Miguel Boyer e Isabel Preysler: La relación que sorprendió a España.
El exbiministro socialista Miguel Boyer, fallecido en 2014, habría cumplido 83 años el 5 de febrero.
La vida de Miguel Boyer junto a Isabel Preysler fue motivo de duros enfrentamientos con Alfonso Guerra, que se acentuaron tras acceder el PSOE al poder y Felipe González nombrar, para la cartera de Economía, Hacienda y Comercio, a su amigo Miguel Boyer Salvador, quien a partir de entonces fue llamado el “superministro”.
En aquel momento, el vicepresidente del gobierno, Alfonso Guerra, también mantenía relaciones extramatrimoniales con María Jesús Llorente Morales, lo que había provocado un enorme revuelo en el país. Guerra, casado con Carmen Reina, tendría después una niña con esta joven sevillana que por entonces contaba con 25 años. Alma nacería en junio de 1983 en una clínica de Roma, ciudad donde María Jesús residía y estudiaba Bellas Artes. Era curiosamente sobrina política del empresario Javier Benjumea, expresidente de Explosivos Río Tinto, empresa donde en su día había trabajado Boyer. Los rumores sobre los idilios entre el ministro de Economía y Hacienda y la exmujer de Julio Iglesias, por entonces todavía marquesa de Griñón, y los del vicepresidente Guerra con María Jesús Llorente movilizaron esos años a los muchos enemigos de la beautiful people y modificaron muchas estructuras preestablecidas en el seno del Gobierno socialista.
Boyer, desde su perspectiva de hombre científico e intelectual, estaba predispuesto a sentir un despectivo desdén por algunos de sus compañeros de la clase política, por ejemplo, los guerristas. Por eso, Miguel Boyer jamás trató con el vicepresidente ninguno de los temas de su área de responsabilidad, le parecía un ingenuo en temas económicos. Hablaba directamente con Felipe González, normalmente por teléfono, lo que enfurecía aún más a Guerra que era consciente de esos contactos.
Las batallas de los guerristas con Boyer
Unos de los más conocidos enfrentamientos entre Alfonso Guerra y Miguel Boyer se produjo cuando Arfonso planteó la necesidad de centralizar la edición de todas las publicaciones oficiales del Gobierno e imprimirlas en el mismo taller en el que se materializaba el BOE (Boletín Oficial del Estado), de forma que todas las publicaciones pasaran a depender de la Presidencia del Gobierno y de esta forma, estar bajo su poder agregándose una nueva parcela. Pero tanto Boyer como Carlos Solchaga, entonces ministro de Industria, se opusieron con firmeza a lo que pretendía el sevillano y lo lograron.
También Guerra propuso que la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado dejara de ser competencia del Ministerio de Economía de Boyer y que pasaran a depender de Presidencia del Gobierno, de nuevo bajo su poder, poniendo como ejemplo la oficina de presupuestos de Estados Unidos que dependía directamente de la Casa Blanca. Esta singular propuesta de Guerra hizo que, por primera vez, Boyer planteara a su amigo Felipe su salida del Gobierno si se aprobaba la iniciativa. Felipe lo consideró y apoyó sin fisuras a su ministro de Hacienda paralizando las acciones de Guerra, partidario de una política económica diferente, más propensa al aumento del gasto público.
Pero fue a principios de 1984 cuando surgió la primera crisis seria en el seno del gobierno socialista con el cese del secretario de Estado de Hacienda, José Víctor Sevilla, conocido como Pepe Sevilla. Éste fue cesado y sustituido por el catalán José Borrell Fontelles. Cuentan periodistas de entonces que el carácter tosco de Boyer y su tono intransigente y desdeñoso, fueron un obstáculo para lograr un entendimiento con el entonces secretario de Hacienda, Sevilla, quien llegó a criticar explícitamente los gestos del ministro que, según él, eran más de soberbia que de autoridad.
Todo surgió cuando Miguel Boyer y los responsables del Banco de España, conscientes del problema que significaba la existencia de dinero negro que no tributaba a Hacienda, acordaron que tenía que existir un sistema de mercado abierto para regular la oferta monetaria. Boyer, junto a su amigo, el entonces subgobernador del Banco de España, Mariano Rubio, estaba convencido de que si no se ofrecía una alternativa al dinero negro éste acabaría por ocultarse todavía más. El ministro opinaba que la mejor solución, o la menos mala, era ofrecer una posibilidad a los tenedores de dinero negro para que lo mantuvieran dentro del sistema aunque siguieran a salvo de Hacienda. Los pagarés del tesoro, de cuyos propietarios Hacienda no podría pedir información por Ley, eran la solución salomónica: seguían ocultos pero por lo menos contribuirían a financiar el déficit.
