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Hombre de mediana edad con gafas y traje oscuro, corbata rosa y camisa blanca, gesticulando con la mano, con un cielo azul de fondo.
INVESTIGACIÓN

Verdad del patriarca Ruiz-Mateos a los 93 años: amor, infidelidad y caída de Rumasa

Empresario gaditano fallecido fundó holding expropiado por gobierno de Felipe González; hijos afrontan juicio de pagarés

Hace hoy 93 años, el 11 de abril de 1931, nació en Rota (Cádiz) José María Ruiz-Mateos y Jiménez de Tejada. Los títulos de marqués de Olivara, marqués de Montemayor y marqués de Campo Nublo le acompañaban, aunque los expertos en genealogía los ponían en duda. No obstante, a José María Ruiz-Mateos no se le conocía por ser marqués, sino por el imperio que levantó con la creación de Rumasa y que sus hijos siguieron fundando Nueva Rumasa.

Aunque hoy habría cumplido 93 años, Ruiz-Mateos falleció hace nueve, un 7 de septiembre de 2015. Su final, al igual que su vida, estuvo rodeado de polémicas. Unos meses antes, llegó a estar en la cárcel madrileña de Soto del Real; uno de sus tantos ingresos penitenciarios.

Los achaques del empresario gaditano —tenía Parkinson y demencia senil— hicieron que solo pasara unas horas en la cárcel aquel mes de junio. En septiembre fallecía, dejando una herencia cuestionada a sus hijos, que también parecían heredar los ‘líos’ judiciales de su padre. De hecho, este año los varones Ruiz-Mateos tendrán que declarar como parte del juicio por la presunta estafa de los pagarés emitidos por Nueva Rumasa.

A pesar de esto, Ruiz-Mateos no solo levantó un imperio empresarial, sino que fue protagonista de momentos que pasarán a la historia de España y creó, junto a su mujer Teresa Rivero, una de las sagas más conocidas de la sociedad española. Una que se reunirá el fin de semana del 26 al 28 de abril con motivo de la boda en Plasencia (Cáceres) de Joaquín Bohórquez Ruiz-Mateos —hijo de Patricia Ruiz-Mateos Rivero y Joaquín Bohórquez y Crespí de Valldaura­— e Isabel García-Morales Merino.

Los inicios empresariales de Ruiz-Mateos

Ruiz Mateos comenzó su vida empresarial exportando vino a Inglaterra y a principios de la década de los sesenta surgió su holding, el imperio Rumasa (1961-1983), que contaba con casi 700 empresas, 21 bancos y 65.000 empleados en nómina. Eran años en los que el patriarca compraba todo y no hablaba con nadie. Aquel empresario tímido, entre piadoso y yuppie, impecable e impertérrito, estrenaba unas nuevas formas de hacer empresa en la última década del régimen franquista.

Por entonces, Ruiz-Mateos celebraba sus reuniones en la primera planta de una de las rutilantes torres de Colón, recién inauguradas. Era un hombre que gustaba de contar en su entorno con consejeros procedentes de la literatura, el arte y la política, a los que llevaba a comer a Zalacaín, en Madrid, o en avión privado de alquiler a Jerez, Briviesca o Rota, donde él había nacido. De su voracidad empresarial había hasta chistes complacientes, como éste que reproducía en 1975 el periódico Arriba del Movimiento Nacional: "Va a terminar comprando hasta la viña del Señor".

Su historia con Teresa Rivero

En esos años que vieron nacer su emporio empresarial ya había creado una numerosa familia junto a la que fue su única esposa, la jerezana Teresa Rivero. Se conocieron en el año 1956 y, tras dos años de noviazgo, contrajeron matrimonio. Con su enlace, Teresa Rivero se convirtió en una fiel ama de casa y en supernumeraria del Opus Dei.

Una pareja sonriente se abraza afectuosamente en una fotografía en blanco y negro.
Teresa Rivero y José María Ruiz Mateos en su juventud. | El Cierre Digital

Tuvo un niño por año y cuatro abortos naturales. Trece son los hijos fruto de este matrimonio, seis varones y siete chicas: Socorro, Zoilo, Begoña, José María, Rocío, Patricia, Almudena, Alfonso, Paloma, Pablo, Javier, Nuria y Álvaro. La casi totalidad de sus descendientes, a medida que iban terminando sus carreras universitarias, entraron a trabajar con su padre en la expansión de Nueva Rumasa, el holding que construyeron paso a paso tras la expropiación de Rumasa y que tuvo bajo su control más de 100 empresas radicadas en los más diversos campos de la vida social, económica y deportiva española.

La tenacidad, perseverancia, capacidad de resistencia y espíritu de sacrificio, fueron los factores que Teresa Rivero y José María Ruiz-Mateos inculcaron en sus descendientes.

El principio del fin de Rumasa

Pero la burbuja del éxito de los Ruiz-Mateos estaba a punto de romperse. Fue el 18 de febrero de 1983 cuando saltó por primera vez la alarma. El propio ministro de Economía, en una reunión con periodistas, indicaba la posible negativa de Ruiz Mateos a autorizar a los auditores de Arthur Andersen una amplia investigación sobre Rumasa que conllevaría la entrada en acción de los inspectores del Banco de España. Todos los periódicos se hicieron eco por entonces de las palabras de Boyer.

Aquello fue como la campana de meta dando la señal de salida. Uno de ellos, Diario 16, por entonces dirigido por Pedro J. Ramírez, al día siguiente tituló a grandes caracteres su portada con una frase manifiesta y premonitoria: “Boyer amenaza a Rumasa”, y con un antetítulo que decía: “Si no permite que continúe la auditoría de Arthur Andersen”. Ese mismo día, en un largo comunicado escrito, habitual en el proceder de Ruiz-Mateos, el empresario aseguraba que la situación de su holding era de total solvencia y liquidez y responsabilizaba a Miguel Boyer de las consecuencias que podrían derivarse de sus palabras. Desde entonces, y con este ambiente tan caldeado, los acontecimientos se precipitaron.

La entrevista de Boyer y Ruiz-Mateos

Según contó el empresario gaditano al director de elcierredigital.com, “Boyer sólo se entrevistó en una única ocasión con Ruiz Mateos para tratar el tema personalmente". Y que ésta fue dos días antes de producirse la expropiación. Fue entonces cuando el ministro de Economía propuso al propietario del holding de la abeja llegar a un acuerdo pactado. Su natural ira, la célebre “soberbia satánica” de Boyer, fue sustituida por una postura de acercamiento que les condujera a cerrar un acuerdo.

Dos hombres en trajes formales sentados y conversando en un entorno profesional.
Felipe González y Miguel Boyer. | El Cierre Digital

Boyer le propuso firmar una carta en la que se comprometía a “aminorar su política expansiva y, en cambio”, acelerase “la auditoría que la firma Arthur Andersen intentaba llevar a efecto sobre los bancos y empresas de Rumasa. Y que cuando estén terminadas serán entregadas por éstos directamente al Banco de España en lugar de que las reciba primero Rumasa”.

Ruiz-Mateos se negó, Boyer insistió y aunque Ruiz-Mateos le ofreció darle una respuesta en 24 horas, Boyer la quería en ese mismo momento. Finalmente, Ruiz-Mateos se negó en rotundo a aceptar el acuerdo que le había servido en bandeja Boyer. La decisión fue adoptada tras recibir el consejo inflexible de sus asesores personales, entre ellos, el del letrado Alejandro Rebollo Álvarez-Amandi, un hombre que después se convertiría en persona de máxima confianza de Adolfo Suárez en el partido Centro Democrático Social (CDS).

En plena crisis, el 22 de febrero, Ruiz-Mateos comparecía ante los medios de comunicación, aconsejado por los banqueros del Opus Dei, quienes le habían metido en la encerrona. Era la primera rueda de prensa que ofrecía el empresario gaditano a lo largo de su existencia. Se trataba de un desafío sin precedentes al Gobierno socialista, lo que precipitaría la decisión expropiatoria. El dueño de Rumasa, acompañado de sus abogados, se limitó a leer un comunicado que, según sus propias palabras, estaba escrito íntegramente por el copresidente del Banco Popular, Luis Valls. En él hacía ver a la opinión pública la gran agresión sin precedentes que estaba sufriendo su 'holding' y su persona por parte del gobierno socialista en una campaña premeditada y dirigida por Miguel Boyer, un personaje al que apenas conocía pese a los bulos que circulaban por Madrid de que había trabajado a sus órdenes en Rumasa.

Pero Boyer cogió las palabras de Ruiz-Mateos para difundir entre sus compañeros de partido la sensación de provocación, reto y desafío por parte del propietario del holding de la abeja. La expropiación era ya la única salida que tenía Felipe González, que se jugaba su autoridad si cedía ante Ruiz-Mateos.

En este ambiente de crispación plena entre Miguel Boyer y el empresario gaditano, pocos minutos antes de la medianoche del 23 de febrero de 1983, el entonces portavoz del Gobierno de Felipe González, Eduardo Sotillos Polet, apareció en el Telediario nocturno de la primera cadena de TVE, interrumpiendo el normal desarrollo de la programación, para leer un comunicado oficial del Gobierno socialista informando al pueblo español de la decisión de expropiar Rumasa, el primer holding privado de España cuyo volumen de negocio equivalía al 1,8 por ciento del PIB nacional.

Tras la expropiación, José María Ruiz-Mateos, siguiendo los consejos, una vez más, de Luis Valls Taberner, huyó a Londres el 4 de marzo de 1983. El 25 de abril de 1985 Ruiz-Mateos fue detenido en el aeropuerto de Frankfurt, y el 1 de diciembre fue extraditado a España desde Alemania.

La expropiación de Rumasa tambalea el matrimonio

La fidelidad del empresario jerezano hacia la figura de Teresa Rivero fue algo notorio en el periodo 1958-1983. Así lo indicaba en una carta-confesión que dirigió —como es obligación en los miembros supernumerarios del Opus Dei— al padre superior Álvaro del Portillo. En esta carta, no sujeta al secreto de confesión, venía a decir que se acusaba de “mirar a las mujeres”, pero solo eso.

