Rosalía Iglesias rumbo a prisión: Así es la mujer que podría desatar la vendetta
El Tribunal Supremo ha rebajado a 12 años y 11 meses la condena a Rosalía Iglesias por lo que tendrá que entrar.
El Tribunal Supremo ha rebajado las penas de cárcel que deberán cumplir tanto el extesorero del PP Luis Bárcenas como su mujer Rosalía Iglesias tras ser condenados por la primera época de las actividades de la trama Gürtel. Así, Bárcenas es condenado a la pena de 29 años y un mes de cárcel frente a los 33 años y cuatro meses que fijó la sentencia de la Audiencia Nacional de mayo de 2018.
Su mujer, Rosalía Iglesias, que fue condenada por el tribunal de la Audiencia Nacional a 15 años y un mes de cárcel, ha visto reducida su pena de prisión a 12 años y 11 meses. Esta rebaja de más de dos años no evitaría sin embargo que entrara en prisión a la espera de lo que resolviera el Tribunal Constitucional (TC) ante un probable recurso de amparo.
La Sala considera que la sentencia de la Audiencia Nacional describe y motiva todas las actuaciones realizadas por Rosalía Iglesias en la dinámica de ocultación y posterior afloramiento del dinero ilícitamente obtenido por su esposo, “dando paralelamente, respuesta a cuantos alegatos defensivos fueron esgrimidos por la defensa, los cuales fueron descartados de forma motivada”.
Y ahonda en que la defraudación atribuida a la mujer de Bárcenas se articuló a través de una serie de artificios (como apertura de cuentas bancarias o la consignación en el IRPF de unas inexistentes operaciones de compraventa de arte) en los que fue fundamental su intervención y de suyo incompatibles con la ignorancia o el desconocimiento invocados por la acusada. Muchos creen que tras conocerse la sentencia el extesorero podría cumplir su amenaza y ‘tirar de la amanta’. Se habla de un USB con el que podría poner en aprietos a la cúpula de la que fue su partido político.
De la AP de Vestrynge al PP de Bárcenas
Dicen los que conocen bien que Luis Bárcenas siente adoración por su esposa y que si algo no perdonará nunca es que cualquier problema judicial o política pueda afectarle a ella o a su hijo en común, Guillermo. Rosalía Iglesias Villar nació en Astorga (León), el 28 de marzo de 1959 en el seno de una familia de clase media trabajadora de cinco hermanas. Rosalía siempre destacó por su belleza, conocida por sus vecinos como ‘la guapa de Iglesias’. Su padre camionero montó una empresa de transportes y su madre era ama de casa. Una de sus hermanas, María Luisa, montó una joyería en la capital maragata junto a su marido José Manuel Santos, pero no quiere ni oír hablar de los escándalos en los que se ha visto involucrada su hermana.
Rosalía salió de Astorga con rumbo a Madrid y pronto comenzó a trabajar en Alianza Popular a las órdenes de Jorge Verstrynge, en la época en la que aún se perfilaba como sucesor de Manuel Fraga al frente del centroderecha español. “Es muy buena gente, trabajadora y rápida”, contaba el propio Vestrynge a Vanity Fair. Fue en 1983 cuando la leonesa entró a trabajar en AP. Muchos creen que fue una selección del propio Verstrynge, pero él afirmaba que llegó la formación conservadora de manos del tesorero Ángel Sanchís. Lo cierto es que cuando Vestrynge abandonó Alianza Popular en 1986 lo hizo también Rosalía.
Para esa época ya había conocido a su hoy marido Luis Bárcenas. Dicen que no fue un amor a primera vista y que a Luis le costó mucho conquistar a su hoy esposa. Por entonces Bárcenas estaba casado y tenía un hijo, Ignacio, que hoy triunfa como jugador de póker. Tras su unión con Luis Bárcenas, Rosalía pasó a un segundo plano. De su unión nacería, en 1989, unos meses después de su boda, Guillermo ‘Willy’ Bárcenas, conocido líder de la banda musical Taburete.
El matrimonio se casó en separación de bienes. Tras dejar el PP y cobrar durante dos años el desempleo, trabajó como contable en una empresa de transportes. Fue entre 1992 y 1996. Ese año vuelve a inscribirse, esta vez a perpetuidad, en el INEM.
La máxima de Rosalía es desde entonces pasar desapercibida. Madre de un artista de éxito y esposa de un político encarcelado, si algo ha llevado mal es que su portal en el número 34 de la calle Príncipe de Vergara, en pleno barrio de Salamanca de Madrid, se haya convertido en uno de los lugares de los lugares favoritos de la prensa desde que en 2009 su vida cambiara para siempre.
