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Cuatro hombres con vestimenta militar y civil sobre un fondo rojo.
INVESTIGACIÓN

Las desconocidas relaciones entre Franco, Millán Astray y Unamuno, según Serrano Suñer

Julio Merino revela episodios inéditos entre Franco y Unamuno omitidos por Amenábar en su film 'Mientras dure la guerra'

Según unos, la película de Amenábar es lo mejor que se ha hecho sobre la Guerra Civil del 36. Y según otros, Mientras dure la guerra es una "manipulación interesada" de la figura insigne del que fuera Rector de la Universidad de Salamanca casi toda su vida.

A través de este análisis reflejamos lo que fueron aquellos primeros meses de la sublevación militar y la violenta reacción de las Izquierdas. Sobre ella se han escrito miles de páginas y miles de versiones distintas existen.

Un hombre mayor con gafas y barba blanca está sentado apoyando su cabeza en su mano en una biblioteca.
Miguel de Unamuno. | Archivo

¿Se enfrentaron tan radicalmente el general Millán Astray y don Miguel de Unamuno? Como algunos dicen. ¿O simplemente lo que sucedió en la universidad aquel 12 de octubre de 1936 fue un "choque" entre dos personalidades fuertes?

Pero antes de adentrarnos en el estudio de la película que tanta polémica despertó en su momento, resaltamos una "exclusiva" de la comida entre Miguel de Unamuno y Francisco Franco. Fue en el Hotel Nacional de Madrid, en febrero de 1936. Una entrevista recogida en el libro El otro Franco silenciada por una u otras razones.

Tal vez ese silencio venga motivado porque en esa entrevista se demuestra que Unamuno y Franco ya habían hablado antes de lo ocurrido aquel 12 de octubre en Salamanca. Y que el General conocía su obra mejor que muchos y lo admiraba por ser un gran defensor de la unidad de España.

Errores y subvenciones

Mientras dure la guerra ha recibido subvenciones por valor de 7.022.000 de euros provenientes del Ministerio de Cultura y otras Instituciones.

Dos hombres conversando en un entorno urbano, uno de ellos lleva sombrero y abrigo oscuro, el otro tiene auriculares alrededor del cuello y gesticula con la mano.
El actor Karra Elejalde y el director Alejandro Amenábar durante el rodaje de la película. | Archivo

Antes de seguir, en elcierredigital.com reproducimos la versión que nos dio en su momento el director del periódico "Pueblo", Emilio Romero. También las de don Ramón Serrano Súñer, cuñado del General Franco. Ambas  sobre las relaciones que tuvieron Unamuno y Franco antes de la Guerra.

Una noche, tras despachar el contenido del periódico del día siguiente, don Emilio relató la charla que había tenido esa tarde en el Palacio de El Pardo con el entonces Generalísimo. "Hoy he estado en el Pardo y vengo sorprendido".

"Y no por cuestiones políticas", dijo, "sino porque a Franco le dio por hablar de Unamuno y es increíble cómo se conoce la obra y vida del escritor vasco. Ni yo conocía la obra de Unamuno como Franco. Novelas, ensayos, artículos, conferencias, discursos, ¡qué cabrón!, se lo ha leído todo. Naturalmente salió el nombre de Millán-Astray y lo que sucedió en Salamanca".

"Sí, pero al final casi lo fusilan los suyos", le interrumpió el redactor de estas líneas, Julio Merino. Y él contestó: "Sí, es verdad, pero eso fue una estupidez de Millán, cuando lo supe casi le mando al destierro. También es verdad que los momentos que vivíamos y las pasiones que había a flor de piel no estaban para florituras. Don Miguel estaba muy por encima de todos nosotros. El día que murió (la noche del 31 de diciembre de 1936) sentí que España había perdido a uno de sus mejores hombres y a uno de los nuestros. Porque usted ya sabrá lo que le llegó a decir don Miguel al periodista francés Jerome Tharáud el 23 de octubre de 1936".

Escultura de una figura humana con capa en un pedestal frente a una pared de ladrillo y una lámpara de hierro forjado.
Estatua de Unamuno en Salamanca. | Archivo

Pero más importante para la Historia fue, sin duda, la conversación que mantuvieron don Miguel y Franco. Y de la que un día hizo un resumen el propio Ramón Serrano Suñer a Julio Merino.

