Fortuna de Enrique Sarasola: de amigo de Felipe González a símbolo del pelotazo.
La Fiscalía solicita 4 años de cárcel para Cecilia Marulanda y sus hijos Kike y Fernando por defraudar 4,2 millones
El Área de Delitos Económicos de la Fiscalía Provincial de Madrid ha solicitado cuatro años de prisión para el empresario hotelero Enrique Sarasola Maralunda, su hermano Fernando Sarasola y la madre de ambos, Cecilia Maralunda Ramírez, por un delito contra la Hacienda Pública relativo en el caso de la mujer al Impuesto sobre Renta de las Personas Físicas (IRPF) correspondiente a 2002, y en el caso de los dos hombres al Impuesto de Sucesiones. Todos heredaron un inmneso patrimonio tras la muerte de Enrique Sarasola Lerchundi en noviembre de 2002.
El millonario empresario Sarasola fue muy influyente y conocido en esa España "del pelotazo", en parte, por su gran amistad con el que fuera presidente del Gobierno, el socialista Felipe González Márquez, durante varias décadas.
Ahora, el representante del Ministerio Público reclama a la viuda de Enrique Sarasola Lerchundi en concepto de responsabilidad civil 2.379.758,53 euros mientras que a sus hijos la cantidad asciende a los 916.452,10 euros cada uno. Además, les exige el pago de una multa que en el caso de la Cecilia es de diez millones de euros y en el de los hijos de ocho millones (cuatro cada uno), según informó la Fiscalía.
El escrito de acusación sostiene que hasta el 2 de noviembre de 2002, fecha en que fallece Enrique Sarasola Lerchundi, la sociedad Hipódromos y Caballos S.A., domiciliada en Madrid y cuyo patrimonio neto declarado en el 2001 ascendía a un total de 26.354.560,29 euros, pertenecía al fallecido y a sus dos hijos en las siguientes cuotas de participación: el 32,24 por ciento de las acciones a Enrique Sarasola Lerchundi; el 13,80 por ciento a cada uno de sus hijos Fernando y Enrique, y el 40,04 por ciento a la sociedad Azulintas BV, sociedad domiciliada en Holanda, la cual está participada al 100 por ciento por la sociedad Scoupe International N.V., sociedad domiciliada en Curacao (Antillas Holandesas).
Esta mercantil, a su vez, pertenecía en última instancia a Enrique Sarasola Lerchundi y Cecilia Marulanda Ramírez, casados en régimen de gananciales. De manera que a través de esta estructura "opaca", según la Fiscalía, compuesta por dos sociedades holandesas la familia Sarasola detentaba el cien por cien de las acciones de Hipódromos y Caballos SA, al ser ambos las personas que en última instancia eran propietarios de Azulintas BV.
A su muerte, Sarasola Lerchundi dispuso que el certificado de las acciones al portador de Scoupe International NV, sociedad domiciliada en el paraiso fiscal de Curacao, se quedara bajo la custodia de la Fundación Lyonmar, entidad panameña constituida a instancias suyas por la madre y abuela, respectivamente, de los acusados, "con el fin de ocultar parte de su patrimonio y de articular el traspaso de sus activos a sus herederos a su muerte".
De este modo dispuso que a su fallecimiento, el Protectorado de dicha Fundación, que hasta entonces era ejercido por él a través de la sociedad Ficavi Holding SA, pasara a estar compuesto por su esposa y dos hijos, quienes podían así disponer libremente de todos los bienes y activos de la Fundación, entre los que se encuentran las acciones de Hipódromos y Caballos SA, titularidad de Azulintas-Scoupe International NV.
Al fallecimiento de Enrique Sarasola Lerchundi, sus hijos Fernando y Kike pasaron a ser propietarios de la mitad de ese 40,04 por ciento que correspondía a su padre como participación en Hipódromos y Caballos SA, a través de la estructura Azulintas-Scoupe Internarional NV, cuyo valor neto ascendía para cada uno a 2.661.810,59 euros.
Pero, según la Fiscalía, ninguno de los acusados "declaró la adquisición de estas acciones a título de herencia en el Impuesto de Sucesiones y Donaciones, habiendo ambos renunciado formalmente a la herencia de su padre en territorio español".
