
Así fue el primer cisma en el socialismo: El 'amor' de Isabel Preysler y Miguel Boyer
El romance de la Preysler y el ministro de Economía en 1985 desató la primera brecha en el Gobierno de Felipe González
El ciclo gubernamental del exministro de EconomíaMiguel Boyer (San Juan de Luz, 1939 - Madrid, 2014) duró dos años y siete meses. Pero ese periodo se vio marcado por las peripecias sentimentales con Isabel Preysler (Manila, 1950) a la que había conocido en abril de 1982. Este fue un hecho muy criticado en círculos socialistas. Entonces empezaban a hablar en alto de las consecuencias políticas que estas relaciones con la bella filipina podrían suponer para su persona. Le apodaban en privado “Preysler-man”.
Esto desencadenó la que sería la primera gran crisis del socialismo en España, durante el Gobierno de Felipe González, en 1985. Ahora, se cumplen 40 años de este episodio de la historia de España, que el director de elcierredigital.com, Juan Luis Galiacho, ya recogió en su libro Isabel y Miguel (La Esfera de los Libros).
En el 82 se dispararon los rumores de la relación de Isabel Preysler, todavía marquesa de Griñón y exmujer de Julio Iglesias, con el ministro. Entonces, el vicepresidente del gobierno, Alfonso Guerra, también mantenía relaciones extramatrimoniales con María Jesús Llorente Morales. Esto también había provocado un enorme revuelo en el país.

Los rumores sobre ambos idilios movilizaron esos años a los muchos enemigos de la beautiful people y modificaron muchas estructuras prestablecidas en el Gobierno socialista. Los ataques contra ellos, principalmente contra Boyer, fueron propios de una auténtica batalla militar.
Su vida junto a Isabel Preysler fue también motivo de sus duros enfrentamientos con Alfonso Guerra. Estos se acentuaron tras acceder el PSOE al poder y Felipe González nombrar para la cartera de Economía, Hacienda y Comercio a su amigo Miguel Boyer Salvador. A partir de entonces fue llamado el “superministro”.
Los desencuentros entre Guerra y Boyer nunca se producían de forma personal. Uno y otro, especialmente Alfonso Guerra, se valían de sus hombres de confianza. A través de periodistas y amigos, hacían circular convenientemente las diferencias entre el vicepresidente y el ministro de Economía.

Boyer siempre ha sido una persona que, desde su perspectiva de hombre científico e intelectual, ha sentido un despectivo desdén por algunos de sus compañeros de política. Por ejemplo, los guerristas.
Por eso, Miguel Boyer jamás trató con el vicepresidente ninguno de los temas de su área de responsabilidad. Le parecía un ingenuo en temas económicos. Hablaba directamente con Felipe González, normalmente por teléfono, lo que enfurecía aún más a Guerra que era consciente de esos contactos.
Unos de los más conocidos enfrentamientos entre Alfonso Guerra y Miguel Boyer se produjo cuando Alfonso planteó centralizar la edición de todas las publicaciones oficiales del Gobierno e imprimirlas en el mismo taller en el que se materializaba el BOE (Boletín Oficial del Estado). De esta forma, todas las publicaciones pasarían a depender de la Presidencia del Gobierno. Y de esta forma, estarían bajo su poder, agregándose una nueva parcela. Pero tanto Boyer como Carlos Solchaga, entonces ministro de Industria, se opusieron y lo lograron.
También Guerra propuso que la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado dejara de ser competencia del Ministerio de Economía de Boyer. Que pasaran a depender de Presidencia del Gobierno, de nuevo bajo su poder. Puso como ejemplo la oficina de presupuestos de Estados Unidos que dependía directamente de la Casa Blanca.

Esta singular propuesta de Guerra hizo que por primera vez Boyer planteara a su amigo Felipe González que dejaría su cargo si salía adelante esa iniciativa. Fue su primera advertencia seria de salida del Gobierno. Felipe lo consideró y apoyó sin fisuras a su ministro de Hacienda paralizando las acciones de Guerra.
Las discrepancias entre Guerra y Boyer se llevaron hasta la mesa del Consejo de Ministros. Los duros debates acerca de los presupuestos llevaron a serios enfrentamientos entre Boyer y los ministros de departamentos con grandes presupuestos de gasto. Las medidas económicas liberalizadoras y de “ajuste duro” diseñadas por Boyer eran diferentes a las expuestas en el programa electoral de su partido y encontraron fuertes resistencias entre destacados miembros del PSOE.
Otra de las grandes líneas de fuerte discusión fue la UGT, ya que la política diseñada por Boyer rompía la unión del sindicato con el PSOE. Contaba en su día el periodista Julián Lago que Miguel Boyer “no miraba a la cara a los que creía tontos, ni a los que consideraba que eran menos que él. Por ejemplo, a Nicolás Redondo lo despreciaba. No porque fuera secretario general de la UGT, sino porque, para él, no era tan listo como se creía. Redondo se irritaba en sobre manera y llamaba despectivamente al ministro “el gélido”. Como contrapartida, Boyer no le cogía el teléfono, lo que cabreaba aún más al dirigente sindical”.
Crisis en el gobierno socialista
Pero fue a principios de 1984 cuando surgió la primera crisis seria en el seno del gobierno socialista. Fue con el cese del secretario de Estado de Hacienda, José Víctor Sevilla (Pepe Sevilla). Fue sustituido por el catalán José Borrell Fontelles.
Todo surgió cuando Miguel Boyer y los responsables del Banco de España, conscientes del problema que significaba la existencia de dinero negro que no tributaba a Hacienda, acordaron que tenía que existir un sistema de mercado abierto para regular la oferta monetaria. Boyer junto a su amigo el entonces subgobernador del Banco de España, Mariano Rubio, estaba convencido de que si no se ofrecía una alternativa al dinero negro, este acabaría por ocultarse todavía más. Y que muchos intentarían sacarlo del país perdiendo una gran cantidad de recursos que podría cifrarse alrededor de los dos billones de pesetas.
El ministro opinaba que la mejor solución era ofrecer una posibilidad a los tenedores de dinero negro para que lo mantuvieran dentro del sistema aunque siguieran a salvo de Hacienda.

Pero José Víctor Sevilla no quería ni oír hablar de los pagarés del tesoro, y menos de que se convirtieran en un refugio del dinero negro. La diferencia de pareceres derivó en un enfrentamiento personal. Según Boyer, el propio Sevilla llevó a las páginas de los periódicos, lo que provocó una airada reacción del ministro que entendió dicha actitud como una deslealtad.
Pero la verdad del cese de Sevilla fueron las continuas filtraciones de este a la prensa, malmetiendo contra la política conservadora de Boyer. Cuentan sus amigos que esa “soberbia satánica” del ministro iba asociada a su personalidad haciéndose más patente durante esa etapa de máximo poder y esplendor político que vivía. Estos niveles de prepotencia llegaron incluso a resultar molestos para algunos miembros de su entorno más cercano.

La caída de José Víctor Sevilla significó mayor poder político para Boyer. Sevilla estaba relacionado indirectamente con Alfonso Guerra a través de su hombre de confianza, Fernando Marugán. Este enfrentamiento fue uno de los más sonados de entonces y sirvió para afianzar, con el apoyo de Felipe González, la figura del ministro de Economía.
Pero cuentan que el punto culminante se produjo en el verano de 1984 durante la primera crisis del gobierno de Felipe González.
Ya desde el estío de 1984, Boyer se dedicó a hacer comentarios críticos sobre algunos de sus compañeros de gabinete en reuniones semipúblicas. A ellas a veces asistía acompañado de Isabel Preysler. Descalificaciones que llegaron a los oídos de Alfonso Guerra. Hecho que no gustó en absoluto en un partido controlado por el guerrismo donde si una persona se movía “no salía en la foto”. Los ministros cuestionados a causa de esta primera crisis de gobierno fueron Fernando Morán en Exteriores, Enrique Barón en Transportes y Julián Campo en Obras Públicas. Todos saldrían del gobierno en la posterior crisis gubernamental.
La derrota de Boyer, el triunfo de Guerra
Fue en el verano de 1985, un año después de la primera crisis, cuando llegó la madre de todas las batallas. Todo se debió a la exigencia de Boyer de seguir los modelos de funcionamiento europeo. El ministro de Economía asumía una de las vicepresidencias del gobierno para así fortalecer su autoridad frente a sus compañeros de gabinete. Boyer, con esta medida, trataba de aniquilar definitivamente los enfrentamientos que mantenía con otros ministerios, antes narrados.
Boyer exigió al presidente González ser nombrado vicepresidente económico. Pero la sola posibilidad de que el compañero Miguel asumiera una vicepresidencia provocó grandes movimientos internos dentro del PSOE. Alfonso Guerra lanzó una seria advertencia a González: “o Boyer o yo”. Todos los periódicos, radios y televisiones se hicieron eco de esas tensiones y tomas de poder dentro del Gobierno de Felipe González. Y por ende, dentro del aparato de la sede de Ferraz. La polémica estaba ya en la calle como un nuevo pulso frontal entre el ministro de Economía y el todopoderoso vicepresidente Guerra.
De entrada González dudó. Pero finalmente abandonó a Boyer y se inclinó por las tesis de su viejo compañero sevillano 'Andrés'. Así llamaban a Guerra en los tiempos clandestinos del franquismo. Felipe fue más sensible a las reacciones contrarias que dentro de su partido se produjeron ante la posibilidad de que Boyer asumiera su papel de vicepresidente. No tuvo más remedio que comunicar a éste la imposibilidad de llevar a efecto su propuesta.

