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INVESTIGACIÓN

Los detalles exclusivos de la vida de Jesús Gil y Gil cuando cumpliría 90 años

Causó la tragedia de los Ángeles de San Rafael, llegó a presidente del Atlético de Madrid y a alcalde de Marbella.

La vida del que fue empresario de la construcción, alcalde de Marbella, presidente y dueño total del Atlético de Madrid, Jesús Gil y Gil, ha sido documentada en reiteradas ocasiones por periodistas, programas de televisión e, incluso, docuseries, como fue el caso de ‘El Pionero’, que blanqueó la figura del empresario detenido por corrupción e ingresado en prisión. A pesar de esto, noventa años después de su nacimiento el nombre de Jesús Gil y Gil sigue resonando de tanto en tanto en la prensa debido a sus andanzas.

El periodista y director de elcierredigital.com, Juan Luis Galiacho, fue uno de los profesionales que investigó la vida de la popular figura en España. A través de su exitoso libro, ‘Jesús Gil, el gran comediante’. En él, el periodista explica algunos de los detalles más exclusivos y desconocidos de la vida de Gil y Gil, que recordamos hoy cuando se cumplen 90 años desde su nacimiento.

Poco afán por estudiar, muchas ansias de dinero

El día 12 de marzo de 1933, hace hoy 90 años, nacía en Burgo de Osma (Soria), Gregorio Jesús Gil y Gil, el primer hijo del matrimonio conformado por Guadalupe Gil Hernando y el empresario viudo Gerardo Gil Elvira. Su madre, conocida como ‘La Guadalupe’, buscaba con el matrimnio una estabilidad económica antes que el dinero, tal y como confesó, aunque después de tener tres hijos y varios años de bonanza, una fuerte crisis en el patrimonio de Gerardo conducía a la ruina a este, que entró en una profunda depresión. Jesús Gil tenía solo cuatro años cuando vivió esta primera quiebra financiera familiar. Un año más tarde, en 1938, veía cómo su padre fallecía.

Jesús Gil y sus hermanos estuvieron internos durante siete años en los claretianos de la localidad soriana de Aranda de Duero, mientras eran adolescentes. Jesús Gil se caracterizaba en esa etapa por ser un estudiante poco aplicado, pero ya despuntaba en el liderazgo, al ser uno de los cabecillas de los grupos del colegio. Su poder de persuasión y ejercicio de la autoridad era tan grande que llegó a anular la voluntad de sus hermanos, sumisos por completo a los dictados de su "hermano mayor".

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Jesús Gil y su madre "La Guadalupe". | El Cierre Digital

A pesar de su poco afán por estudiar, Jesús Gil y Gil logró sacarse como pudo el bachillerato y, tras la petición de su madre —que llegó a pagarle un extra para que continuara sus estudios— se matriculó en Madrid en la universidad en la carrera de Veterinaria, que abandonó al hacer bacarrá, y posteriormente en Ciencias Económicas, que también abandonó sin aprobrar nada. Su fallido paso por la universidad, sin embargo, le sirvió para decidir centrarse en el mundo de los negocios.

Sus primeros trabajos comenzaron a las órdenes de su primo en un desguace. Con la venta de chatarra, consiguió sus primeros ahorros con los que alquiló un garaje sito en la madrileña calle de Povedilla, que su madre también le ayudó a pagar para su explotación. En este garaje comenzó a vender naranjas a un empresario valenciano. El negocio fue tan bien que alquiló más garajes y se adentró en nuevos mercados inmobiliarios. Tenía 20 años cuando empezó a construir su imperio.

Millonario por accidente

Corría un día del año 1954, cuando Gil atravesaba el centro de Madrid a bordo de una motocicleta comprada con sus primeros ahorros. En un cruce de calles del Paseo de la Castellana, muy cerca de la plaza de Colón, un Land Rover se atravesaba en su camino causándole un grave accidente, que desfiguró para siempre su cara.

