27 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

Ginés Marín cae herido, de pronóstico reservado, en el último toro

Emilio de Justo abre la Puerta Grande de Madrid con la llave chica

Festejo triunfalista el de esta tarde en Las Ventas, con ovaciones inexplicables ante situaciones muy diversas. Tarde, sin duda, y dado el cartel –de interés más para el aficionado- y el ganado –de muy pocas confianzas para todos-, para regalar la entrada a tu prima o al portero del edificio del trabajo.

Los aficionados constantes, los de todas las tardes, se vieron ampliamente superados por el público. Y eso en un festejo en el que hubo menos entrada que ayer, según la empresa, pero que ofrecía a la vista dos tercios de entrada, probablemente esos 16.827 que nos confían tras el espectáculo. Lo de ayer sería que como la novillada era obligatoria en el abono, contabilizó 17 mil y pico almas teniendo en cuenta las que no acudieron a la plaza a pesar de tener adquirida la entrada… Cosas de las taquillas.

Emilio de Justo, que fue ovacionado de entrada por el gesto de presentarse ante este importante compromiso, después de sendas cornadas hace apenas una semana, precisamente el día que falleció su padre, conseguiría al fin salir por la Puerta Grande madrileña, después de dos faenas de poca cosa, muy jaleadas, y dos buenas -una soberbia- estocadas. Y es que contrariamente a lo que opina el mundo abolicionista, el espectador, el público de toros, tiene un corazón sensible, generoso y tierno como ninguno, especialmente el madrileño con los más modestos. Obras son amores y no buenas razones.

Y otra cosa, desde luego, es lo que pudo verse en el coso del arroyo Abroñigal, fantasías morunas al margen (eso de la “fantasía” lo dijo un sensible espectador que estaba cercano a nuestra localidad, viendo el devenir de los muletazos de Marín…). Tila, más que cerveza, y un poco más de agua de azahar más que gin-tonics, hubiesen sido pertinentes.

Porque la corrida no ofreció más singularidades importantes que esas dos estocadas de De Justo, y los pares de banderillas que pusieron Fini y Manuel Izquierdo en el que cerró la tarde. Y algunos detalles más, pero éstos ya de muchos menos quilates.

Descaste blando de los del Puerto de San Lorenzo

Para empezar, los mulos, los bueyes del Puerto de San Lorenzo, fieles a su casta, a su origen, y a su trayectoria, volvieron a demostrar el descaste blandi-soso y rajado de unas reses más dignas para el arado o los concursos vascos de arrastre de piedras que para la fiesta brava. ¡Ay Señor, que buenos ejemplares para que los “lidiase” San Isidro en los campos de Iván de Vargas! ¡Ni los ángeles del milagro conseguirían que hicieran el surco en derechura! Menos mal que los dos ejemplares del segundo hierro de la casa, me cuentan que ya bastante almibarados con la sangre de Aldeanueva, embistieron en el último trance, aunque mansearan, fieles a su estirpe y a su señor, en varas. Lo que es los “lisarnasios” puros, como los titula un buen amigo, lo mejor que pueden hacer es engordar –que ya lo hacen- para las tablas de carnicería, a euro el kilo de chuletón de buey. [¿Y si le cambiaran el nombre por “Puesto de San Isidro”, no sería más coherente?]