Además, Cecilia Marulanda Ramírez no declaró en su IRPF de 2002 la mitad que le correspondía de ese 40,04 por ciento de participación en Hipódromos y Caballos a través de la citada estructura Azulintas-Scoupe, y cuyo valor neto ascendía a 5.323.621,18 euros.
¿Pero de dónde viene toda esa millonaria herencia cuyo pago en impuestos reclaman ahora los fiscales?....No hay duda, de la inmensa fortuna conseguida y fabricada por el patriarca Enrique Sarasola Lerchundi, un empresario comisionista fallecido en noviembre de 2002 a los 65 años de edad.
Pichirri Sarasola, amigo de Felipe González
Enrique Sarasola Lerchundi (San Sebastián, 1937-Madrid, 2002), Pichirri para los amigos, fue el hombre que se escondía tras las mayores operaciones financieras del Partido Socialista que comandaba Felipe González, a quien conoció en 1974, poco antes de que se celebrara el Congreso de Suresnes, cuando el empresario tenía su oficina en el número 15 de la calle Goya de Madrid, donde también tenía su sede el Partido Socialista durante la clandestinidad.
Sarasola tuvo que hacer frente por aquel entonces a numerosas querellas por fraude inmobiliario, que el ascenso del PSOE al poder dejó siempre en el olvido. Entre otros negocios, construyó la conocida sede del Partido Socialista que se instaló en la calle Ferraz, de Madrid, en 198.
Así, se convirtió en el gran soporte económico que ayudó a Felipe González a financiar sus primeras campañas políticas. Los numerosos viajes que hicieron juntos Sarasola y González permitieron al Partido Socialista disponer de líneas de financiación en América Latina, como la que proporcionó durante años Carlos Andrés Pérez desde Venezuela.
A cambio, el empresario obtuvo jugosos beneficios al llevar a cabo operaciones triangulares financiadas con créditos FAD (Fomento de Ayuda al Desarrollo) como el concedido por el gobierno socialista a Venezuela para financiar el canje de 350.000 toneladas de azúcar con cargo a la deuda externa de Cuba con España. La venta, que debía realizarse a precios políticos, se llevó a cabo a un precio superior y el escándalo llegó al Parlamento de Venezuela implicando a la empresa pública española Fomento de Comercio Exterior (Focoex) que controlaban el ministro Carlos Solchagay su mujer, Gloria Barba, que había hecho carrera como directora de filiales y delegaciones de la empresa pública española por todo el mundo.
Enrique Sarasola había hecho fortuna en Colombia tras casarse en 1966 con María Cecilia Marulanda, hija de Alberto Marulanda Grillo, uno de los mayores terratenientes de Colombia y primer accionista de la compañía aérea Avianca.
Al volver a España entró en contacto con personajes como Los Albertos, Javier de la Rosa, Mario Conde y Manuel Prado y Colón de Carvajal, con quienes hizo numerosos y polémicos negocios. Uno de los más sonados fue el de la entrada de capital kuwaití en España a través de Cartera Central para la construcción de las torres KIO y el control del Banco Central. Una operación que dejó otra jugosa comisión a Sarasola mientras proporcionaba a Felipe González influencia sobre uno de los bancos de referencia del país.
Esos contactos permitieron a Sarasola comprar al consejero del Banco Central, Antonio Blasco, su famosa finca de El Espinar, donde montó la yeguada de orígenes más importante de España, con caballos comprados al multimillonario griego Niarchos, la reina de Inglaterra y el legendario Aga Kan, una afición que le llevó a gestionar durante un tiempo el Hipódromo de la Zarzuela.
Comisiones políticas
Sin embargo, la verdadera pasión de Sarasola giraba en torno a las grandes operaciones de comercio de Estado, desconocidas para el gran público pero de las que se extraen jugosas comisiones con destino a los partidos políticos. Ya en 1982 estaba enfrascado en la adjudicación del llamado “contrato del siglo” para la construcción del metro de Medellín, en Colombia.
Sarasola representaba a la empresa del Instituto Nacional de Industria (INI), Ateinsa, a sus socios Alberto Cortina y Alberto Alcocer, y a su amigo José María Entrecanales, en una operación que disparó el pago de comisiones del 3 por ciento habitual hasta el 6 por ciento, lo que repartió hasta 7.000 millones de las antiguas pesetas.
