
El negocio detrás de 'Labubu': Cómo un peluche mueve más de 600 millones en beneficios
La fiebre por 'Labubu' convierte en pocos meses a la matriz china Pop Mart en un gigante más valioso que Mattel y Sanrio
En menos de un año, un pequeño monstruo de ojos saltones y sonrisa puntiaguda ha pasado de ser un simple juguete de colección a convertirse en fenómeno millonario. Se llama Labubu. Aunque su aspecto recuerda más a una criatura oscura que a un muñeco infantil, es el producto estrella de la empresa china Pop Mart. Esta última ha logrado que sus ventas superen los 4.750 millones de yuanes (unos 617 millones de euros) en apenas seis meses.
Lo que parecía un capricho pasajero de redes sociales se ha consolidado como una de las operaciones más rentables de la industria del entretenimiento. Y es que en pocos meses las cifras de Labubu rivalizan con gigantes históricos como Mattel o Sanrio.
La historia de Labubu empieza lejos de los escaparates. El personaje nació en 2015 de la mano de Kasing Lung, un ilustrador nacido en Hong Kong y formado en Europa. Labubu era parte de una serie de criaturas llamadas The Monsters, concebidas como personajes de fantasía más cercanos a lo grotesco que a lo adorable. Sin embargo, su aire “feo pero tierno” pronto llamó la atención de Pop Mart en 2019.
El resto es historia: en 2025, las ventas de la franquicia se dispararon un 668 % respecto al año anterior. Ahora Labubu ha pasado de ser un personaje de nicho a representar más de un tercio de los ingresos totales de la compañía.
El poder de la caja sorpresa
El éxito de Pop Mart no se entiende sin un elemento central: el modelo de 'blind box' o caja sorpresa. Los compradores nunca saben qué figura encontrarán dentro del paquete, lo que multiplica la emoción y fomenta la repetición de compras. Una estrategia que, según críticos, apela a la misma lógica que las apuestas o los juegos de azar.
Pero ese componente de incertidumbre ha convertido a Labubu en objeto de deseo. Algunas ediciones limitadas se han revalorizado de manera desproporcionada en el mercado secundario, donde coleccionistas pagan precios muy superiores al original.
“Es una mezcla de consumismo compulsivo y cultura pop”, explican expertos en márketing. “La clave es que la gente no compra solo un juguete: compra la experiencia de descubrir qué hay dentro”.
El monstruo de orejas puntiagudas se consolidó como icono global gracias a la visibilidad que le dieron celebridades de la talla de Lady Gaga, Rihanna, Dua Lipa o David Beckham. Fotografías de los famosos con un llavero o peluche de Labubu en la mano desataron el efecto imitación.
En paralelo, plataformas como TikTok, Xiaohongshu o Instagram se llenaron de vídeos de unboxing y colecciones completas, que contribuyeron a que el juguete se volviera viral entre adolescentes y jóvenes adultos.
El fenómeno no quedó restringido a China. En América, las ventas crecieron más de un 1.100% en el primer semestre del año, superando los 315 millones de dólares. Europa y Oriente Medio también registraron aumentos significativos. Pop Mart ya cuenta con más de 570 tiendas físicas y 2.500 máquinas expendedoras en 18 países.
Cifras que marean a Wall Street
Los números hablan por sí solos: en la primera mitad de 2025, Pop Mart ingresó 13.900 millones de yuanes y su beneficio neto se disparó casi un 400%, hasta los 4.600 millones. La cotización bursátil de la compañía también se ha duplicado, superando incluso a rivales históricos de la industria del juguete.
El propio CEO de la empresa, Wang Ning, ha reconocido en conferencias recientes que alcanzar los 30.000 millones de yuanes en ingresos este año es un objetivo “sencillo”. Esto es reflejo de la confianza en la expansión global del fenómeno Labubu.
Entre el furor y la polémica
Pero detrás del éxito también hay sombras. En Estados Unidos, las autoridades de protección al consumidor advierten de la proliferación de falsificaciones que podrían suponer riesgos de asfixia en niños pequeños. En otros países, como Rusia o el Kurdistán iraquí, algunos gobiernos han considerado prohibir la venta del muñeco por considerarlo inadecuado o culturalmente ofensivo.
Más allá de la seguridad, psicólogos infantiles advierten sobre la adicción que puede generar el modelo de compra por cajas sorpresa. Consideran que incentiva una conducta de repetición similar a la del juego. “Estamos hablando de un producto que engancha por la expectativa, no por la utilidad”, apunta una especialista.
De juguete a fenómeno de masas
La estética de Labubu rompe con el canon de ternura tradicional, representando lo extraño y lo monstruoso como algo digno de coleccionar. Una especie de reflejo de una generación que se identifica más con lo imperfecto que con lo idealizado.
La empresa, consciente de su influencia, ya trabaja en diversificar el negocio. Prepara parques temáticos, colecciones de moda y hasta incursiones en el terreno de los NFTs y el metaverso. Esto lleva a Labubu del escaparate al universo digital.
La gran incógnita es si el fenómeno Labubu podrá sostenerse en el tiempo o si se trata de una moda pasajera. Algunos analistas recuerdan que el mercado del juguete ya ha vivido explosiones similares. Los ejemplos abundan, resuenan el de los Beanie Babies en los noventa o los Furbys en los 2000. Ambos terminaron desinflándose tras alcanzar precios estratosféricos en el mercado secundario.
Sin embargo, Pop Mart parece haber aprendido de esos precedentes y apuesta por la diversificación: ampliar personajes, crear ediciones colaborativas con diseñadores internacionales y consolidar su expansión global.
Un monstruo que se hizo gigante
Lo que empezó como un personaje marginal de un ilustrador hongkonés hoy mueve millones y se ha convertido en un referente de alcance mundial. El éxito de Labubu resume las dinámicas de consumo del siglo XXI: viralidad en redes sociales, marketing emocional, cajas sorpresa que rozan la lógica del azar y una estrategia de expansión internacional sin precedentes.
Con más de 4.750 millones de yuanes generados en apenas seis meses, el monstruo de Pop Mart ha conquistado las estanterías y los mercados financieros. Pero en un entorno de imitaciones, críticas y riesgos regulatorios, la verdadera prueba será comprobar si Labubu logra sobrevivir al tiempo.
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