26 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

El Ayuntamiento valenciano de Miramar no realizó ninguna acción contra el propietario afiliado de la ONCE, con dos sentencias condenatorias

Los gritos de los guacamayos de un hombre sordo provocan tratamientos psicológicos a sus vecinos y abandono de sus casas

Una pareja de guacamayos
Una pareja de guacamayos / avesexoticas.org
José Pastor, propietario de las aves y sordo, recibió constantes denuncias por parte de sus vecinos debido a que los guacamayos que tenía en su casa sobrepasaban con creces el nivel de decibelios permitido según la ley. El Ayuntamiento de la localidad valenciana de Miramar hizo una medición de los niveles auditivos, pero nunca sancionó al hombre. El ruido acabó provocando problemas de salud en los vecinos.

Ainoa Molla todavía está bajo tratamiento psicológico por los ruidos que tuvo que soportar y el estrés que lleva sufriendo los doce últimos años. Su marido, Carlos García, sufrió un ictus a consecuencia de los problemas que tenían con su vecino, José Pastor Martínez, un hombre sordo al que le tocó la lotería, se fue de viaje al Amazonas y se trajo de allí dos guacamayos, una especie de ave conocida por solo criarse en libertad y que emite una especie de graznido y chillido que se escucha a través de la selva para marcar territorio e identificarse entre ellos.

Ainoa y Carlos son el ejemplo de cómo un vecino irresponsable puede amargarte la vida con sus mascotas hasta el extremo de generarte enfermedades. Carlos García y Ainhoa Molla, antiguos vecinos de José Pastor Martínez, propietario de los guacamayos, han explicado a elcierredigital.com que tuvieron que mudarse debido al ruido que provocaban los animales. A causa de aquel suceso él tuvo un infarto y ella ha estado en tratamiento psicológico.

Los hechos se remontan entre el verano del año 2011 y mayo de 2015 y el caso estuvo paralizado entre julio de 2016 y octubre de 2017. Los ruidos le provocaron al hombre un trastorno adaptativo mixto con ansiedad y estado de ánimo depresivo con estados de abatimiento y tristeza entre otros y un ictus del que se está recuperando. La mujer tuvo insomnio, nerviosismo, angustia y estrés excesivo.

El caso fue denunciado al Ayuntamiento de Miramar, donde vivían denunciantes y denunciados, como cualquier otro pleito entre vecinos. El Ayuntamiento supuestamente realizó una medición de ruido en la casa del denunciado, pero no le llamó la atención, ni le envió una copia de los resultados a Carlos García, uno de los denunciantes de esta situación, que fue secundada por otros vecinos, ya que, como recoge la denuncia, los animales “despiertan a los vecinos y alteran el sueño” y los ruidos se oyen en la Avenida de la Safor, Avenida Romer, Calle Baladre y Calle Montcabrer. Además, el hombre también tiene un perro y un gato, algo que acrecienta el ruido más aún.

El escrito relata que estas aves emiten entre 100 y 250 graznidos de manera continuada día y noche cada 24 horas que superan los 60 decibelios, duplicando así la tasa permitida por las ordenanzas municipales. Una locura para alguien que quiera descansar.

Denuncia y querella

En la denuncia queda escrito que según la ley 37/2003 del 17 de noviembre del ruido y la ley del 4/1994 del 8 de julio de la Generalitat Valenciana sobre protección de los animales de compañía y la ordenanza municipal reguladora de protección del medio ambiente del Ayuntamiento de Miramar explican las condiciones acústicas que se requieren en los edificios y locales. En el artículo 26 se destaca que habrá una acción municipal en el caso de que el ruido que produzcan animales, como es en el caso de José Pastor Martínez, alteren los horarios de descanso de las personas.

Uno de los guacamayos que le incautaron al hombre.

El artículo 41 explica que entre las 8:00 y 24:00 no pueden rebasar los 35/40 decibelios en según qué zonas de la residencia y de 24:00 a 8:00 no pueden superar los 30/35 decibelios también en otros lugares de la vivienda, algo que sobrepasan por mucho los graznidos de estas aves.

