Logo El Cierre Digital
Hombre de pie junto a un letrero de madera que dice "Médicos y Capellanes" en un entorno exterior.
OCIO

Enrique Crespo, célebre cirujano taurino: 'Nos preparamos para cualquier situación'

En una entrevista con este medio cuenta cómo trabaja su equipo de traumatólogos y cirujanos cuando se complica la cosa.

Enrique Crespo Rubio es especialista en cirugía ortopédica y traumatología en el Hospital Ruber de Madrid, pero su otra pasión profesional es la cirugía de las plazas de toros. Tiene a su cargo las enfermerías de las plazas de Zamora, Huesca, Aranjuez, Colmenar Viejo, San Martín de Valdeiglesias, Ciudad Rodrigo en el Carnaval del Toro, Yllescas, Yuncos y de alguna más, sobre todo en la Comunidad de Madrid. Para ello cuenta con un equipo base compuesto por dos traumatólogos, tres cirujanos generales, cuatro anestesistas y cuatro enfermeras, que se amplía según las circunstancias –como en el Carnaval del Toro que llegan a formarlo más de 16 personas–. 

-Doctor, ¿cómo se hace un médico cirujano taurino?

-Yo siempre digo que la cirugía taurina no se aprende en la universidad ni en un hospital, lamentablemente solo se aprende en las enfermerías de las plazas, lo que se denomina “a pie de obra”. La cirugía taurina no es solo la cornada, la herida... hay que conocer la idiosincrasia del torero, yo siempre me fijo en su gesto cuando es cogido, en su rictus... Porque el torero no es un paciente “normal” y cómo no, al toro. Si se vence para un lado,  si es astifino o astigordo, en los pitones, etc. En eso me baso para decir que la práctica se hace en las plazas curando cornadas.

-Siendo hijo, nieto, biznieto, primo y sobrino de médicos taurinos, usted ha manifestado que no quería ser médico ni le gustaban los toros porque quería ser arquitecto, ¿cómo llega a serlo?

-La verdad es que me gustaba ser arquitecto… hasta que me di cuenta de que era muy difícil (Sonríe). Había que estudiar mucho y yo era muy mal estudiante así que vi más factible la medicina de aquella época, que no era tan difícil como ahora. Una cosa curiosa, al contrario que la mayoría de los médicos de plaza que llegan a ellas porque son aficionados, yo lo hago sin serlo. Recuerdo que cuando mi padre me llevaba a las corridas me dejaba sentado en el tendido pero yo no tenía verdadera  afición, fue después de verme más de ciento cincuenta festejos todos los años, cuando se me despertó y ya con diecisiete o dieciocho años me di cuenta que mi verdadera vocación era la de ser cirujano de plaza de toros. Por esto te digo que yo me he hecho aficionado a través de la cirugía taurina y no a la inversa como suele ser habitual (Sonríe).

-¿Cómo se vive el momento de la cogida en la plaza? ¿Qué se siente como cirujano?

-Mira, una cosa es el percance y otra la herida. El percance no suele herir al torero, pero sí que hay heridas que te sobresaltan sobremanera como cuando por ejemplo ves un muslo del que sale un chorro de sangre y sabes que le ha roto la arteria femoral... Ahí los momentos de tensión los sientes desde el mismo burladero médico. En esos casos, yo desde el primer momento procuro estar tranquilo, ir despacio. E incluso, entro el último detrás  del propio torero y esto lo hago primero para transmitir aplomo y seguridad al resto de mi equipo y segundo,  porque como también te dije, me gusta ver la reacción del torero, cómo se levanta, el rictus de su rostro, los gestos de las cuadrillas... En esos momentos, las prisas, la incertidumbre y  los gritos son malos porque llevan al caos y el caos es igual a desgracia.

-Normalmente en cualquier operación, aunque sea de urgencia, el paciente viene algo preparado para la intervención, en este caso se pasa directamente de la plaza al quirófano. ¿Cómo se viven esos momentos? ¿Qué es lo primero que hace ante una cogida?

-Si tiene el torero tiene una herida, lo primero es taponarla y automáticamente desnudarle. Aunque la herida es lo que más se ve y lo que más impresiona, junto a ella puede haber una luxación de hombro o una fractura de tobillo... Y entonces lo primero que hacemos el colocarle el hombro o actuar sobre la fractura porque es precisamente lo que más les duele. Luego según se vea el estado, reanimarle si le hace falta y sino, anestesiarle y operarle la cornada o cornadas… Porque en algún festejo popular he llegado a operar a un paciente con siete.