El conductor del todoterreno resultó ser el conde de Gamazo, Juan Antonio Gamazo y Abarca, un personaje importante de la nobleza española cuyo nombre salió a la luz pública años más tarde al ser relacionado con el conocido ‘caso Palazón’, sobre evasión de divisas. El accidente sufrido por Gil y Gil  se intentó silenciar por el aristócrata, ya que, según su madre 'La Guadalupe', el conde de Gamazo viajaba acompañado en ese momento por la esposa de un conocido diplomático.

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Jesús Gil y su madre "La Guadalupe". | El Cierre Digital

A resultas del percance, Jesús, con 21 años, salió muy mal parado. Sangraba a borbotones y llevaba el rostro muy desfigurado. Dada la espectacularidad del encontronazo, Gil y Gil fue internado en un sanatorio de la calle Fernando el Santo, de Madrid, centro hospitalario regentado por monjas de la congregación del Carmelo.

El conde de Gamazo, acudió a visitar a Gil al sanatorio, y le pagó 25.000 pesetas para evitar la publicidad del asunto. Cuando los oficiales del juzgado se presentaron ante Gil para diligenciar el atestado del asunto, éste firmó unos documentos en los que descargaba de cualquier culpa al aristócrata.

Gil supo invertir bien este dinero 'recaudado'. Y así en la segunda mitad de los cincuenta y principios de los sesenta con este patrimonio logró hacer que años fueran su época dorada, al introducirse en el sector inmobiliario con la compraventa de terrenos.

La tragedía de Los Ángeles de San Rafael

Antes de eso, en 1961 Jesús Gil se casó con María de los Ángeles Marín Cobo, una dependienta toledana que trabajaba vendiendo turrón en la célebre Casa Mira, junto al Congreso de los Diputados. Empezó a formar una familia, aunque su madre no viera con buenos ojos a su nuera, y también comenzó a planear su proyecto más megalómano: crear su propia ciudad a las afueras de Madrid. Así, en 1965 adquirió una finca, denominada "El Carrascal", un terreno rústico de 310 hectáreas, enclavada en los términos de El Espinar y Vegas de Matute, en la provincia de Segovia. Esta extensa finca era propiedad de la hermana del Duque del Infantado. Por ella, Gil pagó a la aristócrata la cantidad de 30 millones de pesetas.

Dueño ya de la finca rústica, Gil comenzó a hacerse con el dominio de predios colindantes, que le permitieron alcanzar la extensión de 693 hectáreas. De esta manera nacía su sueño, el complejo urbanístico residencial Los Ángeles de San Rafael, una ciudad ideada para 21.000 personas en plena sierra de Guadarrama.

Pero la ambición y osadía desmedidad del faraón Gil y Gil habría de tener un precio muy alto que pagar: el 15 de junio de 1969 morirían por su negligencia cincuenta y ocho personas, con cientos de heridos.

El suceso tuvo lugar durante un almuerzo convención que la cadena de alimentación Spar quiso celebrar en su complejo residencial de Los Ángeles de San Rafael. La cadena llegó a un acuerdo con el empresario soriano por el que abonaría 400 pesetas por cada comensal más gastos adicionales. Dado el elevado número de participantes en la convención, se hacía necesaria la utilización del comedor antiguo y del nuevo, que estaba en fase de construcción. Jesús Gil no lo dudó. Quería dinero. Lo otro importaba poco. Y así puso a trabajar a destajo a sus obreros, para que los plazos de finalización de la obra, previstos para finales de julio, se adelantaran al 15 de junio.

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Jesús Gil y su madre "La Guadalupe". | El Cierre Digital

Ese día, el fraguado del cemento no se había producido y la argamasa estaba todavía blanda por falta de tiempo de consolidación. A pesar de ello, Gil se empeñó en celebrar allí el banquete. Quería el dinero de la cadena alimentaria a toda costa. La improvisación llegó a tal punto que los obreros cubrieron ventanas, paredes y tabiques con lonas, para que no se viera que había zonas sin rematar. Con la reunión de Spar se inauguraba ese comedor, sin que ningún funcionario autorizado lo inspeccionara con antelación, ni sus instalaciones ni las condiciones de seguridad exigidas.