Sin embargo, el año 1983, fecha de la expropiación del holding de la abeja, fue el revulsivo del cambio total. A partir de ahí, las mujeres se convirtieron en una 'obsesión' para José María Ruiz-Mateos. Un hecho que ocasionaba los constantes celos de Teresa Rivero.

Los rumores sobre la posible separación matrimonial de Teresa Rivero y José María Ruiz-Mateos no tardaron en aflorar. El matrimonio apenas se veía. Se hablaba de los nuevos amoríos del empresario jerezano, quien siempre iba acompañado por su entonces secretaria personal, Pino Riesco Manrique de Lara, que no se separaba de él ni un solo instante. Las revistas de esa época así lo atestiguan.

Pino Riesco Manrique de Lara conoció a Ruiz-Mateos en un viaje que realizó el empresario a la Costa del Sol. En Marbella, en una célebre discoteca, esta guapa canaria de nacimiento ejercía de relaciones públicas. El colaborador de Ruiz-Mateos, Carlos Manzano, fue el celestino.

Posteriormente, un viaje que realizó el empresario a Las Palmas de Gran Canaria en el otoño de 1986, poco después de hacer efectiva la fianza de trescientos millones de pesetas que le puso el juez Luis Lerga, hizo el resto. Pino Riesco pasó a formar parte del equipo femenino de Ruiz-Mateos. Desde entonces comenzó una lucha a muerte por sacar de la pista a las que consideraba sus competidoras. Algunas de ellas fueron Concha Marina García-Varona, Lucrecia King-Hedinger, la escritora Carmen Posadas y Cuca García de Vinuesa, la que fuera relaciones públicas del hotel Miguel Ángel.

Sin embargo, la ascensión de Pino Riesco llegó a su fin. Y en la década de los noventa José María Ruiz-Mateos conoció a Patricia Montes de Oca en Chicago. Meses después, ella visitó Madrid junto a varias amigas. Según el testimonio de la mujer, ambos comenzarían una relación sentimental que duró meses, con viajes por toda España, desde Madrid a Valencia. Aunque también se veían en Miami, donde Ruiz-Mateos acudía a menudo ya que tenía negocios hoteleros.

Dos mujeres posando para una selfie en un interior.
Patricia Montes de Oca y su hija Adela. | El Cierre Digital

De esta relación sentimental, nació la hija número catorce del empresario, la única que se conoce fuera de su matrimonio con Teresa Rivero y que fue reconocida como tal tras la muerte del empresario.

Nueva Rumasa: el imperio continúa

Mientras José María Ruiz-Mateos estaba en la prisión alemana de Frankfurt en el año 1984 —tras la expropiación de Rumasa—, tuvo una idea: crear un nuevo 'holding', Nueva Rumasa. Así se lo hizo a conocer a sus hijos a través de una carta que escribió desde la prisión alemana.

Y comenzaron y lo hicieron a partir del negocio del vino, como había hecho en su día el abuelo, don Zoilo, que llegó a ser alcalde de Rota (Cádiz), y en cuyo honor Ruiz-Mateos abrió en febrero de 2005 un Museo Histórico en esta localidad y a quien quería beatificar al coste que fuera.

Los Ruiz-Mateos mantuvieron el anagrama de la abeja, que presidía las fachadas del más del centenar de empresas entre gestionadas y adquiridas. Lo principal de la familia era comprar. Se convirtieron en especialistas en el reflote de empresas en apuros. La Nueva Rumasa parecía tener vocación negociante de séptimo de caballería. Cada ejercicio cerraba con una media de más de 10 incorporaciones al nuevo grupo.

Un grupo de hombres en trajes formales posando en un vestíbulo.
José María Ruiz-Mateos y sus seis hijos varones. | El Cierre Digital

Pero no todo el monte fue orégano y los hijos de Ruiz Mateos mantenían un importante lastre empresarial, debido, entre otras cosas, al no saneamiento de las empresas de la Fundación General Mediterránea, un grupo de cien empresas ligadas a la obra del Opus Dei que, en teoría, José María Ruiz-Mateos debería haber "saneado o liquidado ordenadamente" en su día por orden directa de la Obra, fundada por el santo José María Escrivá de Balaguer.

Los miles de personas que en su día confiaron en los Ruiz-Mateos sus ahorros, luego les denunciaron ante los Tribunales de Justicia por apropiación indebida y constituyeron la “Asociación de Damnificados de Ruiz-Mateos”.

Estos avatares judiciales y extraempresariales hicieron que la familia jerezana se dividiera. Esa unión familiar, de clan, de la que siempre hablaban y hablaban, e incluso trasladaron a sus negocios, se rompió por completo.

A día de hoy, las polémicas de Rumasa y de Nueva Rumasa siguen dando de qué hablar y están presentes en los tribunales. Dos imperios fundados por la familia Ruiz-Mateos que han pasado a la historia de España.

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