Pero José Víctor Sevilla no quería ni oír hablar de los pagarés del tesoro, y menos de que se convirtieran en un refugio del dinero negro. La diferencia de pareceres derivó en un enfrentamiento personal que, según Boyer, el propio Sevilla llevó a las páginas de los periódicos, lo que provocó una airada reacción del ministro que entendió dicha actitud como una deslealtad. Las disputas entre Boyer y Sevilla se debían a que éste era partidario de que desde el Ministerio de Economía se llevara a cabo una labor más progresista.
Alfonso Guerra a Felipe González: "O Boyer o yo"
Fue en el verano de 1985, un año después de la primera crisis, cuando llegó la madre de todas las batallas debida a la exigencia de Boyer de seguir los modelos de funcionamiento europeo en los que el ministro de Economía asumía una de las vicepresidencias del gobierno para así fortalecer su autoridad frente a sus compañeros de gabinete. Boyer, con esta medida, trataba de aniquilar definitivamente los enfrentamientos que mantenía con otros ministerios, antes narrados. Pero la sola posibilidad de que el compañero Miguel asumiera una vicepresidencia provocó grandes movimientos internos dentro del PSOE. Alfonso Guerra lanzó una seria advertencia a González: “o Boyer o yo”. Todos los periódicos, radios y televisiones se hicieron eco de esas tensiones y tomas de poder dentro del Gobierno de Felipe González y por ende, dentro del aparato de la sede de Ferraz. La polémica estaba ya en la calle como un nuevo pulso frontal entre el ministro de Economía y el todopoderoso vicepresidente Guerra.
De entrada, González dudó. Pero finalmente abandonó a Boyer y se inclinó por las tesis de su viejo compañero sevillano Andrés, como llamaban a Guerra en los tiempos clandestinos del franquismo. Felipe fue más sensible a las reacciones contrarias que dentro de su partido se produjeron ante la posibilidad de que Boyer asumiera su papel de vicepresidente. A Boyer, continuar como ministro le hubiera supuesto reconocer ante la opinión pública el triunfo de Guerra (su enemigo), dar por bueno el poder del sevillano dentro del partido y del Gobierno y admitir que era capaz de vetar la creación de una vicepresidencia económica. Por eso, presentó su dimisión en los primeros días de julio de 1985 creando a González un grave problema político.
Pero su salida del Gobierno y su entrada en el Banco Exterior de Crédito no redujeron ni interrumpieron sus enfrentamientos con Alfonso Guerra. Muy al contrario, se acentuaron. Así, en el verano de 1986, sólo un año después y ya viviendo Boyer con Isabel Preysler en la casa de Arga 1, se recrudeció el agrio cruce de declaraciones entre ellos. Todo se debió a la aparición en escena de Miguel Boyer en un curso de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), en Santander. El presidente del Banco Exterior de España dictó una ponencia trazando todo un programa de política económica que incluía la necesidad de reducir el déficit público, reformar la seguridad social, modificar el impuesto sobre la renta, moderar los salarios, flexibilizar el mercado de trabajo, privatizar parte del sector público, fomentar la enseñanza privada, etc., un verdadero programa alternativo de Gobierno que Boyer hubiera puesto en práctica de haber conseguido un año antes la vicepresidencia económica en el Gobierno González y que eran los pasos a dar para culminar la reforma de la economía española que él había iniciado tras su llegada al poder en 1982.
Pero estas declaraciones “políticas” provocaron un gran revuelo e indignación dentro de las filas guerristas. Fue la espoleta de una larga y crispada polémica que se prolongaría durante varios meses. Arfonso levantó el hacha de guerra.
Miembros de la corriente Izquierda Socialista, encabezados por Pablo Castellanos y otros guerristas de pro, como José María Maravall, que fuera ministro de Educación junto a él, le atacaron sin piedad. Por ejemplo, Maravall le llegó a decir que: “hay que vivir como se piensa, para no pensar como se vive”. A esto Boyer le contestó: “Siempre he vivido bien y en los años de la clandestinidad o de la oposición a UCD nadie me había dicho que eso era incompatible con el Partido Socialista. Yo siempre he vivido así y a estas cosas nunca les he dado demasiada importancia lo cual no me ha impedido ser socialista, ir a la cárcel y hacer políticamente, en todo momento, lo que honestamente creía que debía hacer”.
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