La consecuencia fue que, durante el banquete, el piso se vino abajo y las vigas de la cubierta se desprendieron, cayendo sobre un gran número de personas. Fallecieron cincuenta y ocho, con cientos de heridos.

Jesús Gil, el ‘rey’ de la cárcel

El suceso provocó que tanto Jesús Gil como cuatro de sus colaboradores tuvieran que prestar declaración en el Juzgado de Instrucción de Segovia. Gil asumió hacerse cargo de las indemnizaciones que hubiera que pagar a las víctimas, pero nunca reconoció su culpabilidad.

Aun así, el juez decretó que fuera enviado a prisión incondicional en una pequeña y vetusta cárcel de Segovia. Además, se produjo el embargo y tasación de varios de los bienes del promotor soriano, así como la retención de 20 millones de pesetas que Gil tenía ingresados en distintos bancos de Madrid. También se procedió al embargo inicial de todo el complejo Los Ángeles de San Rafael, valorado en casi 400 millones de pesetas de la época.

En la cárcel, el avispado soriano supo rodearse de todo aquello que le hiciese olvidar su situación: convirtió su celda, con máquina de escribir y alfombra incluida, en un despacho que le servía de sucursal de unos negocios que no pretendía abandonar. Así, desde la cárcel siguió contratando trabajadores y dirigiendo la marcha del complejo Los Ángeles de San Rafael.

Gil supo hacerse rápidamente con un privilegiado destino dentro de la prisión. Se le nombró encargado del economato. El soriano despachaba conservas, pintas del vino, café, tabaco, etc. Este puesto le hizo muy popular entre los presos y carceleros de la vieja prisión. Y las mariscadas y los corderos de los célebres restaurantes segovianos llegaban a menudo a la prisión y, en concreto, a su celda. 

El indulto de Franco

El 15 de enero de 1970, con sólo siete meses entre rejas, Jesús Gil lograba ya salír por primera vez de la cárcel segoviana. Pasó de prisión incondicional a atenuada. Con este beneficio penitenciario, pasaría a estar simplemente arrestado en su propio domicilio bajo la atenta vigilancia de dos agentes de la Brigada de Investigación Criminal. Tendría además la autorización judicial para atender entre semana sus negocios.

El 27 de febrero de 1971 el fiscal jefe de Segovia, Martínez Casanueva, en su escrito de calificación provisional de los hechos que incidieron en el hundimiento del restaurante, solicitó imponer una pena de diez años de prisión mayor para Gil como autor de un delito de imprudencia temeraria, “teniendo además en cuenta la relevante y destacadísima participación que en la comisión del delito perseguido tuvo el procesado”, indicaba el fiscal. En abril, Gil volvía de nuevo a la prisión de Segovia.

Aunque los representantes de Gil intentaron llegar a un acuerdo económico con el abogado de los damnificados, no lo lograon a pesar de las fuertes presiones. Y Jesús Gil finalmente fue condenado a cinco años de prisión, que a partir del día 5 de enero de 1972, día de Reyes, pasó a cumplir en la cárcel madrileña de Carabanchel, conocida por albergar en la época a destacados opositores a la dictadura de Franco, como el líder sindical de CCOO Marcelino Camacho. Estuvo poco tiempo ya que pocos días después un furgón lo trasladaba al centro penitenciario de cumplimiento en régimen abierto de la colonia Mirasierra, situado a las afueras de Madrid, en la carretera de Colmenar Viejo.

Sin embargo, Jesús Gil sabía que no iba a pasar tanto tiempo en la cárcel. Desde el principio tanto él, como su célebre madre Guadalupe Gil, empezaron a buscar la forma de conseguir la gracia de un indulto. Lo consiguieron el 24 de febrero de 1972, con el decreto 479/1972 firmado por Francisco Franco Bahamonde que indultaba a “Gregorio Jesús Gil y Gil de una cuarta parte de la pena privativa de libertad”.