En 1983 empezó a exportar a través de la empresa Intermun, de su socio Antonio Blázquez, los excedentes de carne y azúcar del Fondo de Ordenación y Regulación de los Precios y Productos Agrarios (Forppa).
Hacia 1989 Sarasola y su socio Carlos García Pardo pusieron en marcha otro gran negocio para controlar la publicidad en el deporte español mediante la contratación del revolucionario sistema Ad-Time de publicidad rotatoria en los estadios donde se juegan los partidos de la Liga de Fútbol Profesional. Lo hicieron a través de Ibemed, una sociedad que a la postre se convirtió en la matriz de los negocios de Sarasola en España, aunque con sede en Holanda, donde la presión fiscal es menor y el control de la Hacienda española, nulo.
A través de la empresa Hispasilos, Sarasola controlaba también la venta de cemento a la Rumanía de Ceacescu, quien cobró importantes comisiones en Suiza, y actuaba como proveedor, entre otras muchas empresas, de la Sociedad Estatal de Cementos de Portugal, gracias a los contactos facilitados por el ex presidente del gobierno portugués, el socialdemócrata, Francisco Pinto Balsemao.
Televisiones privadas
La puesta en marcha de las televisiones privadas en España proporcionó a Sarasola otro de sus grandes pelotazos. Esta vez, en lugar de participar en el capital de alguno de los emporios periodísticos del momento, montó la empresa Cinepaq, dedicada a la “compra, venta, alquiler, importación, exportación de películas de cine y vídeo”, donde, además de su socio Alvaro Alvarez Alonso, le acompañaban accionistas como Marc Tessier, hombre fuerte de Canal Plus Francia y uno de los principales colaboradores del presidente francés, François Mitterrand; Germán Sánchez Ruipérez, propietario del Grupo Anaya y del diario El Sol, además de accionista de Telecinco; Javier de la Rosa, a través de la empresa Grand Tibidabo; Francisco de Borja Arteaga, marqués de Estepa, vinculado a la familia Fierro; y Jesús Polanco, propietario del Grupo Prisa, del diario El País y de Canal Plus, en España.
Con esta operación, Sarasola se aseguraba un control estrecho de los canales más cercanos al PSOE —Canal Plus y Telecinco—, además de un negocio que no había hecho más que dar sus primeros pasos, al estilo de Silvio Berlusconi en Italia.
Paralelamente, Sarasola fue una de los mentores de la Fundación para la Ayuda contra la Droga, presidida por la reina doña Sofía y el teniente general Manuel Gutiérrez Mellado, con accionistas prominentes como el entonces propietario de los Vips, Plácido Arango, o el amigo y conocido testaferro del rey Juan Carlos, Manuel Prado y Colón de Carvajal, cuyas oficinas se encontraban en aquel momento en el llamado Edificio Pirámide, en el Paseo de la Castellana de Madrid, frente al Hotel Villamagna.
Allí, se cerraron importantes y millonarios negocios como los que llevaron a Sarasola a asociarse con el traficante de armas hispano libanés, Abdul Rahman El Assir, en varias operaciones de venta de material a Marruecos, que dejaron comisiones de hasta 8.500 millones de las antiguas pesetas.
El empresario tuvo que hacer frebte a sus responsabilidades hasta poco tiempo antes de su muerte por su presunta participación en delitos de estafa y alzamiento de bienes en la Sociedad Española de Banca de Negocios y en la compra venta de los terrenos de Plaza de Castilla sobre los que se alzan las torres KIO, junto a Los Albertos.
Sarasola se convirtió así en uno de los iconos más representativos de la llamada “cultura del pelotazo”, cuya esencia quedaba retratada en aquellas míticas veladas de boxeo en las que participaba Poli Díaz, “El Potro de Vallecas”, a quien Sarasola patrocinaba, y en las que era posible ver juntos en primera fila a Los Albertos, Conde, De la Rosa y demás personalidades de la farándula financiera que dio lugar al mayor período de corrupción de la reciente historia de España, bajo el paraguas del felipismo.
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