Dos orejas para De Justo

De Justo, que abría plaza, tras de la generosa, cálida y cariñosa recepción, se preocupó de ir enjaretando verónicas a su primer antagonista hasta los mismos terrenos de toriles. Labor persecutoria, sin duda meritoria, en la que los lances fueron saliendo desiguales, pero alguno con sabor y torería. El animalito, Vendimiador por apodo (y 554 kilos, negro de capa), se quería marchar de un lugar donde no había sido formalmente invitado, pero tras pasar por varas con más pena que gloria decidió emplear su poco fondo en perseguir los engaños del cacereño. Y allá que fue, sin codicia, ni pasión, es cierto, pero con alguna repetición, punteando a veces, pero yendo pronto al toque y durando hasta el final. Faena ligera, mejor por la derecha, de poca colocación, casi siempre al hilo, de poca profundidad y “toreo caro“ –como cantan ahora los correveidiles de turno al servicio del poder-, con algún pasito atrás para ceder cortésmente el paso al cuadrúpedo (¡y ya sé que los toros tienen dos manos y dos patas!), donde lo mejor vino a los postres, como en las bodas de Canaan. Fueron unos buenos ayudados por bajo, con sabor y torería, antes de cobrar una magnífica estocada entera, que mató al toro al instante. Primer trofeo con una petición insuficiente (y es que no había un pañuelo por cada dos personas, aunque no puedo contabilizar el número de vociferantes o “buceadores serranos”).

 

Emilio de Justo consiguió dos controvertidas orejas

El segundo trofeo, la llavecilla que le abriría la puerta grande, vendría tras la muerte del cuarto, ahora sí, con petición mayoritaria. Ese cuarto, del Puerto ya, fue un mulo genuino, primo de la mula Francis, que se llamaba Velosico (sería por la velocidad en mostrarse como un buey de carreta). Negro, feo como un demonio, como un pecado, más feo que pegar a un padre, acarreaba sus 598 kilos de carne, huesos y asaduras, que hubieran hecho su papel en cualquier matadero industrial o feria de ganados de antaño.

Pues no. Para la plaza de Las Ventas. Como sus hermanos de hierro, distraído desde la puerta de chiqueros, manso, descastado y rajándose en cuanto pudo. Tras un puyazo en las costillas flotantes (luego ovacionaron al piquero, no se lo pierdan) y nulo interés en varas, vino Román a perpetrar un quite, sencillamente horroroso, y cayó el bicho en manos de De Justo. Que se lo llevó a los medios, oiga... El semoviente aquel iba –y no venía- con la cara alta, mirando por dónde se podía escapar del suplicio, al paso, completamente a su aire, sin que el espada lo sujetara en los terrenos elegidos por él mismo (y no por los del siete, ni por mí, ni por el toro).

Y así, sin mando, ni mano baja, con poca limpieza, el toro se llevó a su antagonista a las tablas de la solanera sin descaro. Y fue, por fin, allí, donde el espada le enjaretó tres muletazos a derechas ligados y uno de pecho que fueron ovacionados como si España hubiese ganado otro mundial de fútbol. En tiempos de Camino, del Viti, de Ordoñez o Bienvenida, si dejas que el toro te lleve a su terreno y eres incapaz de sostenerlo en el que tú crees, o hábilmente planteas la lid en los terrenos adecuados, la bronca hubiera sido fenomenal. Pero los tiempos cambian, el toreo evoluciona y la gente es más piadosa con el prójimo y más “buenista”. Unas manoletinas, con el toro saliendo hacia Barcelona por el Puente Aéreo, y otra señora estocada para recoger el trofeo que abrió definitivamente la Puerta de Madrid. Amén. Ahora sí hubo petición, aunque no me valga ya eso que se cantaba en los tiempos famosos (los mencionados hace nada) de que una buena estocada es una oreja… porque los tiempos han cambiado, precisamente.

Román, un diestro valeroso y con pundonor

Con Román seré caritativo. Es un diestro con pundonor, valeroso y con una sonrisa cautivadora, que practica el toreo moderno con el toro domecstizado postmoderno, y se aturulla y naufraga bastante con las complicaciones. Le ha tocado el peor lote de la tarde. Así que ya ven ustedes. Su primer antagonista, otro buey del Puerto (Curioso, 551 kilos, negro y bien puesto de cabeza, manso, yendo a menos y levantando la cara a medio pase hasta rajarse en la muleta), le dio pocas opciones, y poco menos que aportó el valenciano. Desde fuera y paseando la muleta hacia la Conchinchina, fue descubriéndose hasta que mediado el trasteo el buey acertó a cruzarse en su camino y le pegó un revolcón de muerte, del que a Dios gracias, no sacó más que contusiones. ¡Vaya palizón! Y vuelta a las andadas, y camino de chiqueros donde ambos acabarían, antes de las consabidas manoletinas para asustar a los débiles de espíritu, y una estocada entera que recibió otra ovación… hasta que los aplaudidores vieron que aparecía por el costado izquierdo del animalito así como dos cuartas… por salirse de la suerte. Aviso y un descabello. División al saludar, porque aun queda una virtud teologal.

