Las primeras emisiones de TVE llegaron, por ejemplo a Albacete, en 1959 y en la capital manchega provocaron embotellamientos en su arteria principal
Historias de cine: Cómo el séptimo arte aguantó la llegada de la televisión a las ciudades

El periodista José Fidel López recoge en www.cuentosdecine.es la llegada de la pequeña pantalla a la provincia de Albacete. Media tarde en la ciudad manchega. Tiempo otoñal. Una rebeca y poco más. La calle Ancha era, como siempre a esas horas, un ir y venir de personas. Nuestra Gran Vía particular, epicentro de la vida de una capital de provincia, ofrecía la mejor de sus caras. Pero algo parecía diferente. Era 14 de octubre de 1959. En torno al escaparate de un comercio de electrodomésticos se apostaba un gentío. Decenas de albaceteños, la mayoría caballeros, miraban ensimismados unos aparatos, una colección de televisores. Se estaba retransmitiendo un partido de fútbol.
La Selección Española de Helenio Herrera disputaba su pase a la fase final de la Copa de Naciones de Europa contra Polonia. El espectáculo estaba servido. Y los goles también, los que pusieron Di Stéfano, Gensana y Gento en un encuentro "de escasa calidad". Los españoles pasaron a Cuartos de Final después de superar a los polacos en el estadio Santiago Bernabéu.
El ambiente en la calle Marqués de Molins era increíble. Y no sólo por el partido, no. Sólo dos días antes se había inaugurado, con la pomposidad propia de la época y con bendición sacerdotal incorporada, la nueva emisora de televisión de las Dos Castillas. Ubicada en Navacerrada, vino a paliar un problema de recepción de la señal de Televisión Española en buena parte del territorio nacional.

La llegada de la televisión a Albacete recogida por la prensa local.
Con algo de retraso, casi tres años, los albacetenses comenzaron desde ese momento a ver la llamada caja tonta -¡ja, tonta!- el 12 de octubre de ese 59, a pocas semanas de poner fin a una década, la de los cincuenta, que tantos cambios trajo. "La televisión llega a Albacete", decía con gran despliegue tipográfico en portada La Voz de Albacete en su ejemplar del 14 de octubre, fecha del encuentro Polonia-España, toque de aviso de lo que supondría este medio de comunicación de masas para el día a día de los ciudadanos, y por ende, de los albacetenses.
"La nueva emisora transmite con la mayor potencia de Europa, 230 kilovatios, y los controles seguros acreditan un alcance que por el Norte llega hasta el puerto del Escudo; por el Sur hasta Ciudad Real; por el Este hasta Albacete y Soria y por el Oeste todo el Reino de León y Extremadura". La redacción de la noticia parecía el guión de un No-Do. Sólo faltaba hablar de las gestas de los Reyes Católicos. Y es que ese repetidor era un prodigio de la técnica, según el rotativo albacetense, del que sacó pecho para hacerse con nuevos galones el ministro de Información y Turismo, Gabriel Arias Salgado. Nadie se podía resistir a este nuevo electrodoméstico, y sólo la carestía impedía que fueran mayoría los ciudadanos que se hicieron con uno de estos aparatos, cuya publicidad inundaba las páginas de los principales periódicos.
En la provincia, hasta con ocho distribuidores contaba Telefunken, que anunciaba sus receptores con precios que sumaban en pesetas los salarios de varios meses de un trabajador medio. Por eso, fueran de sobremesa o de consola, los televisores, a pesar de ser una auténtica revolución, tardaron en desplazar en los hogares de los albaceteños al aparato que venía reinando desde hacía años en los salones, en las habitaciones nobles de las viviendas: los transistores.
Además, la industria del cine era consciente de que la televisión era un competidor duro, complicado. Y la puesta en marcha de nuevos modos de proyección, Cinemascope, Vistavisión,.. no eran sino una forma de plantarle cara. Pero la novedad era la novedad. Y en esos días de octubre, hasta los críticos cinematográficos dudaban de que el séptimo de los artes fuera capaz de frenar a la impetuosa televisión.

Anuncio del partido.
Apenas unos días antes de que el nuevo emisor de TVE comenzara a funcionar, en La Voz de Albacete se publicaba en la sección Perfil del día, un elocuente artículo que advertía del riesgo que suponía la televisión para el cine. "Hemos escuchado a la población civil amante de la proyección cinematográfica lamentarse de las películas que se proyectan en nuestras pantallas debido a que la calidad de estas proyecciones no es buena. Afirman los que así dicen que llevamos ya bastante tiempo sin que por nuestros lienzos de plata pase un film que merezca la pena. Estamos de acuerdo. Y de esta opinión las películas exhibidas hay que hacer alguna honrosa excepción".
Tras salvar la gestión de las empresas Pérez García y Martínez Sánchez, responsables de los cines de la capital y de los que se reconocía que estrenaban en la ciudad numerosos títulos antes incluso de que llegaran a las salas de la Gran Vía madrileña, el artículo criticaba los argumentos de las cintas proyectadas, y añadía: "Llegamos a pensar si los escritores cinematográficos comenzarán a sentir el agotamiento intenso, y el cine, como todas las cosas, ha de renovarse o morir. Sobre todo si pensamos que la televisión está ya, como quien dice, a la vuelta de la esquina". Y tanto. Sólo faltaban cinco días para que los televisores comenzaran a ofrecer a los albaceteños cine, corridas de toros, noticias, concursos, actuaciones musicales y fútbol, mucho fútbol.
En esos días, en los cines albacetenses se proyectaban películas tales como Capitán Veneno, El robo del siglo, Habanera, La última bala, Cohete K-1, Mi padre el actor, Más allá de Mombasa, Lavanderas de Portugal o Ángeles de acero. Poca competencia para la televisión. Aunque ya se anunciaba Falso culpable, de Alfred Hitchcock.
El día elegido para activar la palanquita del emisor de Navacerrada y que abría un nuevo modo de ocio no era baladí: el 12 de octubre. Y para comenzar las emisiones, los actos de la Festividad del Pilar, fecha conocida por aquel entonces como el Día de la Raza, en el que se conmemoraba "el glorioso descubrimiento de América", según un titular a toda página de La Vanguardia de Barcelona. En fin.

Cartelera de los cines albacentenses cuando llegó la televisión/ La Voz de Albacete
Al día siguiente, en La Voz de Albacete, los lectores pudieron leer la siguiente reseña: "El Día de la Raza fue pródigo en acontecimientos. Fue inaugurada la estación emisora de TVE en La bola del mundo, con éxito absoluto. Los actos del Pilar de Zaragoza llegaron en perfectas condiciones de imagen y sonido durante más de tres horas. ¡Ahora sí que tenemos televisión!". Una fiesta, pero nada que ver con el partido del Santiago Bernabéu, que supuso un problema para el Ayuntamiento, y también para los "hombres de negocios" que debían viajar a Madrid.
Y es que según el periodista León Cuenca, en la noche del 14 de octubre "la televisión fue el espectáculo máximo de la ciudad. Se televisaba el partido Polonia-España, y en los escaparates de muchas tiendas del ramo se situaron televisores para que el público viera las incidencias del encuentro y para que el público se vaya animando a la adquisición de receptores. Y el público asistió al encuentro como si estuviera sentado en las gradas del estadio Santiago Bernabéu. En algunos lugares hasta se paró la circulación. Los telespectadores se sintieron inmersos en el recinto del estadio y hacían sus comentarios como si hubieran pagado su entrada". Decenas de personas se agolparon ante esos escaparates irresistibles, de tal manera que ni los viandantes ajenos al mundo del balompié ni los automovilistas que recorrían la calle Ancha lo tuvieron fácil. Atascos, ceños fruncidos, palabras fuera de tono eran las respuestas de quienes no estaban interesados en el deporte rey.
El redactor recogió en su crónica algunos de los comentarios que alcanzó a escuchar entre esa muchedumbre que seguía sobre el terreno de juego, la calle Ancha en este caso, las evoluciones de Ramallets, Kubala, Segarra, Gento, Di Stéfano... "Buen pase", "¡hala Gento!", "¡qué malo está Suárez!", "¡huyyyy!", "¡gol!", "¡nene, agáchate!", "¡señora, recójase el pelo que no veo a Kubala!", "¡déjele usted un sitio a mi guacha, que es muy chiquitusa!", "¡hombre, pues que crezca!".

Telefunken desplegó una gran campaña publicitaria. / La Voz de Albacete.
El cronista recogía otras parrafadas que nada tenían que ver con el deporte rey en una conversación entre dos damas.
-Mira, ese es Pepe, el marido de Concha
-Sí, se fue a Madrid de negocios
-Pues deben ser unos negocios muy raros, porque en el fútbol no sé qué hace. ¿Y quién es esa rubia que hay a su lado?
-Será su prima, todos los hombres de negocios tienen una prima en Madrid
-Pues me gusta más que su mujer
-Y tu marido, ¿no tiene prima en Madrid?
-¡Qué me entere yo por la televisión!
León Cuenca cerraba su artículo con una lapidaria reflexión: "No todos los adelantos de la ciencia sirven para la paz y armonía del género humano".

Villaverde de Guadalimar estrenó el primer Teleclub de la provincia.
El caso es que esos problemas casi de orden público se repitieron, como las noticias respecto al novedoso entretenimiento. "Los establecimientos comerciales están aprovechando la excelente recepción de las producciones videofónicas de Televisión Española y ponen cara al público sus televisores", con lo que la circulación se embotellaba una y otra vez en la calle Marqués de Molins. Mientras, ya empezaban a surgir en los tejados "los rizos de las antenas para televisión".

Un televisor portatil. / La Voz de Albacete.
Por otro lado, la segunda cadena no empezó sus emisiones regulares hasta noviembre de 1966, pero su extensión fue lenta, y hasta mitad de los ochenta seguía teniendo zonas de sombra en parte del mapa provincial. Y eso a pesar de los numerosos repetidores que se fueron instalando prácticamente en todos los municipios. Quizá ese era el motivo por lo que el número de cines seguía superando el centenar, mientras que desde el régimen se decidió fomentar los denominados Teleclubs, una suerte de club sociocultural que desde El Pardo se diseñaron para fomentar una educación popular afín, utilizando para ello la televisión. Otra competencia más. Por cierto, que el primero que se inauguró en la provincia fue en Villaverde de Guadalimar en 1971, y cuya puesta en marcha costó 1.200.000 pesetas, sumando más de 70 seis años después, en 1977.
Y a mitad de los setenta, la televisión en color, que casi, casi se estrenó con los funerales de Francisco Franco y la primera intervención del rey Juan Carlos ante las Cortes. Quizá que las 625 líneas se pintaran de colores y la imposición de los teleclubs fue, ahora sí, el estoque de los cines. En 1978 apenas quedaban 48 en la provincia.