-Esa inmediatez en la cirugía, esa línea entre la vida y la muerte que debe de resolverse en minutos, ¿no le produce una sensación de vértigo terrible?

-Ya no y te diré porqué. Hace sesenta años los cirujanos eran cirujanos generales, o sea operaban de todo, ahora debido a la especialización ya no se sabe operar de todo. Yo por eso intento rodearme de un equipo con los mejores en cada campo y, sobre todo, con buenos anestesistas porque la anestesia es el mayor avance que ha habido para resolver esas cornadas que antes eran casi mortales. Disponer de buenos anestesistas, de buenos fármacos anestésicos y de un buen instrumental específico es básico para la resolución de estas cornadas. En cuanto a la sensación de que un hombre se me puede morir en el quirófano, claro que la he tenido. De hecho, en más de cinco ocasiones he pedido la extremaunción para el paciente que estaba operando, alguno con roturas de hígado, otro con arrancamiento de riñón, rotura de femoral, pulmones destrozados, pero afortunadamente ninguno se me murió. Lo más importante siempre es controlar la situación y a eso cuesta mucho acostumbrarse. Solo se consigue con la experiencia porque al pensar que tienes una vida en tus manos se pasa muy mal,  te lo aseguro y te lo dice alguien que lleva operadas 515 cornadas.

-Normalmente, ¿en qué condiciones se encuentran las enfermerías de las plazas de toros?

-Pues en general, en condiciones justas. Hay plazas como la de Sevilla donde tienen un quirófano mejor que los de cualquier hospital,  pero  en la mayor parte de las plazas hay quirófanos móviles. En algunas comunidades como Madrid o Castilla La Mancha es obligatorio que en todas las corridas o festejos haya quirófanos móviles y si la plaza es de obra que cuente con una enfermería revisada por la inspección sanitaria con un personal que acredite su cualificación profesional, con los seguros de responsabilidad civil, etc... Aunque esto no se de en todas las plazas, la verdad es que las de primera y segunda y la mayoría de las de tercera lo tienen bien solventado y tienen su enfermería y personal adecuado.

Dos hombres sonrientes, uno con chaqueta marrón y el otro con bata blanca y corbata, posan juntos frente a un fondo claro.
José Ignacio Herce entrevista al cirujano Enrique Crespo. | El Cierre Digital

-¿Cree que cualquier cirujano no especialista podría enfrentarse a una cornada mortal?

-No, todos los cirujanos no están preparados para ello. Durante mis más de cuarenta años de actividad, he visto en nuestros equipos a reconocidos profesionales en su actividad pero que no han sabido adaptarse o soportar esos momentos de tensión que se tienen en la enfermería de la plaza.

-¿Cuál es la peor situación a la que se puede enfrentar un cirujano taurino?

-Para mí, la peor situación sería que el torero me entrara con una cornada de la que se le pudiera salvar la vida y que se me muriera. Me explico, que el torero tuviera una cornada muy grave pero no mortal y que, por encontrarme sin el equipo humano y material necesario, sobre todo sin anestesista, que es lo que más aterroriza, se pierda esa vida.

-¿Y la peor cogida?

-Independientemente de aquellas heridas que son mortales de necesidad como las que afectan al corazón -porque no hay que olvidar que los toros matan y de eso debemos ser conscientes-, hay dos zonas que pudiendo salvarse, son muy complicadas de “arreglar”. Una es la axila porque allí además de los nervios que van al brazo, pasa la arteria axilar y en este caso la cornada la desvía hacia adentro, hacia el tórax lo que hace muy difícil llegar a ella sin que se desangre el herido y la otra el triángulo de scarpa, en la ingle, porque la cornada se mete al abdomen por los vasos iliacos. De la primera yo he tenido dos y afortunadamente en ambas  se salvó la vida del torero, de la segunda hay que tener en cuenta que una rotura de arteria iliaca por una herida abierta en la ingle te puede matar en dos minutos... Esas son para mí las cornadas que más respeto me merecen además de las mortales evidentemente.

-¿Ha sentido miedo ante una cogida en concreto y que querría olvidar?

