Siete años sin Paquita Rico, la 'trianera de bronce' que reinó en nuestro cine
La actriz sevillana marcó una épca en la pantalla gracias a su belleza y murió lejos del ruido mediáto
Nunca estuvo muy claro que es lo que pretendieron hacer con Paquita Rico. De todas las folklóricas fue la más cinematográfica (sin contar a Carmen Sevilla, claro). No era una cantante de copla explotada para el cine, era una actriz. Sin embargo, los productores no sabían muy bien qué hacer con ella.
Se la lanzaba como estrella musical y paralelamente la vendían como actriz con vena neorrealista. Al final acabó engrosando la larga lista de talentos desaprovechados por el cine español. El 9 de julio de 2017 falleció rodeada de un halo de discreción.
La actriz que robaba para comer
Nacida en Sevilla en 1929, como todas las del clan de 'las mi arma' tuvo una infancia marcada por estrecheces económicas. La actriz llenó sus entrevistas de anécdotas que tenían que ver con el hambre canina que se pasaba en la época. Como aquella en la que siendo aún niña empezó a trabajar en una peluquería. Entre sus labores estaba la de cuidar al bebé de la jefa. Ante el hambre que pasaba, acababa por robar y devorar los biberones del pequeño.
Tras unos inicios pasando de compañía en compañía fue descubierta para el cine en 1947, para un papel pequeño en Brindis a Manolete (1947), un redundante homenaje al torero muerto en la plaza seis meses antes. Fue con su cuarta película con la que logró el éxito. Debla, la virgen gitana (1951) estaba influenciada por el neorrealismo italiano y presentaba a una Paquita dueña de un erotismo salvaje. Ramón Torrado supo explotar las dotes innatas de la sevillana y las posibilidades fotográficas del paisaje andaluz. La película gustó en Cannes y supuso un triunfo personal de la actriz que recibió un premio del jurado.
El éxito de la película la llevó a firmar un ventajoso contrato con Cesáreo González. El productor gallego copiaba el modelo americano a escala española y creó el star system patrio. Incorporó a Paquita a su escudería y pareció no tener claro qué hacer con su nueva adquisición. Por un lado, la colocó en productos internacionales (las 'mexicanadas' Prisionera del pasado (1954) y Suspiros de Triana (1955) y las producciones francesas Las lavanderas de Portugal (1957) y Jamaica (1956), junto al tenor vasco-francés de voz atiplada Luis Mariano) y, por otro. en filmes folklóricos que no dieron un duro como Curra Veleta (1955) o La alegre caravana (1953). La excepción fue Malvaloca (1954), un remake de un melodrama de los 40 que había hecho popular Amparo Rivelles al que pusieron música.
La reina María de las Mercedes
En 1958, y ya extinguido su contrato con González, llegó el papel de su vida. Se trataba de ¿Dónde vas Alfonso XII?, uno de los grandes taquillazos del cine patrio. Era la historia, convenientemente edulcorada del rey titular y su malograda esposa María de las Mercedes. El éxito alemán de Sissi Emperatriz, había puesto de moda en toda Europa las películas basas en caramelizar a los personajes del XIX. El cine francés y el italiano no fueron inmunes a este éxito y, por supuesto, tampoco lo fue el español. El papel de la breve reina le llegó a Paquita por un rechazo de Carmen Sevilla. La película fue éxito y salvó la carrera de Paquita que se encontraba en estado mortecino. Además, el filme vino de la mano de otro, ¡Viva lo imposible! (1958) que era un magnífico ejemplo del humor absurdo de Miguel Mihura. Con todo esto era lícito preguntarse ¿Qué habían hecho con ella hasta entonces?.
A partir de ahí comenzó a tener vehículos para su absoluto lucimiento, desde un nuevo folletín histórico como La tirana (1959) que le llegó por rechazo de Sara Montiel hasta sainetes de los hermanos Álvarez Quintero como Ventolera (1960) o La viudita naviera (1961) pasando por una comedia pretendidamente atrevida llamada S.O.S abuelita (1959). También hubo dramas con un punto inquietante como Historia de una noche (1963) o Las otoñales (1964).
En 1.962 el productor Cesáreo González tuvo la idea de juntar a tres de las actrices más populares del momento (Lola Flores, Paquita Rico y Carmen Sevilla) en una película, El balcón de la luna, y, claro, se montó el taco. Los representantes de las artistas se encargaron de hacer que el número de primeros planos fueron los mismos para todas, de que las tramas de cada una estuviesen equilibradas y de que cada una tuviera un director de fotografía a su elección en sus números musicales. Los problemas llegaron incluso a los títulos de crédito. Como ninguna quería dejar de ser la primera en aparecer se llegó a la idea de colocar un aspa donde los nombres de las actrices giraban sin que ninguno prevaleciera. El resultado fue un despropósito fascinante.
Se centró a partir de entonces en el teatro donde sorprendió con una versión de Bodas de sangre (1962) y algunas piezas clásicas. Lo combinó con apariciones personales y se alejó de un cine que no supo explotar sus cualidades. Cuando volvió a ponerse delante de una cámara fue en un producto casi fantasma llamado Viva/muera don Juan (1977) junto a Massiel y Ángela Molina y una versión de Electra para Televisión Española ambientada en la España rural. Esta actuación pudo ser el inicio de una segunda carrera, pero solo le dieron un papel de doña Urraca en la astracanada El Cid Cabreador (1983) donde Ángel Cristo era el Cid y Carmen Maura doña Jimena. En los últimos años de su vida pública su sumó a la troupe de folklóricas que acompañaban a Encarna Sánchez en la COPE y participó en varias series como Hostal Royal Manzanares o Manos a la obra. Tampoco faltó en los programas de televisión donde, previo pago de su importe, la estrella tiraba de memoria.
Se casó en dos ocasiones. La primera con el torero Juan Ordóñez, Juan de la Palma para los ruedos, que se quitó la vida tres años después de la boda. Fue el punto negro de su vida. Nunca quiso hablar con claridad del asunto y cuando rehízo su vida, se negó a que su marido, el empresario canario Guillermo Arsenio Arocha Fernández, fuese un personaje público y apenas hay imágenes de él. Ni siquiera se sabe la fecha exacta de su boda. Sin duda fue la más discreta de las artistas de su género. Así, por ejemplo, cuando una principiante Isabel Pantoja intentó usar su amistad con fines promocionales, la cosa acabó en pelea de gatas. Paquita enviudó de su segundo marido en 2002 y a partir de ese momento empezó una lenta retirada de la vida pública.
Así se murió casi sin levantar ruido mediático. Si bien nunca llegó a la grandeza de sus coetáneas, sí es cierto que fue el rostro principal en un periodo determinado del cine español. Cuando había una industria tan asentada que se podían permitir incluso malgastar a sus personalidades más subyugantes. Casi como ahora.
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