Su ascenso a presidente del Atlético de Madrid

Tras la tragedia y su paso por la cárcel, el soriano quería relanzar a toda costa la imagen de su complejo residencial Los Ángeles de San Rafael. Aprovechando su creciente amistad con el conocido presidente atlético Vicente Calderón, organizó en su complejo de Los Ángeles de San Rafael una comida de hermandad entre las juntas directivas del Atlético del Madrid y del Real Madrid, con la presencia de sus máximos mandatarios. Este y otros actos estuvieron organizados por el nuevo encargado de relaciones públicas del complejo, el popular locutor Bobby Deglané.

Hombre mayor pensativo con la mano en el mentón, rodeado de trofeos.
Vicente Calderón. | Archivo

A partir de ahí, Jesús Gil promocionó su macrociudad segoviana ofreciéndo terrenos a los artistas y a quién pudieran promocionarla, como también celebrando eventos musicales y deportivos. Su amistad con Vicente Calderón hacía que Gil empezara a vislumbrar la posibilidad de que el Atlético de Madrid fuera el trampolín a sus ambiciones de poder.

Así, ingresó como socio del club colchonero en la temporada de 1979/1980 y aunque llegó a ofrecer al entonces presidente atletico Alfonso Cabeza solucionar los problemas económicos del club a cambio de dejarle libertad total durante seis meses, no tuvo éxito.

Sin embargo, con la vuelta de Vicente Calderón a la presidencia tras la quiebra del doctro Cabeza, Jesús Gil entró como vocal en su junta directiva. El soriano deseaba encargarse de la construcción de la futura ciudad deportiva del Atlético de Madrid, en la que se levantarían viviendas de alto poder adquisitivo. Gil quería sacar provecho de un sector que conocía a la perfección y que había sido su principal motivo para entrar en el club colchonero.

Las habituales maniobras de Gil fueron aprovechadas por Vicente Calderón para que renegociara una deuda de 231 millones de pesetas de la entidad colchonera con el Banco de Levante, que había hipotecado el recordado Estadio del Manzanares. De esta forma, Gil iba adquiriendo poco a poco un protagonismo especial dentro del organigrama del poder rojiblanco. Una relevancia que cayó mal entre los restantes miembros de la junta directiva.

Las discrepancias internas tuvieron su culminación en un escrito facilitado por el constructor soriano a los medios de comunicación. En él se denunciaban diversas irregularidades en la concesión del bingo del club, así como la presunta comisión recibida por algunos directivos en la compra de un cerebro electrónico. Gil tan solo duro cinco meses como directivo rojiblanco. Su amistad con Calderón quedo truncada.

Meses después los acontecimientos cambiaron. Calderón, antes de fallecer el 24 de marzo de 1987, quiso dejar atada su sucesión en el club del Manzanares. Al no encontrar a la persona ideal en su entorno para avalar económicamente el levantamiento de una sociedad que había tocado fondo, volvió a pensar, aun a pesar de sus rencillas, en Gil y Gil. Tras una intensa campaña electoral, Jesús Gil fue elegido presidente del Club Atlético de Madrid entre aclamaciones el 26 de junio de 1987.

Jesús Gil, además, logró convertirse en dueño absoluto del Atlético de Madrid. A través de su íntimo amigo el socialista Rafael Cortés Elvira, por entonces Director General de Deportes, supo de los planes de conversión de los clubes de fútbol en sociedades anónimas. El 30 de junio de 1992 se constituía en un despacho de la capital de España, y eso a pesar de sus importantes problemas financieros, la Sociedad Anónima Deportiva Atlético de Madrid.

Gil aprovechó las circunstancias y consiguió hacerse con más del 85% del capital social del Atlético de Madrid S.A., al que sólo dejó acercarse, y en muy pequeñas cantidades accionariales, a sus amigos y conocidos, como el productor Enrique Cerezo.