Contó la admiración de Franco por Unamuno. "Sería  en 1931 cuando el general se apasionaría definitivamente con el que fuera rector de la Universidad de Salamanca. Fue durante los debates de la Constitución republicana, en los que Unamuno participó como diputado por la ciudad helmántica. A mediados del mes de septiembre, fue cuando comenzó a discutirse el artículo 4, que hablaba de las lenguas regionales. Y don Miguel pidió la palabra (día 18) y pronunció un discurso que conmocionó a todos. A los catalanes se dirigió en catalán, a los vascos en vascuence y a los gallegos en gallego. Y todo para reafirmar y dejar rotundamente claro que por encima de las lenguas estaba la unidad de España".

Seguía RamónSerrano Suñer: "Naturalmente aquellas palabras de Unamuno llegaron a manos de Franco, que en esos momentos estaba atravesando la peor crisis emocional de su vida. Manuel Azaña le acababa de cerrar "su" Academia General de Zaragoza y estaba pendiente de destino y con un pie fuera del Ejército. Sin perder tiempo me llamó para que le organizara una entrevista, reunión o comida, daba igual, donde dijera el rector de Salamanca. Era la "pasión por España" de dos españoles".

"La entrevista de mi pariente (don Ramón, que ya era cuñado, siempre se refería a Franco como "mi pariente") con don Miguel al final se celebró, pero algunas años más tarde. Fue en los primeros días de febrero de 1936, a su vuelta de Inglaterra donde acudió a la coronación de  Eduardo VIII. En representación de la República. Y cuando ya se habían convocado las elecciones que darían el triunfo al Frente Popular".

"Don Miguel, que pasaba ya de los setenta años, aunque muy bien conservado, llegó a la cita en el Hotel Nacional. Vestido de negro y con su tradicional jersey de cuello alto, con la puntualidad de un castellano serio. Mi pariente y yo, que ya estábamos esperando, nos levantamos y le saludamos con verdadero afecto. Franco vestía de uniforme de diario, sin condecoraciones ni medallas, aunque en esos momentos era todavía Jefe del Estado Mayor Central del Ejército (...)

Como presidente del Gobierno estaba don Manuel Portela Valladares y como Ministro de la Guerra don José María Gil Robles.  El primero en hablar fui yo, dada mi condición de anfitrión y el que había provocado la reunión. Y mis palabras fueron sólo para recordar la petición que mi pariente me había hecho ya en 1931. Cuando don Miguel pronunció su famoso discurso sobre las lenguas regionales y la unidad de España en las Cortes Constituyentes".

Franco, "mi pariente"

"A continuación tomó la palabra "mi pariente", con aquella voz tan especial que tuvo siempre. Y con el máximo respeto, dio las gracias a don Miguel por todo lo que había escrito y por su amor a España. En aquella ocasión hasta a mí me sorprendió por el conocimiento de la obra de Unamuno que demostró. Así y de seguido Franco le habló de Paz en la Guerra, de Niebla, de Amor y Pedagogía. De en torno al catecismo, de su Vida de don Quijote y Sancho, de La agonía del Cristianismo, etc. Pero, al final se centró en sus discursos y sus artículos sobre la República".

Una multitud de personas levanta la mano en señal de saludo mientras una figura femenina se encuentra rodeada por ellos.
Millán Astray y Carmen Polo en una foto antigua. | Archivo

"Aquí se cree que ser culto es saber leer y escribir y conocer las cuatro reglas. Y eso hasta grandes próceres que he conocido. Verá, general, tras muchos años de estudio y meditación sobre el ser español he llegado a una conclusión: el español no es ni mejor ni peor que otros pueblos. Pero tiene algo especial: que es como un péndulo que sólo tiene extremos. O sea, o todo o nada o apatía total o pasión sublime. Tal vez por eso Galdós dijera aquello de que el español es el que sabe hacer un 2 de mayo y no sabe hacer el 3 y el 4. Los españoles no quieren saber nada de nada durante años y de pronto un día se llenan de pasión y pierden la noción de todo. Y entonces, ¡ay, entonces!... Te pueden conquistar un Imperio o te incendian las iglesias y los monumentos. No hay términos medios. Por eso creo que también yo me he equivocado, yo quise despertar espíritus y ahora ya me temo que lo que he despertado han sido fieras".