 

Román puso muchas ganas, sin premio, en sus dos toros

 El quinto, Buscapán, hubiera dado de comer a un regimiento de infantería, pero no, ¡tenían que enchiquerarlo en una plaza de toros! Buscapán pesaba sus 678 kilos, sí, casi setecientos, de mole cárnica negra bragada y meana, girona y axiblanca, fea, mansa, boyar y calamitosa. Distraído primero, manso después y finalmente mular, la labor de Román fue en paralelo. No abundemos, por favor. Dos pinchazos previos, y ya en toriles una entera arriba, un aviso y cuatro descabellos. Tal para cual.

 Ginés Marín, cogido en el último toro de la tarde

Ginés Marín fue lamentablemente cogido por el último de la tarde (Cartuchero, 571 kilos, negro, manso y descastado). No hubo historia; fue en la segunda tanda con la franela, después de nada digno de relatar que no fueron unos buenos pares de banderillas de la cuadrilla. Pitonazo en la cara, con 5 cm de profundidad, que afecta al masetero y contusiona la parótida. El toro, sin darse más coba, lo mató inmediatamente De Justo.

 

Ginés Marín dio una vuelta al ruedo en el primero antes de la cogida en su último de la tarde

En el primero Marín dio una vuelta al ruedo después de una petición insuficiente. Ese fue el otro toro del hierro de la Ventana, Renacuajillo por mote, 609 kilos, negro listón, basto, feo, grande, manso… pero boyante y dulcemente embestidor. Me gustó alguna verónica de salutación y el remate con larga cordobesa. Y tras una lidia horrible, un buen par de Manuel Izquierdo de nuevo. En la muleta el toro iba y venía, aceptando todas las suertes (definición de boyantía), mientras que Marín –que daba unos paseos larguísimos y tenía bien estudiada una detenida puesta en escena- le toreaba a lo moderno, ligando, sí, tirando de él, asimismo, templando, igualmente, pero despegadete y periférico, también. Faena, a mi juicio desigual, que el público admiró con frenesí, y que sólo tras la media estocada, un carrusel de los que van siendo habituales en el peonaje, y un descabello, obtuvo ese premio intermedio de la vuelta al ruedo. Confiemos en su pronta recuperación y en que pueda mostrarnos sus auténticas y completas cualidades.

Parte médico de Ginés Marín

Herida por asta de toro en región mandibular derecha, con una trayectoria ascendente de 5 cm, que produce destrozos en músculo masetero y contunde parótida y nervio facial.

Es intervenido quirúrgicamente en la enfermería de la plaza de toros.

Pronóstico: Reservado.

Firmado: Dr. García Leirado.”

 

FICHA DE LA TERCERA DE LA FERIA DE OTOÑO

Madrid, 30 de septiembre de 2018. Tercer festejo de la feria de Otoño. Dos tercios de entrada (16.827  espectadores según la empresa). 4 toros del Puerto de San Lorenzo y 2 de La Ventana del Puerto (1º y 3º). Los de La Ventana mansos en varas pero embistiendo en la muleta. Los del Puerto, mansos, descastados y de comportamiento mular. Desiguales de hechuras en general, feos en conjunto, pero aceptablemente presentados, alguno con kilos en exceso. Emilio de Justo, oreja y oreja. Mató el sexto por cogida de Marín, silencio. Román, saludos con división y silencio. Ginés Marín, vuelta en el único que mató.

 

Rafael Cabrera 

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