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Dos hombres dándose la mano en una oficina con estanterías llenas de libros y maquetas de barcos.
INVESTIGACIÓN

El dictador Ceaucescu y Felipe González: Cuando Sarasola importaba cemento de Rumanía

El amigo de Felipe González ayudó a desviar comisiones a cajas fuertes en Suiza

Ceaucescu, como ya contamos en Elcierredigital.com, tuvo mucha influencia en la política española en los años de la Transición. En el citado artículo recordamos sus vínculos con Juan Carlos I. Cuando el dictador rumano rompió la cercanía con la Unión Soviética los líderes occidentales le incluyeron en su club a pesar de lo sanguinario de su régimen. Cuando los cambios internos en el país del Este empezaban a gestarse y la prensa internacional se hizo eco de sus crímenes, mucho comenzaron a alejarse del líder del país de los Cárpatos.

Sin embargo, muchos políticos españoles tuvieron especial cercanía con el dictador. La intervención de Ceaucescu favoreció que Carrillo se convirtiera en uno de los hombres del Rey en la Transición. En la primavera de 1979 el dictador rumano visitó oficialmente España. En los años inmediatamente posteriores las relaciones entre ambos países fueron buenas e incluso Juan Carlos I visitó en privado el país del Este. Las cacerías junto a importantes empresarios españoles encontraban en los Cárpatos la intimidad que buscaba. Públicamente, lo hizo en 1985. En esa fecha la figura de Ceaucescu había empezado a ser cuestionada al salir a la luz la represión política en Rumanía.

Tres años después se produjo un curioso incidente diplomático.  España presentó en enero de 1988 una protesta verbal ante los representantes diplomáticos de Rumania en nuestro país por la “manipulación” de un texto del Rey, falsamente presentado por un órgano informativo oficial rumano como un telegrama de felicitación de don Juan Carlos al secretario general del Partido Comunista Rumano, Nicolae Ceaucescu, por su 70 cumpleaños. El texto en cuestión, publicado por el diario Scinteia, correspondía en realidad a un brindis pronunciado por el Monarca español durante su visita a Bucarest en 1985.

Dos hombres dándose la mano en una oficina con estanterías llenas de libros y maquetas de barcos.
Juan Carlos I recibiendo de Ceaucescu 'Estrella de la República Socialista de Rumanía’. | El Mundo

El texto que Scinteia reproducía como correspondiente a la supuesta felicitación del Rey señalaba: “Tengo el gusto de expresarle, señor presidente, mi admiración por la ininterrumpida actividad que demuestra proponiendo medidas viables para evitar los riesgos de enfrentamiento y afirmar la paz en el mundo”. La manipulación del texto del brindis del rey Juan Carlos I provocó una protesta diplomática española. En esas mismas fechas ocurrió lo mismo con una supuesta carta de Isabel II del Reino Unido. A esas alturas ya ningún líder quería reconocer su cercanía personal con un político al que se bautizaba como ‘el carnicero de los Cárpatos’ y que se intuía tenía los días contados tal y como sucedió en diciembre de 1989, cuando él su esposa Elena fueron asesinado por miembros del Ejército. Fue entonces cuando el Gobierno de Felipe González quiso olvidar las relaciones que había tenido con él.

Felipe y Ceaucescu

Cuando Felipe González en el Congreso de Suresnes (Francia) en 1974 fue elegido Secretario General del PSOE comenzó a buscar apoyos internacionales. Sabía que su partido tenía mucha menos fuerza interna que el PCE y necesitaba posicionarse de cara al futuro que se intuía tras la muerte de Franco.

Así las cosas, en 1976 González visitó a Ceaucescu en Bucarest. El líder del PSOE consiguió lo que buscaba, el apoyo del dictador en detrimento, en parte, del PCE que lideraba Carrillo íntimo amigo, por otro lado, de Ceaucescu.