Monarquía y República

"Es un pueblo éste que no sabe lo que es la libertad. Quizás porque nunca la conquistó, porque cuando la tuvo fue más bien un regalo de alguien. Bueno, y así se pasó un buen rato. Porque don Miguel era una enciclopedia de saberes y pensares. Naturalmente mi pariente y yo mismo nos pasamos la comida embobados y sin atrevernos a decir palabra. Luego, y ya a los postres, se centró en la República y en la actualidad política", relataba.

"Mire, general, y que conste que hablo de esto porque usted me ha preguntado. Cuando los monárquicos trajeron la República y la República me trajo a mí, yo viví como una cierta esperanza. Creí entonces, iluso de mí, que por fin había llegado la hora de España. Era todo tan bonito... Un pueblo que se echa a la calle y que cantando arroja por la borda a una Monarquía de siglos, era todo un acontecimiento... Una ocasión histórica. Pero no. La República se suicidó recién nacida, quizá porque la "comadrona" fue el resentimiento. Ya saben que su mentor, el señor Azaña, como dijimos en su momento, era un escritor sin lectores capaz de hacer la revolución para que le leyeran. Aquello no era un lugar de encuentro, aquello fue desde el primer día el paraíso del desencuentro, una Torre de Babel a lo pobre. Ortega lo denunció enseguida con su "¡No es esto, no es esto!" famoso, pero quien redacta estas líneas preferió retirarse a su Salamanca y seguir predicando en el desierto.

- ¿Y ahora?, preguntó tímidamente Franco.

- Ahora, aquella mi esperanza del comienzo es ya un túnel sin salida. Mejor dicho, con una única salida: la del enfrentamiento, la del exterminio, la de siempre. O tú o yo. No, no me gustan como van las cosas. Las izquierdas, o eso que llaman izquierdas, se han vuelto locas, Y las derechas, o eso que llaman derechas, están ciegas. O sea, que estamos entre locos y ciegos. Y esto no puede terminar bien.

- ¿Y qué se puede hacer?

- La verdad es que no lo sé. A veces pienso que habría que hacer una evangelización nacional para convencer a estos y aquellos de que la República, como la Monarquía, son meros accidentes en el tiempo. Y que lo importante, lo trascendente es España. Pero, los hechos diferenciales pueblerinos han hecho imposible esa vía. Otras veces pienso que lo que esta España necesita es fundirla, refundirla y recrearla. Habría que acabar con eso de las izquierdas y las derechas. Y convencer, que no vencer, a todos que sólo un movimiento unificador de pasiones y ambiciones puede salvarnos. Y educación, mucha educación, política y de la otra.

Un hombre mayor con barba y gafas está sentado en un campo mirando hacia un lago y un grupo de árboles en el fondo.
Unamuno contemplando Salamanca. | Archivo

Franco se había vuelto tímido, huraño e introvertido desde que Azaña le cerró "su" Academia de Zaragoza y casi le echa del Ejército.

-¿Y el Ejército, don Miguel?

- Mire usted, General. El Ejército es como el resto de los españoles. Ya vio lo que pasó con Primo de Rivera y sus generales.

"Y ahí terminó la comida y el encuentro. Luego, alguna vez volvimos a hablar de él, recuerdo el día que lo reuní con  José Antonio en mi casa, cuando se iba para Canarias. En un momento dado salió en la conversación Don Miguel y ambos se mostraron muy cariñosos con él. Y Franco llegó a decirle a José Antonio. "José, hay que cuidar a ese hombre, es lo mejor y más sano que tenemos, ojalá tuviésemos algunos "Donmigueles" en el Gobierno", contaba Serrano Suñer.

Esta es solo la primera parte de los nuevos y sorprendentes datos de la relación ente el escritor e intelectual Miguel de Unamuno y el General y dictador Francico Franco.

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