“Miguel lo siento, pero hay que posponerlo para más adelante”, le dijo. El todavía ministro de Economía consideró las palabras de su amigo Felipe como una marcha atrás indecente. Esto le provocó un gran disgusto que aceleró aún más su altivo, drástico y colérico comportamiento.
Continuar como ministro le hubiera supuesto reconocer ante la opinión pública el triunfo de Guerra (su enemigo). Por eso Boyer no cedió. Presentó su dimisión en los primeros días de julio de 1985 creando a González un grave problema político.
González intentó hasta el último momento convencer a unos y a otros. Quiso retener como fuera a Boyer en el Gobierno. Así, escasas horas antes de que diera una cena en La Moncloa a los ministros salientes de su Gabinete a los que despedía, llamó a Boyer y mantuvo una conversación de más de dos horas con él. En ella trató de disuadirle para que considerara su decisión.
Al ver que era imposible, le pidió nombres para sustituirle. Boyer le dio el del ministro de Industria, Carlos Solchaga, su amigo, ratificando así la idea que ya tenía preconcebida el presidente González.
Una semana después de salir del Gobierno de España, el 18 de julio, Boyer fue nombrado presidente del Banco Exterior de España, de mayoría pública. Lo hizo con el beneplácito del ya ministro de Economía, Carlos Solchaga, que había informado positivamente al Consejo de Ministros.
La designación de Boyer causó estupor entre algunos destacados militantes del Partido Socialista Obrero Español. Tras las primeras especulaciones que indicaban que ocuparía el cargo, se había producido una reacción en contra que parecía haber neutralizado tal posibilidad. De nuevo el guerrismo había sido pieza fundamental para estas discrepancias internas aunque en esta ocasión no había logrado su objetivo. Boyer pasaba a dirigir el octavo banco del país en el ranking por recursos ajenos. Y además, hasta la entrada de España en la Comunidad Europea, la entidad que mantuvo prácticamente el monopolio de la gestión de los créditos a la exportación.

Pero su salida del Gobierno y su entrada en el Exterior no redujeron ni interrumpieron sus enfrentamientos con Alfonso Guerra. Muy al contrario, se acentuaron. Así en el verano de 1986, sólo un año después y ya viviendo Boyer con Isabel Preysler en la casa de Arga 1, se recrudeció el agrio cruce de declaraciones entre ellos. Todo se debió a la aparición en escena de Miguel Boyer en un curso de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), en Santander.
Boyer no paró de hablar críticamente de Alfonso Guerra y de su entorno. Las hostilidades continuaron de manera sistemática y constante. Así, más adelante, en un viaje a Nueva York y Washington donde acudió con Isabel Preysler, con la que ya se mostraba en todos los actos públicos, lanzó de nuevo varios ataques a la política socialista de entonces.
La etapa de Boyer en el Banco Exterior fue placentera. Logró introducirse en el grupo de los principales banqueros de España y acudir a sus reuniones y comidas. Boyer había logrado penetrar en el cerrado club más poderoso de España, el de los grandes banqueros. Y aunque no asistió a la primera comida que convocaron los grandes al poco de ser nombrado presidente del Exterior, sí que acudiría a las siguientes. Alguno de estos banqueros recuerda que sus intervenciones eran reconocidas por su brillante exposición, con un discurso más hondo y denso del que era habitual entre los presidentes de los siete grandes de la banca española. Boyer era, ya por entonces, un banquero más que un político socialista.
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