-Sí, el 11 de agosto de 1985, recién acabada mi carrera, en San Martín de Valdeiglesias en una novillada José Luis Bote recibió una cornada en el triángulo de scarpa que le rompió la femoral. Allí lo pasé muy mal porque yo veía que el cirujano jefe “perdía los papeles” y me tocó a mí “atar” la arteria y repito, lo pasé muy mal aunque eso me enseñó que en una plaza nunca había que perder el control. De ese día me quedan dos momentos inolvidables, cuando traen a José Luis Bote a la enfermería con el vestido empapado de sangre y con la herida taponada. Mientras le preparan yo le estaba apretando en la zona y cuando le quié la mano de allí, la sangre salió disparada hasta el techo y eso me impresionó una barbaridad. El otro momento fue cuando se llevaron al torero al hospital y me di cuenta de que estaba pisando el suelo lleno de charcos sangre…aquello no se me olvida.

-¿Cuál ha sido la peor cogida que le ha tocado “lidiar”?

-En Huesca, a Francisco Rivera Ordoñez en el cuarto, el toro le mete el cuerno por la ingle, le zarandea un rato y todo el mundo se tira al ruedo pensando que era una herida gravísima. De hecho, yo pensaba que tenía rota la femoral pero siguiendo mi línea, me mantuve en el burladero y vi que no echaba sangre. Hasta que llegamos a la enfermería y vi que tenía todo el intestino fuera... Pese a todo y por mucho que se diga que podía haber muerto por esa cogida, su vida nunca corrió peligro en la enfermería, pero eso sí, la cogida fue muy grave y la imagen de Francisco con las “tripas fuera” fue muy impactante para mí. Además he tenido varias roturas de femorales,  como  la del banderillero Paco Villalta en Cenicientos al que el toro se la arrancó y pudo haber muerto pero salió bien. También lo pasamos mal con Juanito Cuellar al que le arrancó la vena safena...

-¿Ha habido evolución de la cirugía en las plazas?

-Sí. Operar una cornada se hace hoy igual que hace sesenta años, las heridas hay que abrirlas, limpiarlas, quitar todo el tejido que no sea viable, drenarlas y cerrarlas en la propia enfermería. Y hay que operarlas en la propia enfermería porque es lo mejor para el herido ya que cuando llega allí la cornada es una herida “sucia”, contaminada y si se le lleva al hospital en vez de operarle en la enfermería en diez o doce minutos, se tardará en hacerlo al menos cuatro o cinco horas con lo cual la herida pasa a ser una herida de contaminada a infectada. Es por eso que insisto en que las cornadas deben de ser operadas in situ en la misma enfermería.

¿Qué ha mejorado? Pues que ahora en las enfermerías se dispone de aparataje, de instrumentación, de electromedicina, bisturís eléctricos, anestésicos que antes no había, además tenemos quirófanos móviles excepcionales -los primeros los monto mi padre a finales de los ochenta-  y medios de transporte sanitario magníficos. Y además quiero añadir e insistir en que la anestesia ha salvado muchas vidas en estos últimos años.

Tres hombres con sombreros de paja sentados en una grada, rodeados de otras personas.
El cirujano taurino Crespo en una plaza de toros. | El Cierre Digital

-¿Hay una “escuela” de jóvenes cirujanos taurinos?

-La Sociedad Española de Cirugía Taurina, de la que soy secretario general y que agrupa a unos doscientos profesionales, realiza cursos teóricos y por otro lado, los “veteranos” nos hemos preocupado por el futuro intentando rodearnos de gente joven, aunque no todos los jóvenes están dispuestos al sacrificio que se requiere. Yo particularmente intento transmitir a estos jóvenes la satisfacción de devolver la vida a una persona o que puedes “arreglar” un muslo partido por un cuerno…Sensaciones que en el día a día no se tienen y que en mi caso me hacen sentir útil seguir en esto.

-¿El torero es un paciente especial? ¿Es verdad eso de que están hechos de “una pasta especial”?

-No, los toreros son como los demás, tienen la sangre roja, músculos y piel como el resto de los mortales (Sonríe). Eso sí, están físicamente muy bien preparados y lo que les diferencia de otros pacientes es su idiosincrasia, su psicología, su forma de ser, su forma de enfrentarse al percance... Hay que pensar que por muy buena que sea, una enfermería siempre es un medio hostil para el herido porque a veces no conoce a quién le va a atender, ni los medios que hay... Pues pese a todo, hasta en esos momentos ellos mantienen la tranquilidad. Pocas veces he visto gritar de dolor a un torero y es precisamente esa forma de enfrentarse a la incertidumbre -porque la cornada es una incertidumbre- lo que los define.

