26 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

Patio de columnas

José Francisco Roldán

Canallas

Cuando seguimos contemplando comportamientos que atentan contra los valores tradicionales, que hemos mamado y aceptado como el medio más correcto para socializarnos y vivir en armonía, sin pretenderlo, nos vienen a la mente expresiones que han ido dejando paso a otros términos modernos. En estos tiempos oscuros de penuria y zozobra, teñidos de intransigencia sectaria, recobra protagonismo una de las palabras más exactas que califica sin tapujos a los que hacen canalladas. Esta lamentable sucesión del mal proceder identifica a personas indecentes, que de forma maliciosa actúa como bellacos, ladinos y malvados.

Esa lista de sinónimos se alarga conforme repasamos actitudes y demostraciones de soberbia escandalosa, que sin llegar a considerarse delictiva deambula por los ribazos que bordean la inmoralidad. No hay modo de ignorar la retahíla de perversiones que dilapidan el concepto de coherencia. Para algunos, sobre todo los que comulgan la ideología de quien los amamanta, esas trampas no son más que un ejercicio de astucia, sagacidad y picardía, que se consideran adecuadas para la contienda política. El resto de los ciudadanos, que no tienen nada que echarse al bolsillo siguiendo las directrices partidarias, son la gran masa de estúpidos tragando eslóganes de una banda de bribones asumiendo ruines y viles estratagemas.

La depravación del ejercicio político, que rezuma maldad, no es más que la faz despectiva de cualquier rufián. Si Don Quijote de la Mancha pudiera calificar actitudes y conductas de buena parte de nuestros referentes sociales, en especial quienes detentan el poder, usaría expresiones como villanos y ruines, bellacos excomulgados, socarrones de lengua viperina. No tardaría en seguir definiendo a los peores como hideputas, desagradecidos, traidores blasfemos, mal mirados o ignorantes.

En algunos habría descubierto su desvergüenza para calificarlos de infacundos, deslenguados, atrevidos, murmuradores y maldicientes. Y tendría el suficiente criterio para hablar de otros como monstruos de naturaleza, depositarios de mentiras, almario de embustes, silos de bellaquerías o inventores de maldades. Para los sicarios de la información, apesebrados obedeciendo la voz del que los compra, reservaría frases como: publicadores de sandeces y enemigos del decoro. No es más que una serie de improperios que no pocos desearían conocer para seguir gritando a la pantalla de alguna televisión abyecta, que desquicia e inflama cualquier serenidad.

Muchos tienen la sensación de estar vigilados padeciendo el etiquetado de quienes tienen patente de corso para decir y hacer lo que les parece. Esas mayorías suelen controlar sentimientos con la sordina del que no lucha por la libertad. No hay más perversión que contemplar a unos indeseables desempolvar desgracias de hace ochenta años, porque rentabilizan algunos odios, mientras tratan de olvidar, esconder o perdonar las felonías que muchos ciudadanos, muertos y vivos padecieron no hace tanto tiempo, para hacer el trueque ruin que les permita mantenerse donde detentan la facultad para legislar y dilapidar el dinero colectivo.

No es de extrañar las simpatías que generan unos aparentes caballeros andantes, que con la estrategia de desfacer entuertos aspiran a lograr el poder buscando la complicidad de tanta buena gente cansada del abuso y asqueada. No estaría de más seguir señalando sin remilgos a no pocos desvergonzados como malandrines, villanos, follones o bellacos. El pobre Sancho, paciente como nadie, está representado en muchos indolentes que observan y callan mientras ven protagonizar todo tipo de villanías.

Para algunos valdría lo que el escudero del Ingenioso Hidalgo reservaba a conductas de las borregas mansas más blandas que la manteca. Pero también plasmaría en su vocabulario palabras malsonantes contra los que consideraba majagranzas, putos y golfos, hideperros, patanes mal mirados, mentecatos y hediondos. No es mala forma de desahogarse de vez en cuando, ante la impotencia general, relacionando tantos insultos de antes, que también son de ahora, para limpiar toxinas del sentimiento, reflexionar sobre cómo nos estamos comportando, identificar modos de hacer y descalificar claramente a los canallas.

El Cierre Digital no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta sección que se hacen a título particular.

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