08 de mayo de 2024
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FIN DE SEMANA

Hasta mediados de mayo puede verse esta obra en el Teatro Reina Victoria de Madrid la última obra del filósofo y director de la Fundación March

'El peligro de las buenas compañías', alta comedia de Javier Gomá con un sublime Fernando Cayo

Fernando Cayo y Carmen Conesa en la obra.
Fernando Cayo y Carmen Conesa en la obra. / 'El peligro de las buenas compañías' es una obra del filósofo Javier Gomá.
Hasta mediados de mayo puede verse esta obra en el Teatro Reina Victoria de Madrid. Javier López-Galiacho, presidente de Amigos de los Teatros Históricos de España, trae a los lectores de Elcierredigital.com, la crónica del último trabajo dramático de Javier Gomá, filósofo y director de la Fundación March, 'El peligro de las malas compañías' con una soberbia interpretación del actor Fernando Cayo.

En tiempo de apocalipsis como el actual, el filósofo y escritor Javier Gomá representa para muchos, entre los que me encuentro, nuestro Ortega y Gasset del siglo XXI.

Cuando la figura del intelectual de cabecera prácticamente ha desaparecido, ha emergido Javier Gomá, al que acudimos para hacernos con sus recetas y su pensamiento filosófico dirigidos a una sociedad española golpeada en los últimos años por los acontecimientos que todos conocemos.

Gomá Lanzón es un filósofo mundano, de portería, bien entendido el término, porque su pensamiento lo hace entendible sin bajar el nivel. Los March, que no son tontos, lo ficharon hace años para su Fundación, la mejor de España. Así va, como un tiro

El oficio de Javier Gomá es pensar. Mejor, el de todos los “Gomás”, porque los que conozco de esta familia, sobresalen, y mucho, en lo suyo. Andando por la vida y cavilando, que diría Azorín, Javier Gomá pretende dar luz, claridad, al que lo escucha o lee. Lo mismo aprovecha una columna, un micro, un ensayo o una charla, para alumbrar este duro, pero apasionante, oficio de vivir.

Gomá nos ha regalado en los últimos años ensayos valiosos sobre los temas de nuestro tiempo como son la dignidad, la mortalidad (con esperanza) y, especialmente, la necesidad de ejemplaridad pública y privada.

Javier Gomá. 

Javier es aficionado al teatro, sabe del poder transformador del arte teatral. Por eso nos ha brindado en estos cinco años una estupenda trilogía teatral como la que conforman Inconsolable, monólogo sobre la muerte de su padre, Las lágrimas de Jerjes y la comedia Quiero cansarme contigo o el peligro de las buenas compañías, esta obra que hemos visto en el Reina Victoria y que pasamos a comentar.

Las buenas compañías

Hubo un tiempo en que Gomá lucía su filosofía mundana o de portería, los sábados en el suplemento cultural Babelia de El País. Corría, creo, el año de 2012 y me encontré su columna titulada Amor, lujo y buena conciencia. Me llamó mucho la atención su lectura y fue objeto de comentario con mi mujer, pues los dos admiramos a Gomá.

En ella ponía el ejemplo de un matrimonio, casados sí, pero sobre todo cansados de vivir juntos, pareja llena de mutuos reproches, que va a cenar a casa de otro matrimonio donde encuentran el ejemplo excelente en el marido de la amiga.

Frente a esa virtud que observamos en el otro, Gomá planteaba en su tesis, bien ser seducidos por la potencia de ese ejemplo e imitarlo, con lo que eso conlleva de esfuerzo, o bien rechazarlo porque puede suponer un gran coste personal: cambiar la rutina, el tipo de vida.

El ejemplo, la virtud, está en las pequeñas cosas. En ese que cuida y ama al otro. En el uno que habla con dulzura al otro. En ese otro que pone y quita la mesa. En el uno que sonríe y atiende al otro. El que lleva el desayuno todos los días al otro, puede llegar a incomodarnos, porque cada día está ofreciendo al que lo observa, una lección, un ejemplo de virtud; normalmente, además, a quien no quiere seguirlo. Es el peligro de las malas compañías o ese alambre que suele atravesar la pareja que se casa y se cansa de vivir.

Cartel de la obra. 

Como nos recordaba Javier Gomá en la citada columna, matriz de esta obra, el mal ejemplo nos absuelve mientras que el bueno nos obliga a responder de nuestra vida, nos señala con el dedo acusador y nos condena.

Y este es el acertado planteamiento de su alta comedia El peligro de las buenas compañías, que se representa en el centenario y bellísimo Teatro Reina Victoria que ahora regenta ese Midas teatral que es Jesús Cimarro y que con tanto cuidado preservó el último romántico del teatro que es mi amigo Enrique Cornejo. Por cierto, un escenario muy adecuado, por su dimensión y cercanía, para meterte dentro del planteamiento de una obra como ésta.

Veamos. Un tipo español, de edad madura, casado y cansado junto a su mujer y quien tiene la desgracia (o la suerte) de estar siendo comparado permanentemente con el virtuoso ejemplo del cuñado de su mujer. Es este peligro de las buenas compañías sobre el que plantea su acertado nudo y desenlace, Javier Gomá: seguirlo o rechazarlo.

Con la dirección eficaz de un sólido Juan Carlos Rubio, con un escenografía elegante y llamativa de Estudio deDos, imbuida en una iluminación acertada de José Manuel Guerra, sobresale un elenco de artistas y actrices que merecen un comentario aparte.

El trabajo de Fernando Cayo

Especialmente para un soberbio Fernando Cayo. Si en su día comentamos que para nosotros fue un error elegirlo para el monólogo Inconsolable (no era el alter ego adecuado para ese diálogo entre el filósofo Gomá y su padre fallecido), aquí, sencillamente, lo borda. Cayo es un animal vivo de teatro. El oficio de actor es un sacerdocio para él.

Un momento de la obra. 

Nos gustó también una clásica de la escena como la catalana Carmen Conesa, muy adecuada para estos papeles. Sobresaliente también la encarnación de Ernesto Arias en el papel del virtuoso cuñado. No era nada fácil y Arias sale muy airoso del reto de hacer creíble el personaje eje central de la obra. Arias es de la escuela de aquellos elegantes actores de Estudio 1 de TVE (Víctor Valverde, Ricardo Tundidor, Manuel Tejada, etc.). Y eficaz en su cometido está en el papel de la cuñada, la curtida teatralmente Miriam Montilla.

El público se entregó en la ovación final y uno salió con el convencimiento que, aunque nos duela, y sea peligrosa, no hay nada en la vida como una buena compañía para que su ejemplo se imite. Esta España desnortada necesita de la cotidiana ejemplaridad que persigue con ahínco el autor y en cuya tarea, avisamos, no está solo.

Gomá acierta con esta comedia de cuidadísimo texto a través de la que manda sus dardos a la conciencia del espectador. Mientras que un estupendo elenco de actores y actrices nos hace pasar una hora y media de excelente teatro. Como decían mis admirados críticos teatrales de los que nadie ya se acuerda, Haro Teglen y Lopez Sancho, “no se pierdan esta obra de altísima comedia”.

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