-En general hay un “patrón” de comportamiento antes las cogidas por parte de los toreros, ¿qué es lo que suelen decir al entrar al quirófano, son conscientes de su gravedad, tienen miedo, duda?

-Pues verás, como te digo, el torero tiene una idiosincrasia especial, yo no digo que no pasen miedo, pero lo disimulan, tienen una capacidad especial que ya parte del hecho de ponerse delante de un toro que es una cosa que no hacen los seres humanos normalmente. Mira por ejemplo el caso de Manuel Diosleguarde que tuvo un cornalón en Cuellar que estuvo a punto de hacerle perder la vida y al poco tiempo le ves  luchar por volver  reaparecer cuanto antes… Eso solo lo hacen ellos. Como te dije pocos se quejan de dolor -también  todo depende de la zona, porque por ejemplo con la femoral se entra en un estado de shock bestial– fíjate por ejemplo en el maestro Paquirri que fue corneado en Pozoblanco de una manera brutal y pedía agua y tranquilidad al equipo médico y a la cuadrilla… Pues la mayoría de los toreros tienen ese patrón y piensa que por el contrario a lo que mantienen algunos prestigiosos profesionales de la cirugía taurina de que la cornada anestesia, eso es mentira total, la cornada hay que ver lo que duele…

-¿Se crea un vínculo especial entre el cirujano y el torero?

-Los toreros son muy agradecidos porque ponen su salud en tus manos en un momento crítico y por eso sí que se crea ese vínculo. Muchas veces cuando estas en el patio de cuadrillas te dicen aquello de que “menos mal que estas aquí doctor”… Esa confianza siempre es mutua, yo no necesito que me brinden toros porque la mayor confianza es que me pongan su vida en mis manos. Mira para mi ser figura del toreo es lo más difícil que existe en este mundo, tienen que ser, como decía el profesor Vallejo Nájera, un privilegiado físico y mental para llegar a ser figura y mantenerse. Por eso hay que admirarlos mucho.

-Hablamos de plazas, pero en festejos populares que tan bien conoce y  donde este año está siendo especialmente negro, ¿cómo está organizado la actividad?

-En España la reglamentación sanitaria para los festejos con toreros es única  para todo el país pero en los festejos populares tienen casi una por cada autonomía. De las que yo más conozco, la de Madrid es muy buena, la de Castilla La Mancha casi demasiado buena y la de Castilla León mejorable. Este año ha habido más festejos populares, pero tampoco es que haya habido más muertos o heridos que hace cinco años lo cual, por desgracia, es normal y podríamos decir que estamos a nivel de pre pandemia. ¿Si me preguntas si la reglamentación sanitaria en España está preparada para atender los festejos populares con una cierta garantía? Pues te digo que no y que no lo estará nunca porque algunas comunidades dan demasiados festejos para las posibilidades que tienen, por ejemplo, en Extremadura no se exige la presencia de cirujano ni quirófano móvil y te echan toros en puntas y con cinco o seis años… Tampoco se puede poner en este tipo de festejos al frente de un equipo médico a un médico generalista, con un enfermero y dos ambulancias como se da el caso. Me permito afirmar que al menos tres o cuatro de los fallecidos este año podían haber salvado la vida. Para mí, el equipo mínimo de cualquier festejo con reses de más de tres años debe contar como mínimo con un cirujano, un anestesista, un médico ayudante y un enfermero, algo que a veces se firma que existe, pero en la realidad no. Otra cosa, yo me considero torista más que torerista y por tanto, me gusta la integridad del toro bravo excepto y decir esto me puede buscar enemigos (Sonríe). En los festejos populares donde yo afeitaría todos los toros porque en ocasiones salimos a cornada diaria. Por ultimo quiero contarte casi como resumen, lo que yo les digo a los jóvenes médicos que me acompañan, que cuando asistan a cualquier festejo taurino vayan siempre preparados para lo peor y  pensando en que va a pasar lo peor.

-Y cuando termina el festejo y no ha pasado nada, ¿qué hace el doctor Rubio?

-Pues si estoy cerca de casa pues volverme cuanto antes para estar con familia y descansar y si estoy lejos y hay que quedarse unos días…pues nos vamos a tomar una botella de vino (Ríe).

➡️ Tauromaquia ➡️ Ocio

Más noticias: