
Mazda CX-80 diésel: el Mazda más completo
Pocas veces un coche familiar logra combinar de forma tan acertada calidad, confort, espacio y agrado de conducción
Pocas veces un coche familiar logra combinar de forma tan acertada calidad, confort, espacio y agrado de conducción. El nuevo Mazda CX-80, en su versión con motor diésel de seis cilindros, no solo lo consigue, sino que deja claro que la marca japonesa ha alcanzado una madurez técnica que merece más reconocimiento. Dejando a un lado el siempre especial MX-5, este es el Mazda más logrado que hemos tenido ocasión de conducir hasta la fecha.

Este SUV de gran tamaño —5,10 metros de longitud— se dirige a un perfil muy concreto: familias que necesitan siete plazas, viajan a menudo y buscan un coche con motor diésel moderno, sin complicaciones eléctricas. Mazda responde a esa demanda con un producto sólido y bien planteado, que huye del artificio y apuesta por la coherencia.

Con una estética sobria y proporcionada, el CX-80 transmite sensación de empaque desde el primer vistazo. El diseño es elegante sin ser recargado, y su mayor longitud respecto al CX-60 se traduce en una ganancia clara de habitabilidad. La segunda fila permite ajustes longitudinales de hasta 12 cm, con respaldos reclinables, y la tercera fila, aunque algo justa, resulta aprovechable en trayectos cortos o para niños. En configuración de cinco plazas, el maletero ofrece hasta 680 litros; si se abaten también los asientos intermedios, se alcanzan 1.545 litros.

Pero el verdadero protagonista de esta versión es su motor. Un bloque diésel de 3.3 litros y seis cilindros en línea, capaz de entregar 254 CV y un par motor de 550 Nm. La suavidad de funcionamiento es sobresaliente, con una entrega lineal y constante, y un sonido que recuerda más a una berlina de lujo que a un SUV. El cambio automático de ocho velocidades acompaña con transiciones fluidas, y la tracción total asegura motricidad en cualquier circunstancia.
En marcha, este CX-80 sorprende por la facilidad con la que disimula su tamaño. No se siente torpe, ni pesado, y en carretera transmite una estabilidad muy apreciable. El ajuste de la suspensión tiene un punto firme, lo justo para contener los balanceos sin comprometer demasiado el confort. No hay opción de suspensión adaptativa, y eso se nota al pasar por firmes irregulares, pero en conjunto, el equilibrio dinámico es notable.

Durante nuestra prueba, en condiciones reales y con cuatro ocupantes, los consumos oscilaron entre 7,4 y 8,6 l/100 km, según el tipo de recorrido. En autovía, con ritmo constante, es posible mantenerse en cifras cercanas a los 7 litros, lo cual es más que razonable para un SUV de más de dos toneladas con tracción total. La eficiencia es mejor de lo que podrías pensar viendo sus cifras sobre el papel.

Uno de los puntos más logrados del CX-80 es el interior. Mazda ha dado un salto importante en acabados, tacto de materiales y presentación general. La combinación de madera natural, cuero, tejidos agradables y mandos físicos bien distribuidos logra una atmósfera sobria, cálida y muy cuidada. No hay pantallas gigantes innecesarias ni menús complejos. Todo está donde debe, todo tiene sentido.
El sistema multimedia se gestiona mediante un mando giratorio, una solución que evita distracciones y que, personalmente, nos sigue pareciendo más segura que el control táctil. Además, la integración con Alexa permite interactuar con comandos de voz de forma rápida. El equipamiento incluye Head-up Display, asientos calefactados y ventilados, climatización trizona, cargador inalámbrico, conectores USB-C en todas las filas y techo panorámico. El sistema de reconocimiento facial para personalizar el puesto de conducción es otra curiosidad bien resuelta.

El sistema de ayudas a la conducción es completo: control de crucero adaptativo, mantenimiento de carril, frenada automática de emergencia, lector de señales, ángulo muerto, cámara 360º… Todo funciona con naturalidad, sin sobresaltos ni correcciones innecesarias. Es un coche pensado para hacer muchos kilómetros, y eso se nota también en el confort acústico y en la estabilidad a alta velocidad.

Su precio parte de 61.598 euros para la versión diésel, una cifra competitiva teniendo en cuenta su tamaño, su configuración mecánica y el nivel de acabado. Frente a rivales como el Toyota Highlander, el Hyundai Santa Fe o incluso el Kia Sorento, el CX-80 ofrece una conducción más refinada y una presentación interior superior, aunque sin tanta tecnología híbrida o sin puertas correderas, algo que algunos usuarios valoran en un coche familiar.

A lo largo de la prueba, lo que más nos ha convencido es esa sensación de calidad percibida que se mantiene constante en todos los aspectos. Desde los ajustes del interior hasta la respuesta del motor o la suavidad de los mandos, todo transmite solidez. Mazda ha conseguido aquí un coche grande, funcional y equilibrado que invita a viajar sin prisa y sin sobresaltos. No es el más llamativo del segmento, pero tiene una personalidad clara, una filosofía propia y unas capacidades muy completas.

Es cierto que algunos usuarios pueden echar en falta una versión híbrida convencional o más elementos de confort, como la mencionada suspensión adaptativa. Pero quienes valoran la respuesta de un seis cilindros, el silencio de rodadura, la calidad de materiales y el espacio de verdad, encontrarán en el CX-80 una alternativa muy interesante.
En resumen, el Mazda CX-80 diésel es un coche con el que te apetece convivir. Tiene espacio, motor, calidad, comportamiento y una imagen que, sin estridencias, proyecta buen gusto y sentido práctico. Es una propuesta distinta, que se aleja del exceso tecnológico y que apuesta por una experiencia de conducción más directa, más serena y más centrada en lo que importa. Y eso, en un mercado saturado de SUV sin alma, se agradece.
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