La alcaldía de Marbella

Una vez alcanzado el palco del anzanares, otro de los grandes hitos de Jesús Gil fue su llegar a ser el  todopoderoso alcalde de Marbella. Esta etapa comenzó a fraguarse cuando, después de los diversos problemas que tuvo con el Ayuntamiento de Marbella desde el año 1986, decidió el 25 de noviembre de 1990 poner en las camisetas del Atlético de Madrid el nombre de Marbella. No cobraba ni una peseta, pero la resonancia nacional e internacional estaba asegurada. Nuevamente rentabilizaba al máximo el potencial de sus armas, aunque eso conllevara dejar maltrechas las arcas colchoneras que ese año no recibirían ingresos por publicidad.

Un año más tarde, Gil iniciaba su campaña electoral por la alcaldía de Marbella, en una operación proyectada desde algunos gabinetes de relaciones públicas de Madrid. El éxito de sus multitudinarios mítines electorales a la americana, unido a una estudiada distribución de vídeos sobre sus proyectos mesiánicos, hicieron de Gil un ídolo de masas deseosos de caudillaje. La campaña resultó espectacular y de un alto coste económico. Pero volvió a sacar a relucir sus modos habituales de regalos y prebendas.

El 26 de mayo de 1991, fecha de las elecciones municipales, Gil y Gil arrasó en Marbella. Tras los espectaculares resultados alcanzados, diecinueve concejales de veinticinco, se convirtió en el alcalde más votado en toda la corta historia democrática de nuestro país, con 20.530 votos, casi el 65% de los votantes. Gil borraba del mapa al Partido Popular y a Izquierda Unida, reduciendo a la mitad los concejales del PSOE.

A partir de esa fecha, el nepotismo y la toma de decisiones personalistas fueron el pan de cada día en Marbella. Contrató a familiares de concejales, creó puestos para gente de máxima confianza, derribó casas sin seguir los trámites reglamentarios, despidió funcionarios que no le eran afines, costeaba con dinero municipal sus suntuosos ágapes y los de sus concejales…

El 7 de enero de 1999, el juez Santiago Torres, al que Jesús Gil, había intentado recusar sin éxito, le llamaba a declarar. Durante más de nueve horas el alcalde de Marbella intentó defenderse de las acusaciones de malversación de caudales públicos y falsedad documental. Sin embargo, treinta años después de la catástrofe de San Rafael, Gil volvía a entrar en prisión.

Declive y muerte de Jesús Gil

Tras su paso por prisión, en 1999 empezó el declive de Jesús Gil. Sin embargo, en las elecciones de mayo de ese mismo año revalidó su triunfo en la alcaldía de Marbella. Como también, un curioso pacto de intereses le otorgó la presidencia de la Ciudad de Melilla, a través de una coalición política con transfuguismo incluido. Sería uno de sus grandes escándalos políticos.

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Jesús Gil y su madre "La Guadalupe". | El Cierre Digital

A finales de ese mismo año el Juez García-Castellón arrebató el Club Atlético de Madrid SAD a Jesús Gil, aunque se lo devolvería a principios del año siguiente. Sin embargo, lo peor estaba por llegar.

En octubre de 2001 la Audiencia Provincial de Málaga lo condenaba por el Caso Camisetas y lo inhabilitaba para cualquier cargo político por 28 años. En abril de 2002 el Tribunal Supremo confirmó la sentencia y Jesús Gil, después de pasar de njuevo otros tres días en la cárcel de Alhaurín de la Torre, dimitió como alcalde de Marbella. Le sucedió en el poder su teniente de alcalde Julián Muñoz. Su testaferro municipal. Comenzaba así una nueva etapa en Marbella.

En mayo de 2004, después de cinco días ingresado en la clínica, Jesús Gil fallecía en Madrid por las secuelas de un infarto cerebral. La muerte lo libró de enfrentarse a sus causas pendientes con la Justicia, que sólo le condenó por el Caso Camisetas. Ante la capilla ardiente que se instaló en el Estadio Vicente Calderón, desfilaron sin rubor grandes figuras del deporte y destacados miembros de la política española para despedir a Jesús Gil y Gil, el pionero de la corrupción municipal en España, que nació hace ya 90 años.

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