Por su parte, el articulo 59 especifica que se considerará falta grave si se reitera en las faltas leves de superar en 5 decibelios los niveles permitidos y superar de 6 a 10 los niveles permitidos. Muy grave se considerará la reincidencia en faltas graves y en que la emisión de niveles se supere en más de 10 decibelios, algo que hacían constantemente los graznidos de los animales también.

Si el propietario de los animales no hace caso a las obligaciones impuestas por la ordenanza municipal de la tenencia y protección de animales de compañía del ayuntamiento de Miramar (29/12/2011) las multas estipuladas van desde los 30,05 euros a los 18.030,36 euros.

En la denuncia se cita que “estos hechos se han puesto en conocimiento del Ayuntamiento de Miramar en múltiples ocasiones, por parte de los ahora querellantes, sin que el Consistorio haya efectuado acción alguna que ponga fin a la conducta ilegal que el denunciado está desarrollando en el interior de la vivienda”.

Sentencia del Juzgado de Gandía y de la Audiencia Provincial

Ante la inacción del ayuntamiento, los denunciantes acudieron a la Justicia. En la sentencia del juzgado número 1 de Gandía de 2018 se refleja que se expuso la situación “en conocimiento del dueño de las aves las molestias que producen sin que haya adoptado ninguna medida tendente a evitarlas”. La sentencia condenó al hombre por un delito contra el medio ambiente en su modalidad de contaminación acústica en concurso ideal del artículo 77.1 y 2 del Código Penal con dos delitos de lesiones.

También requiere los pagos de multas a Carlos de 9.000 euros y a Ainhoa de 7.000 euros, once meses de una multa diaria de seis euros e inhabilitación para ejercer un oficio relacionado con la crianza de aves durante 18 meses, además de una pena de año y medio de prisión.

Audiencia_Provincial_de_Valencia

Audiencia Provincial de Valencia

El dueño de los guacamayos puso un recurso de apelación tras la sentencia dictada por el juzgado de Gandía, pero la Audiencia Provincial de Valencia lo desestimó y en ese mismo año dio la razón a Carlos, Ainhoa y todos los afectados por los ruidos que producían los guacamayos del hombre. Hasta el momento nadie ha ejecutado la sentencia, aunque los animales fueron trasladados a una tienda primero y a un zoológico después, pero para la pareja de afectados ya era demasiado tarde, tuvieron que malvender su chalet pareado de dos plantas por el infierno que padecieron durante años y trasladarse a otra ciudad.

Animales exóticos prohibidos

En España, existe un catálogo de especies exóticas prohibidas por ser consideradas invasoras. En él, figuran desde algas hasta reptiles, pasando por otras especies como anfibios, aves o crustáceos.

En la página web del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente explican que una especie invasora es “aquella que se introduce o establece en un ecosistema o hábitat natural o seminatural y que es un agente de cambio y amenaza para la diversidad biológica nativa, ya sea por su comportamiento invasor, o por el riesgo de contaminación genética”.

Esta definición es que la que ofrece la Ley 42/2007, del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad. Animales como el sapo común asiático, propio de climas tropicales y subtropicales, o el mapache, ponen en peligro a especies autóctonas al intentar adaptarse a las características de nuestra zona geográfica.

Algunas personas tienen estos tipos de animales, que a veces cortan la tranquilidad de los vecinos por el ruido que causan, principalmente debido a que están fuera de su hábitat. Este fue el caso de José Pastor, que tras tocarle la lotería se fue a Brasil de viaje y trajo consigo de vuelta los dos guacamayos.

“Hay animales que son salvajes y otros domésticos. Lo que marca la diferencia entre unos y otros son los caracteres adquiridos a lo largo de generaciones conviviendo con los humanos. Así se producen mutaciones como el desarrollo del pelo más largo y la disminución de las defensas, porque identifican al humano en lo alto de la escala y como su protector y además tampoco su dieta es competitiva con la del hombre, sino que la complementan”, explicó un etólogo a elcierredigital.com. 

“Es imposible domesticar un animal salvaje. Hay especies que no son domésticas porque identifican al humano como un competidor para el alimento con lo cual por mucho que digan cuatro absurdas que si tratas a un tigre como un gatito no hay peligro, sí lo hay. Un tigre nunca va a ser un gato. Si una especie convive con un depredador de la misma asume un riesgo. La imbecilidad tiene castigos duros, a veces”, puntualizaba.

 

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