sicarios y torpes sin formación, que se entregan a los líderes con la esperanza de obtener prebendas, sueldos y gratificaciones varias.

Peor lo hacen aquellos que usan esos mensajes para hacerse odiar, porque de esa vorágine política también se puede vivir, como se mataba, o pueden recogerse dádivas envenenadas de un pérfido lavado de imagen. Que unos asesinos y sus colaboradores participen del sistema democrático debe ser aceptado, si consideramos que la vía pacífica y el debate político, por denigrante que fuere, debe ser el modo de asentar una convivencia. Cambiar armas por votos a nadie debería escandalizar, todo lo contrario.

La mayoría de los ciudadanos considera justo la concurrencia legal y democrática de quienes se acogen a ese modo de entender la vida, incluso, después de protagonizar matanzas y extorsiones. Se nos olvida, porque hay bastantes interesados en solapar la verdad, que además de los asesinados, heridos y su entorno familiar, como afectivo, hubo un multitudinario éxodo que dejó su tierra para esquivar la muerte o persecución ilegal. Son muchos votos que dejaron huecos insustituibles para introducir en esas urnas, que rezuman ansiedad y desprecio.

La presión social o el ahogamiento sectario no han desaparecido de algunas partes de España. La intransigencia despreciable que se ejerce en determinadas poblaciones está amordazando quejíos para poder seguir viviendo. Sin embargo, aceptada la concurrencia democrática, con matices, de los enemigos de la tolerancia, lo que pocos ciudadanos cabales admiten es la concupiscencia ideológica de los que anhelan aguantar en el poder a toda costa. No es bueno acaparar traiciones para manejar los designios de una sociedad agotada de tanta bazofia moral.

La podredumbre alcanza cotas desconocidas hasta la fecha, precisamente, porque se coloca en el primer lugar de los anhelos la preponderancia oficial, aunque resulte abominable. El enojo colectivo se demuestra en gestos y frases puntuales, que van adquiriendo la categoría de eslóganes reiterados avasallando a los que buscan el modo de camuflar la verdad a toda costa. Ya no sale gratis mentir, o así debiera, porque no se puede asentar un futuro colectivo sobre el quebranto social.

Los pactos, como las relaciones sociales, deberían ser medidas en términos determinantes de catadura ética. La extorsión ciudadana debería estar orientada, legal y legítimamente, hacia los que faltan al respeto de una sociedad empeñada en progresar en paz. La petulancia de los malvados debería ser contrarrestada con cataratas de una sinceridad excluyente, intransigente, con los traidores, auténticos delincuentes de pensamiento, palabra, obra u omisión. Los que componen la denostada cla parlamentaria, indolentes y culpables, también, provocan con su genuflexión intolerable el desprecio absoluto de gente honrada, que no desea aceptar tantos enojos y quebrantos.

El Cierre Digital no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta sección que se hacen a título particular.

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