Cuando en España se retomó la normalidad democrática, el Gobierno de Adolfo Suárez retomó las relaciones nunca rotas del todo, de manera oficial. En enero de 1977 Rumanía volvió a tener embajador en nuestro país. Un año antes de la visita oficial de Ceaucescu a nuestro país, el 28 de octubre de 1978 España envió una delegación parlamentaria para encontrarse con el dictador en Budapest. La delegación la encabezaba Antonio Hernández Gil, presidente de las Cortes, que se encontraba con el conocido como ‘carnicero de los Cárpatos’ un mes y medio antes del referéndum de la Constitución.

Cuando en mayo del 79 Ceauscescu vino a España todo el mundo le recibió en loor de multitudes. El dictador entregó a Juan Carlos I la  ‘Estrella de la República Socialista de Rumanía’. Este buen trato entre España y Rumanía benefició especialmente a empresas españolas que encontraron en el este país una fuente de negocio importante.

El cemento de Sarasola

Enrique ‘Pichirri’ Sarasola, el gran amigo de Felipe González, también tuvo su momento en Rumanía. Cuando el 22 de diciembre de 1989 el dictador y su mujer Elena fueron fusilados empezó en el país un proceso democratizador y el nuevo poder decidió indagar la fortuna del dictador en el extranjero. Las investigaciones del periódico La Tribuna de Ginebra aseguraban que éste poseía una fortuna estimada en 400 millones de dólares en bancos suizos.

Un hombre de mediana edad con expresión sonriente y mirada hacia un lado en un entorno interior.
Enrique Sarasola. | El Cierre Digital

Parte de esta fortuna se basaba en las exportaciones de cemento. Había dos empresas que en el régimen de Ceaucescu se encargaban de la venta de cemento: Karpati, (perteneciente al Partido Comunista de Bulgaria) y Vitrocem (perteneciente al Ministerio de Comercio Exterior rumano). Las exportaciones las realizaba a su vez otra empresa, Crescent, radicada en Chipre. 

Según publicó la revista Tiempo en 1990, en el último año del régimen, el curso 88-89, España importó cemento rumano por el valor de 4.500 millones de pesetas. En España la empresa Traindusa se encargaba de canalizar todos estos negocios y se quedaba, según Ramón Tijeras en su libro El dinero del poder, con “el 10 por ciento de cada actividad mediadora, que después dividía con una de las tres sociedades creadas por Ceaucescu para canalizar las divisas y dirigirlas a sus ya famosas cuentas en Suiza”.

La sociedad estaba radicada en Bilbao, en el número 27 de la calle Alameda de Recalde. Su presidente era Alfonso Cadaval y Fernández de Leceta. Esta empresa formó para negociar con Rumania una UTE (Unión Temporal de Empresas) con FOCOEX (Fomento de Comercio Exterior). Según Tijeras, Traindusa en 1989 había importado “poco más de 2.000 millones de pesetas en mercancías de Rumanía”.

La aparición de Sarasola, según Ramón Tijeras, es de forma indirecta. En la misa sede de Traindusa estaba la empresa Coasin donde aparecían Alfonso Cadaval y Antonio Blázquez Marín “uno de los hombres destacados de Enrique Sarasola en el mundo de los negocios”. Caasin se dedicaba a negocios de importación, pero en el Censo Oficial de Exportadores e Importadores no figuraba ninguna importación de cementos.

Cadaval figuraba en una tercera empresa, Hispasilos, dedicada, esta vez sí, a importar cemento. La sociedad tenía sus oficinas en la planta 18 de la Torre Picasso de Madrid. Al frente de esta empresa aparecía el  exembajador de España en Rumanía, Domingo A. Revenga. En esta empresa aparecían como accionistas el abogado de Sarasola, Jorge Yacobi y, de nuevo, su hombre fuerte Antonio Blázquez y, finalmente, el propio ‘Pichirri’ Sarasola.

“Documentación interna de la sociedad revela también que Hispasilos, la empresa de Enrique Sarasola, mantenía relaciones con otra sociedad, la Vasssiliko Cement, en Chipre, una de las entidades implicadas en el pago de comisiones a la familia de Nicolae Ceaucescu en dólares en la banca suiza. Fuentes de Hispasilos, sin embargo, afirman que las compras de cemento a Rumanía los iniciaron pasado el verano de 1990”, remataba Ramón Tijeras en su investigación para el libro El dinero del poder.

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