26 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

Patio de columnas

José Francisco Roldán

Como en los triles

/ Congreso de los diputados.

Comenzando el año dos mil diecinueve manteníamos como temas para escribir las estafas tradicionales protagonizadas por delincuentes de siempre tratando de obtener dinero de víctimas confiadas. A finales de ese mismo año, como bañistas entretenidos, no detectábamos al terrible tiburón acercándose. El día nueve de enero del año dos mil veinte, a pesar de haber comenzado el contagio imparable, hablábamos de psicópatas. Había quien trataban de encontrar explicación coherente al talante de nuestro presidente del gobierno. Otros consideraban adecuado ese modo de proceder. Las semanas posteriores nos trajeron la peor de las noticias, asociadas a una tragedia inmensa, que tanta desgracia repartió entre millones de españoles.

Seguimos esperando la retribución legal para quienes cometiendo actos ilícitos relacionados con aquella desmesurada manera de ganar dinero; tampoco se ha revisado adecuadamente el quehacer incompetente de numerosos líderes políticos. El ocho de enero del año dos mil veintiuno, sin dejar el asunto zanjado, reflexionábamos sobre nepotismo o clientelismo, hábitat adecuado para reproducirse paniaguados, aprovechados, mamones, corruptos, mentirosos y traidores; pléyade de sinvergüenzas manejando la vida ajena con total impunidad.

Se disimulaban las cifras de una pandemia asesina, que superaban cien mil muertos en España, y seguían sumándose, mientras la eficacia científica proporcionaba vacunas para reducir la devastación. A primeros del año dos mil veintidós comentábamos el uso partidista de las cuentas como modo de manipular la opinión y voluntad de los ciudadanos. Sigue siendo preciso incidir en esta perversa manera de gobernar manoseando las falacias para obtener rentabilidad.

Se trata de decir para no hacer con estrategias para alcanzar el poder o conservarlo. Todo se considera válido sin valorar su calidad ética, moral e, incluso, legal. No es malo recordar cómo algunas sentencias del Tribunal Constitucional declararon ilegales los decretos del gobierno, respaldados por las Cortes, sobre los estados de alarma durante la peor fase de semejante pandemia, que supuso el cierre de las cámaras legislativas, arresto domiciliario de los ciudadanos y el secuestro oficial de comercios y empresas, lo que consideró auténtica suspensión de derechos fundamentales.

El vaciamiento de esos derechos no podía justificarse, y tampoco se ha imputado responsabilidad a los causantes de esa intromisión ilegítima. Se aplicó un estado de excepción disfrazado de alarma, lo que precisaba menor control parlamentario. Una trampa autoritaria de lo que algunos conocen como democracia de nuevo cuño. La coartada de proteger al pueblo, tan socorrida en distintas épocas de la historia, manipulando mensajes y argumentos para consolidar el control sobre los ciudadanos.

Cada año, desde 2019, la retahíla de promesas incumplidas por parte del gobierno no tiene límite. La supuesta reducción de la pobreza ha traído su crecimiento arrastrando a muchas familias que no pueden pagar el coste de muchos artículos de consumo habitual, lo que supone ir aumentando la brecha de indigentes sociales. La masacre de pequeñas empresas y autónomos que han perdido hasta las ganas de quejarse. El compromiso de restar personas en las listas de espera en servicios públicos, auténtico timo secundado por las distintas autonomías, que han conseguido consolidar el menosprecio más insultante a los ciudadanos.

Reducir precios en la electricidad quedará para los anales del incumplimiento. Los afectados por al volcán de La Palma conocieron compromisos gubernamentales, que no se han cumplido hasta la fecha. Cada vez se escucha menos su quejido, entre otras razones, porque se silencia su clamor. Cuando no se cree en la división de poderes, cualquier promesa relacionada con el respeto a las más altas instituciones del Estado es papel mojado. El menosprecio al Rey y a los distintos órganos jurisdiccionales es incuestionablemente descarado. El apoderamiento de los órganos de control oficial es clamorosamente indecente y ofensivo, por eso, ningún bien nacido debería aceptar de buen grado que le intenten mentir, como se suele hacer en los triles.

El Cierre Digital no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta sección que se hacen a título particular.

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