A pesar de que su ritmo de vida fue lujoso con viajes y buena ropa es de esas personas que consigue pasar desapercibida allí donde va. Los que la conocen la consideran una mujer de carácter firme, aunque a primera vista parezca frágil. De hecho, su amigo Raúl del Pozo la denomina como ‘la brava Rosalía’.
Cuando se supo que tenía un patrimonio de 11 millones de euros a pesar de no haber trabajados desde 1996 y se empezó la investigación sobre su marido, Rosalía Iglesias empezó a intuir que su plácido mundo se desmoronaba. Llegó a tener las cuentas bloqueadas e intuir la sombre de la cárcel tras la condena de la Audiencia Nacional. Se libró después de que su hijo Willy Bárcenas depositara una fianza de 200.000 euros.
“Todo lo que hace mi marido me parece bien. Tengo una confianza total y absoluta en él. Yo firmaba los documentos que fuera y me iba. No soy tonta. Si mi marido me pide que firme unos documentos no me voy a poner a mirar qué son”, se justificó en los Tribunales al más puro estilo de la Infanta Cristina o la que fue su íntima amiga Ana Mato.
El falso sacerdote
El momento más esperpéntico de todos cuantos ha tenido que vivir Rosalía Iglesias tuvo lugar cuando el 23 de octubre de 2013 Enrique Olivares García, un hombre vestido de sacerdote, con una traje negro, un alzacuellos blanco y ocho antecedentes policiales y otras dos identidades ficticias (decía llamarse Jesús Sánchez y Juan Manuel Muñoz) llamaba a la puerta de los Bárcenas en la madrileña calle Príncipe de Vergara 34 y decía ser el cura de Soto del Real y que venía a hacer una entrevista a la familia sobre la petición de libertad provisional del extesorero del PP.
Olivares iba armado con un revólver tipo British Bulldog con el número 18 troquelado en varias de sus piezas con capacidad para cinco cartuchos dentro de un maletín. Olivares sería acusado de tenencia ilícita de armas, amenazas, lesiones, allanamiento de morada y detención ilegal. Llevaba además diez cartuchos de fogueo, uno de ellos con una bola de acero adherida en la punta. Al detenido también se le encontró encima un rollo de precinto de color marrón, un paquete de bridas, una brida "ya utilizada al parecer para Guillermo Bárcenas", un par de guantes de tela de color negro, un artículo del periódico El Mundo fechado el miércoles 23 de octubre, un bote de pegamento marca superglu 3 y un bote de crema limpiadora de artículos de plata, según recoge el atestado realizado por la Policía tras el suceso.
Rosalía Iglesias también explicó los hechos en su declaración que "sobre las quince horas y cuarenta y cinco minutos del día de hoy cuando la dicente terminaba de tomar una infusión la persona que la ayuda en las labores del hogar le manifiesta que hay un sacerdote abajo que viene del Obispado el cual le ha llamado a través del telefonillo de la puerta de entrada al edificio, manifestándole la dicente que le abra y recoja lo que viene a entregarles". Pero una vez que el hombre llega a la puerta del domicilio "en la que estaba esperando Victoria le comunica que no quería entregar nada, que solamente venía a hablar con la señora de la casa por hablar de un tema que le ha mandado el Obispado sobre un tema de Instituciones Penitenciarias que tenía relación con su marido por el tema de su puesta en libertad". Una vez que el hombre estaba dentro sentado pidió reunir a todos los convivientes, "preguntándole a su hijo Guillermo por los estudios que realizaba y otros datos personales de los que el sacerdote parecía tener muchos conocimientos, tales como su estancia en Nueva York y otros similares".
Sigue Rosalía contando el momento crucial cuando "sacó una pistola oscura con la cual les encanoñó a todos, manifestándoles que se había acabado el teatro, que le dieran toda la información y material que tenían en su casa para derrocar al Gobierno y que si no se lo daban les iba a matar a todos". Transcurrida más de media hora "e insistiendo para que les diese los discos duros, grabaciones y papeles que su marido tenía en el domicilio, les obligó a los tres en fila india a dirigirse al despacho, encañonándolos en todo momento con el arma que portaba, que les iba diciendo que la tenía amartillada y solamente era apretar el gatillo". Una vez en el despacho "el sacerdote les vuelve a amenazar de muerte para que le digan donde tenía los papeles, discos duros y grabaciones escondidas, todo ello con una cara descompuesta de ira y amenazante por lo que en ese instante percibió que esa persona les iba a matar".
Más noticias: