26 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

El uso del montaje, el color y los juegos de identidad hacen del film una pieza única

60 años de "Vértigo", la obra maestra con la que Alfred Hitchcock jugó con el espectador

James Setewart entre la Kim Novak rubia y la Kim Novak morena
James Setewart entre la Kim Novak rubia y la Kim Novak morena
En 1958 llegaba a las pantallas 'Vértigo: de entre los muertos' de Alfred Hitcock. La película basada en una novela de Pierre Boileau y Thomas Narcejac, toda una obra maestra del cine, juega con las identidades como hilo argumental. El film obtuvo la Concha de Plata al mejor director en el Festival de San Sebastián de ese año

Hace seis décadas la maquiavélica mente de Hitchcock perpetró uno de sus crímenes perfectos: romper el sentido del montaje cinematográfico. Con Vértigo, el cineasta inglés llevó al paroxismo su obsesión por jugar con los espectadores. Como en una matrioshka cognitiva, cuanto más cree uno entender lo que está viendo más nota que Hitchcock es un maestro en dosificar la información.

Si Hitchcock es autor con todo el peso de la palabra, aquí lo demuestra más que nunca. Todo el argumento no es más que una excusa para desarrollar sus obsesiones estéticas y narrativas. La trama en sí es superflua. Al contrario que en un film de misterio contado con las herramientas del cine clásico, aquí no se trata de capturar a un villano. Aquí el malo de la historia, el hombre que organiza toda la martingala para asesinar a su esposa, no es más que un catalizador para que Scottie (James Stewart) se introduzca en una historia de obsesiones amorosas.

Una morena y una rubia

Si algo tiene Vértigo como elemento interesante es el juego de identidades. La identidad propia y el cómo la perciben los demás, siendo esta última la importante para Scottie (James Stewart) que se enamora de eso, de una percepción. De un apunte de mujer que resulta ser otra.

Alfred Hitchcock durante el rodaje de Vértigo

Kim Novak es Madeleine cuando es rubia y pretende subyugar a Stewart. Es Judy y morena cuando de verdad lo consigue. La primera es etérea y es la que desquicia a nuestro antihéroe, pero la segunda es que se hace carne y es más real que todo lo demás junto.

Las rubias del inglés han dado mucha literatura, pero se obvia el papel de las morenas en sus tramas, cuando son muy significativas en la obra de Hitchcock. Las dos morenas con más peso son la Judy de Vértigo y Marnie la ladrona (1964). Y las dos falsas morenas. Cuando Tippi Hedren aparece por primera vez en Marnie lo hace en una estación portando el pelucón negro más falso nunca visto en una pantalla. Un guiño del director para con el espectador. Sólo sabemos con esa imagen que Marnie es una mentirosa, una creadora de identidades falsas. Al contrario que en Vértigo, el espectador sabe más que los protagonistas que, sorprendentemente, ven la peluca falsa como verdadera.

El delator verde que hace descubrir a James Stewart la red de mentiras en la que está inmerso 

La morena de Vértigo es Judy. En este caso es la verdadera identidad de una rubia falsa. Irónicamente es interpretada por una morena falsa. Kim Novak es rubia en la vida real, pero hace de una morena que se hace pasar por una rubia. La matrioshka de identidades en estado puro.

Un detalle para tener en cuenta es que el propio Hitchcock estaba en vuelto en su propio juego de identidades durante el rodaje. Su gran musa, Grace Kelly le abandonó dos años antes para interpretar el papel de su vida, ser su Alteza Serenísima (es un decir) Gracia de Mónaco. En la primera aparición Madeleine/ Judy, Socttie queda subyugado por una mujer que no es la que piensa. También Hitchcock nos presenta una actriz que no es. En el primer plano con fondo rojo del restaurante, Kim Novak es más Grace Kelly que nunca. Otra vez el juego de identidades. Esta vez como autoengaño del director.

El poder del color

Si el montaje es una herramienta bien usada por Hitchcock, no lo es menos la puesta en escena. El color lo preside todo. El verde y el rojo inundan la pantalla en los momentos claves. Los neones verdes de un club llenan la habitación del hotel donde Judy (Kim Novak) y Scottie (James Stewart) han consumado su primera noche de sexo. El cuerpo de Judy bañado por el verde más artificial posible se presenta ante un James Stewart con la cara del que se enfrenta al peligro conocido. Ese verde artificioso retrotrae el verde del vestido con el que descubre a la mujer por primera vez. Un juego de percepciones y de montaje por recuerdo que Hitchcock ejecuta con suavidad, pero mostrando como el color en ese momento clave sirve de recuerdo y de aviso a que no todo es como lo estamos viendo. La artificialidad del verde, es anuncio del artificio en el viven los personajes.

El juego de identidades más allá de la pantalla: Kim Novak rememorando a Grace Kelly en el universo de Hitchcock

Luego está el rojo. Violentísimo en ocasiones. Un rojo tan vivo que preludia muerte y fatalidad. Desde el restaurante hasta los labios de Kin Novak, toda una invitación al peligro. Magistral es el uso del fondo rojo del restaurante. El primer plano de Madeleine rubia champán con el rojo sangre, anuncia lo que va a ser el futuro de Scottie con esa mujer. La calidez del rubio emplasta perfectamente con la violencia del rojo. Hitchcock avisa, pero engaña. 

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